Estafas que también se han dado anteriormente con sellos, productos milagrosos o complejos productos financieros que llegaron a crear hasta cajas de ahorros medio públicas en España. Por lo tanto, más que hablar del producto en sí (como se centra la noticia), creo que deberían hablar de la inocencia de las personas en creer milagros de la naturaleza. Decía mi abuelo que nadie me iba a dar duros a cuatro pesetas. Que mejor estudiar, en lugar de ver vídeos por Internet sobre en qué apostar. El problema, por lo tanto, no son las criptomonedas, sino nuestra vagancia natural y nuestra ansia por ganar dinero sin esfuerzo.

Estamos viviendo cierta campaña de desprestigio hacia todo lo cripto. Eso hace que gente con criterio comience a tener prejuicios. Se puede creer en el concepto Bitcóin, entender que a la vez va a cambiar el mundo financiero, y luego no tener bitcoines. Es mi caso, sin ir más lejos. Pero tener o no tener algo no te incluye o excluye de un selecto club. Por lo tanto, no me gustaría que se percibiera esto como una incitación a la inversión en ello.

Los que me conocéis, sabéis que no me gusta dar opiniones sobre la fluctuación de la cotización de activos. Y es que esto es lo que creo que es: un activo de inversión, y no tanto una divisa. El auge de un activo de esta naturaleza creo que es un síntoma de los problemas de nuestra era; hemos perdido mucha confianza en las instituciones tradicionales. Y digo que es un activo porque la gente no lo adquiere para luego intercambiar valor con ella, sino más bien para obtener un retorno sobre su inversión. Fijaros que siempre que hablamos de bitcóin, se traduce a dólares. Cuando compramos otros instrumentos financieros (bonos o acciones), lo hacemos porque esa empresa tiene una actividad económica: fabrica coches, transporte y comercializa electrones, etc. Creemos que habrá flujos de caja derivados de dicha actividad a futuro. En Bitcóin confiamos en que a futuro alguien nos lo compre más caro. Por ende, lo que me sorprende de su historia es la cantidad de ruido que genera la gente a la que le ha ido muy bien, pero nadie se pregunta cómo lo han ganado. Por pura lógica, para que algunos ganen, sin un valor subyacente distinto al retorno sobre la inversión, otros tienen que perder.

Que Coinbase, la plataforma de compra y venta de divisas digitales, haya debutado en bolsa con un valor que llegó hasta los 100.000.000.000 dólares, más que ningún otro mercado, no sea sino otro reflejo más de esto. Y que Bitcóin esté consumiendo ya tanta energía como toda Suecia, no deja de ser un reflejo de todo ello. El ritmo de crecimiento es vertiginoso. De hecho, según siga hablándose de su valor, lógicamente más gente querrá competir por minar la divisa. “Minar” esta divisa básicamente implica producirla utilizando gran capacidad de cómputo. Estos procesadores deben ser alimentados con energía eléctrica. Y de ahí viene este desorbitado consumo. Si son fuentes renovables, pues lógicamente el dato es diferente a si utilizamos fuentes más contaminantes. Pero la ubicación de los principales lugares de minado no invita al optimismo en cuanto al uso renovable.

En definitiva. Creo que estamos siendo injustos en la cobertura mediática de este criptoactivo. Es difícil anticipar cómo será su evolución, pero las noticias al menos no invitan a pensar que caiga rápidamente su interés y valoración. Por lo tanto, noticias donde se habla de estafa me parecen un poco sesgadas. ¿Por qué no hablar de la inocencia también de la gente?, ¿no es igualmente interesante para el eventual inversor? ¿Y de los efectos sobre el planeta?

Sorprende la cantidad de ruido que genera la gente a la que le ha ido muy bien. Por pura lógica, para que algunos ganen, sin un valor subyacente distinto al retorno sobre la inversión, otros tienen que perder