Las mujeres eran controladas diariamente por integrantes de la organización, incluso a través de circuitos cerrados de televisión, pudiendo salir del lugar de explotación únicamente una hora al día. Asimismo, eran obligadas a aceptar clientes las 24 horas del día, los siete días de la semana. También organizaban fiestas temáticas donde las víctimas tenían que acceder a las peticiones de los clientes.