El contacto directo con la naturaleza sustenta el modelo del hotel y restaurante Amalurra. Irene Goikolea “visualizó y diseño este proyecto”, para lo cual en 1995 adquirieron una finca en Artzentales de diez hectáreas perteneciente a la Congregación Alemana de los Misioneros de la Sagrada Familia en estado de abandono desde hacía diez años. Sus nuevos inquilinos rehabilitaron la casa principal, el pequeño molino, las antiguas cuadras y se construyeron el restaurante, la cafetería, un spa y varias salas destinadas a “eventos, conferencias, trabajos de equipo y reuniones de empresa”, una de ellas con capacidad para 200 personas.
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