En una de las casas baratas construidas para residencia de los trabajadores nació Ramoni Castresana. Sus padres se conocieron y trabajaron en La Conchita en una época en la que niños y niñas conseguían empleo en la adolescencia buscando aportar a la economía doméstica. Las instalaciones disponían de comedor y una sala de cunas para que las madres pudieran amamantar sin abandonar la fábrica. Cerca había un bar, “una bodeguilla a la antigua usanza, de las del corcho en la botella” que resultó agraciada en un sorteo de lotería que reportó un pellizco a muchos trabajadores.