Valonia, la región belga de la que forman parte las ciudades de Lieja, Charleroi, su capital Namur o Dinant, es una gran desconocida para el turismo masivo. Reconocida como entidad política desde 1970, y con gobierno propio desde 1980, la región de habla francesa es una buena alternativa para el trotamundos que busca destinos diferentes. Sus monumentos históricos, su gastronomía y la cultural local son algunos de los atractivos principales de esta región que busca reafirmar su carácter propio.
Namur, capital de Valonia
Capital oficial de la región valona desde 1986, en la ciudad confluyen los caudalosos ríos Mosa y Sambre. Su estratégica posición geográfica para el comercio ha sido también la causa por la que la ciudad ha sufrido batallas y enfrentamientos constantes a lo largo de su historia.
El imperio romano, los gobernadores merovingios, pero también las tropas españolas con Juan de Austria, las francesas de Luis XIV o las holandesas de Guillermo de Orange han sido algunos de sus ocupantes y al mismo tiempo constructores de la ciudad, y en especial de su Ciudadela.
Afortunadamente, y en especial desde la creación de la Unión Europea, el fuerte militar es conocido principalmente por ofrecer las mejores vistas de la ciudad y de la provincia que le rodea. Además de ser un buen punto para arrancar una visita por Namur, al que puede accederse en teleférico desde su casco histórico.
Esta gran roca fue llamada por Napoleón como “La termitera de Europa”, ya que en su interior se excavaron hasta siete kilómetros de galerías. Aunque en la actualidad no todas son accesibles, hay visitas guiadas en inglés y francés que permiten conocer una parte de corredores restaurados, al mismo tiempo que se hace un recorrido por toda la historia de la Europa occidental de los últimos cincos siglos.
El Centro de Visitantes Terranova, ubicado a la salida del teleférico, es otra de las actividades interesantes que alberga el bastión. Se trata de un recorrido multimedia por los últimos 2.000 años de la ciudad para el que se ofrecen audioguías en castellano.
Ciudad cultural
Namur ha visto pasar por sus calles a muchos militares, reyes, príncipes y gobernantes extranjeros a lo largo de la historia, hasta que hace casi 40 años logró ser sede de su propio parlamento regional. Y aunque estar en un terreno de confluencias implicó periodos de guerra, el desfile de los grandes poderes europeos junto con los comerciantes que navegaban por sus ríos, también ha aportado riquezas y un saber vivir que los locales siguen cultivando.
Una herencia se puede descubrir a simple vista recorriendo las calles de su barrio histórico, en la que se encuentra la iglesia barroca de Saint Loup, construida por los jesuitas o por su barrio Art-Decó, levantado sobre las ruinas que dejó la Segunda Guerra Mundial.
Gracias a su escala humana, la capital valona se presta a perderse sin rumbo por sus calles de trazado medieval para toparse con lugares como el Museo Félicien Rops, el artista local más internacional que es conocido por su cuadro Pornócrates, o el Museo TREMA, que alberga tesoros de la Edad Media entre ellos el Tesoro de Oignies, una de las siete 7 maravillas de Bélgica. Otro lugar de interés, tanto por sus jardines como por ser de entrada gratuita, es el complejo museístico Les Bateliers con exposiciones arqueológicas y de artes decorativas.
Por otro lado, una visita a Namur no se puede considerar completa sin degustar una cerveza local. Las marcas Houppe o Blanche de Namur están entre las más populares, y se pueden acompañar con unas patatas fritas, que los valones consideran una invención propia. Según cuentan, a finales del siglo XVIII el río Mosa se congeló haciendo imposible comer los pescaditos típicos de la ciudad, pero a sus habitantes se les ocurrió cortas las patatas con la forma de estos peces y freírlas, dando lugar a lo que hoy se conocen como patatas fritas. Verdadera o no, lo cierto es que la doble fritura que les dan y las salsas utilizadas les da un sabor diferente.
Dinant, una postal a orillas del Mosa
Hasta comienzos de otoño, la vida en Namur se disfruta al aire libre tanto en las terrazas de sus callejuelas y plazas como en las riberas del río Mosa. Y hay muchas formas alternativas, desde los pequeños barcos llamados Namourettes, barcas públicas que funcionan como una versión local de las góndolas venecianas, hasta los cruceros que realizan excursiones de dos horas para descubrir los paisajes verdes y montañas de Namur a vista de pez.
Otra opción para descubrir los alrededores es la bicicleta, ya que gran parte de las orillas del Mosa, y también del río Sambre, están preparadas para descubrir sobre dos ruedas y sin prisas todos los rincones del valle. Pero entre todos los pueblos de la zona, el destino estrella es Dinant, considerado uno de los pueblos de los más bonitos de Bélgica.
La postal de Valonia es un destino icónico gracias tanto a la cúpula de su colegiata como su ciudadela que traslada al visitante a otras épocas. Como curiosidad, en esta pequeña ciudad de 10.000 habitantes nació Adolphe Sax, el creador del saxofón. Como suele ocurrir en Bélgica, cuenta con su propia cerveza, La Caracole, aunque en este caso la oferta se amplía a sus vinos locales que cuentan con la denominación de origen protegida Costa del Sambre y del Mosa.
Consejos prácticos
- Pass Musées Bégica. Incluye, por 59 euros, acceso a más de 220 museos de Valonia y Bélgica durante un año (la entrada individual por recinto suele oscilar entre 6 y 12 euros). Es una buena opción para viajeros que vayan a pasar más de una semana, y entre las ventajas adicionales que ofrece destacan descuentos del 50% en hasta cinco viajes en tren.
- Paraíso ciclista. Cerca de 1.500 kilómetros de vías lentas o caminos reservados a caminantes y ciclistas recorren cada rincón de Valonia, pasando al lado de ríos, ciudadelas, centros históricos, viñedos o castillos. Además de 45 recorridos locales, existen diez rutas regionales y cuatro internacionales. La mayor parte son bastante accesibles y con poca pendiente. La red completa se puede consultar en https://ravel.wallonie.be/
- Toda Valonia por 100 euros. La compañía belga de ferrocarriles ofrece un bono de 10 billetes entre cualquier punto de Valonia, pero también Bélgica, por 102 euros y una duración de un año. Funciona como un bonobús y se puede compartir entre varias personas. Interesante opción para recorrer toda la región y acercarse desde o a Bruselas. Los menores de 26 años pueden viajar entre cualquier punto del país en tren por un precio fijo de 7,5 euros (más información en www.belgiantrain.be/en/tickets-and-railcards/railpass).
- Alojamientos juveniles, rurales y hoteles. La oferta regional de alojamiento es muy variada. Desde hoteles tradicionales y boutiques en las principales ciudades, pasando por los más de 1.200 gites o casas rurales para viajeros con coche, hasta los siete albergues juveniles repartidos por toda la región.
- Mapas y guías. Se pueden descargar en PDF y de forma gratuita folletos, mapas y rutas de toda la región, entre ellas el listado de 89 cervecerías locales, campings, viñedos o visitas a pie y en bicicleta en https://visitwallonia.es/es/119/folletos
Fuera de ruta: Charleroi
El contrapunto a la Valonia más coqueta e histórica es Charleroi. La ciudad más poblada de la región fue fundada en honor a rey Carlos II en 1664, de ahí su nombre. Antigua ciudad fortaleza a orillas del río Sambre se ha vuelto a hacer conocida entre los turistas por su aeropuerto especializado en vuelos de compañía low cost. La villa llegó a ser una de las más prósperas a principios del siglo XX gracias a sus minas de carbón y su industria metalúrgica, pero a partir de la década de los 70 empezó su declive.
En una historia compartida con otras urbes como Bilbao o Liverpool, actualmente se encuentra en plena transformación urbana y es un destino que puede ser interesante para conocer este proceso de metamorfosis en el que la cultura es un punto importante. Su Museo de la Fotografía, de gran prestigio y el mayor de Europa dedicado a este arte, y el museo provincial de arte contemporáneo BPS22 son dos puntos clave en este renacer cultural de la antigua ciudad industrial.
Pero Charleroi no reniega de su pasado. En sus afueras lo recuerda con orgullo en Le Bois du Cazier, una antigua mina de carbón convertida hoy en un museo, y que también alberga el museo del vidrio una industria en la que Valonia también fue una potencia europea. Los curiosos e interesados en redescubrir su pasado industrial pueden pasearse también por la ruta señalizada Entre hierro, carbón y agua, que recorre antiguos escoriales con vistas a la ciudad.
Bien conectada por tren y por carretera con los principales puntos turísticos de Valonia. Charleroi es una buena opción para pernoctar ya que los precios de sus hoteles suelen ser más económicos que en el resto de la región.