Últimamente, tendemos a concebir el fenómeno de las ‘fake news’ como algo propio de nuestra era.

No obstante, ya desde principios del siglo I, el poeta romano Virgilio, nos anunciaba la importancia de los rumores, las medias verdades, el ruido de fondo.

A todos nos contaron algún día, que, Walt Disney está congelado desde el día de su muerte, sin embargo, eso no es del todo cierto. El empresario y guionista estadounidense, fue reducido a tres kilos de cenizas, tras su cáncer de pulmón.

De una manera similar, otras lenguas, también discuten sobre el descubrimiento de las Américas, y, se cuestionan la certeza atribuida al reputado Cristóbal Colón.

El lenguaje es un juego que sirve y puede servir para muchas cosas. Es decir, podemos contar verdad, o no. Básicamente, la sinceridad es una reproducción íntegra de la realidad, mientras, que, las mentiras podrían tener infinidad de versiones, tantas como visiones deformadas de una realidad.

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Pero, las nuevas técnicas de información tienden a deteriorar la democracia cuestionando la propia definición de la palabra ‘verdad’. La desvinculación entre democracia y verdad se plantea como un efecto directo del impacto tecnológico en nuestra sociedad, uno de los grandes peligros el sistema democrático.

Esta fisonomía se aplica a los múltiples campos del conocimiento. La historia, el arte, la política, e incluso en el deporte.

Mayormente, optamos por movernos dentro de nuestra zona de confort. Solamente otorgamos un ‘like’ a las cosas, que, realmente nos gustan. Queremos escuchar y leer lo que es de nuestro agrado, y de ese modo ir alimentamos la pequeña estría que une al contenido y a nosotros como usuarios.

Como prueba de ello, un estudio de 2020 demostró que el 86% de los españoles cree que las publicaciones, que, distorsionan la realidad son un problema para el país.

Hay incluso personas que van más allá: casi nueve de cada diez ciudadanos lo consideran un problema para la democracia. La media europea que lo cree es un poco inferior y corresponde al 79% del total de entrevistados.

Curiosamente, este fenómeno se constituye de una muy buena salud, pues sigue entre nosotros hasta el día de hoy. A lo largo de la historia se han dado múltiples sucesos, eventos y episodios, que, han pasado por la boca de muchos. Sin embargo, y en un contexto actual, la difusión y circulación del contenido se ha convertido en todo un desafío. El responsable: las plataformas sociales.

Las redes sociales se han convertido en una plataforma usada no solamente para dar a conocer un producto o servicio, sino para compartir información de mayor interés para la sociedad. Han ayudado a impulsar los influencers, quienes han asumido un nuevo rol en la sociedad: poder informar a las personas en temas de mayor relevancia.

Sin embargo, aquí nos enfrentamos a un exorbitante dilema: ¿Qué es realmente la información verídica, honesta y real? Pues, no se debe confundir el contenido de difusión, con la función y aportación de los medios de comunicación.

Siempre podrá haber una mixtura de ambos, aunque de cualquier modo, la revisión de fuentes nos ayudará a distinguir entre lo verdadero o fake news. Al fin y al cabo, ¿qué son las fake news, y, de qué se constituyen? Este tipo de noción comparte ciertas características de los estereotipos. Es decir, veo una ‘noticia’ con un correcto aspecto, una correcta arquitectura informativa y un estilo adecuado. Entonces, me lo creo.

En este caso, se debe hacer uso del posicionamiento de la razón. El pensamiento crítico, aquel que nos hace pensar y reflexionar si estoy en lo cierto, o no. Y ustedes, queridos lectores, ¿qué opinan? Realidad o ficción…