Muchos y muchas recordaréis aquella época en la que aprendíamos a resolver ecuaciones en el colegio. Eran cálculos no siempre triviales, que requerían de bastante astucia para poder realizar aquellos complejos cálculos. A mí en cierto modo me parecían un juego: una resolución de un problema dado, que cuando lo conseguías, además de haber desarrollado diferentes destrezas y habilidades, me producían una satisfacción terrible.

Nunca pensé, mientras resolvía aquellos problemas, que algún día me dedicaría a la educación. Quizás por ello leo con bastante tristeza que en los colegios se están poniendo de moda aplicaciones móviles que resuelven problemas matemáticos. Se trata de aplicaciones que con sacar una fotografía o apuntar el problema con la cámara, en centésimas de segundo, devuelven el resultado. Son aplicaciones como Photomath, Mathpix, Socratic, etc. Lo más terrible del asunto es cómo se presentan estas aplicaciones a la sociedad: Ahorra tiempo en realizar cálculos complejos o Mostramos todos los pasos necesarios para llegar a la solución. Su responsabilidad en el proceso educativo parece que no lo contemplan. Supongo que habrá aplicaciones en todas las materias. Por lo que será un problema endémico en todas las capas de la educación de nuestros niños y niñas. Por todo ello, creo que este asunto deberíamos afrontarlo con bastante urgencia. Permitir a nuestros jóvenes que a unas edades determinadas dediquen su tiempo a aprender con herramientas o métodos no adecuados, nos puede salir muy caro. La comodidad que ha traído los teléfonos inteligentes a nuestra sociedad es indudable. Pero sus perjuicios y costes rara vez los debatimos. Y el problema es que el tiempo en educación es difícil y caro de recuperar.

Aumentar la retención

Todo esto, pese a la amplia evidencia alrededor de este tipo de procesos de aprendizaje. Son numerosos los estudios e investigaciones -Schmidt y Bjork en 1992, por ejemplo- que han probado que introducir dificultades deseables puede conseguir mejores tasas de retención a largo plazo. Esto, incluso cuando los alumnos y alumnas obtengan resultados pobres al comienzo. Ahí es clave el feedback correctivo y sumativo, así como la planificación de una actividad en el tiempo. Dividir los episodios de aprendizaje en varias sesiones, frente a hacerlo en una sola sesión -o incluso en un instante-, permite aumentar igualmente la retención de ese aprendizaje (Carpenter y otros, 2012). También es conocido que un estudiante procesa la información con mayor profundidad cuando una tarea le plantea desafíos. En una sociedad con una superficialidad galopante, creo que el desarrollo de la capacidad de discernir en profundidad es vital. La Coalition for Psychology in Schools and Education (APA) lleva muchos años introduciendo la psicología en el ámbito educativo. Tiene un artículo muy interesante sobre los 20 principios fundamentales de la enseñanza y el aprendizaje desde la educación infantil hasta la secundaria. Son numerosos los principios contra los que atenta usar un dispositivo móvil y sus aplicaciones para resolver un ejercicio.

Todo lo anterior, sin olvidar que este discurso del nativo digital no tiene mucho amparo científico. Una persona nacida en la era de las tecnologías digitales no tiene una mayor capacidad para aprovechar las mismas. Es más, un estudio realizado por Eyal Ophir, Clifford Nass y Anthony D. Wagner en 2009, exponía tres puntos que van a costarnos muy caro por la multitarea tecnológica digital: (1) empeoramos nuestra memoria de trabajo 2) perdemos eficacia en el cambio de una tarea a otra; y, 3) perdemos sentido de relevancia en contextos. En esta línea, un reciente estudio del investigador de la Universidad de Helsinki Aino Saarinen concluía que un posible motivo del descenso de los resultados PISA en educación de Finlandia podría ser el aumento de los materiales educativos digitalizados.

Darle sentido y comprender lo que aprendemos resulta fundamental en el proceso de aprendizaje. Por ello, tenemos que cuidar cuándo, cómo y para qué utilizan las herramientas digitales nuestros niños y niñas. El uso de estos recursos no puede ser nunca un objetivo en sí mismo.