La capital de Navarra va mucho más allá de la celebración de los SanFermines, esa festividad que mueve masas e inunda las calles principales de esta ciudad. Toros aparte, destacan la catedral de Santa María, la iglesia de San Saturnino, la iglesia de San Nicolás o la Cámara de Comptos, todos ellos declarados Bien de Interés Cultural.

Pamplona es pequeña pero llena de encanto. Su Ayuntamiento, donde se encuentra la oficina de turismo, es un bonito edificio de estilos barroco y neoclásico. Es ese el punto de encuentro de miles de personas que cada 6 de julio esperan con ansias las fiestas de San Fermín con el famoso chupinazo. Desde el balcón principal del ayuntamiento se lanza el cohete que anuncia las fiestas y también desde allí se clausuran el 14 de julio con el popular cántico “pobre de mí”.

El Palacio Real es otro de los edificios que no se puede pasar por alto. Este palacio fue construido en el siglo XII y ha sido residencia de obispos y diferentes reyes del Reino de Navarra. Entre las cosas típicas que hay que ver en Pamplona se encuentra, como no, la calle Estafeta, cuyo nombre es debido a que, en el siglo XVIII, estuvo allí la primera estafeta de correos de Pamplona. 

La Plaza del Castillo está rodeada de preciosos y coloridos edificios de siglo XVIII, entre los que destacan el antiguo casino, el Palacio de Navarra, el Palacio Goyeneche y el famoso Café Iruña

Esta vía lleva a la plaza del Castillo, el gran centro neurálgico de la ciudad. Su nombre proviene del castillo que está situado en la zona de la bajada de Javier. La Plaza del Castillo está rodeada de preciosos y coloridos edificios de siglo XVIII, entre los que destacan el antiguo casino, el Palacio de Navarra, el Palacio Goyeneche y el famoso Café Iruña. Por otro lado, la catedral de Santa María la Real, en definitiva, la catedral de Pamplona es un templo románico digno de admirar.

Pero no todo va a ser andar. Pamplona cuenta con una rica tradición gastronómica gracias a sus famosos espárragos que además poseen Denominación de Origen; alcachofas; las pochas, y los dulces típicos como la leche frita, los canutillos rellenos de crema, la cuajada o la trenza del Reyno.

Castillo de Javier, una joya arquitectónica

El castillo de Javier es una auténtica joya arquitectónica construida en el siglo X, y declarado Bien Cultural desde 1994. En este castillo nació y vivió san Francisco Javier, hijo de los señores de Javier, y de aquí tomó el nombre con el que se le conocería como misionero. Sin duda, un enclave con historia con sabor medieval y una zona muy frecuentada pues se encuentra muy cerca de la Ruta Jacobea. 

El espectacular Castillo de Javier.

La tradición de hospedar a los peregrinos se remonta siglos atrás, ya que los señores del castillo albergaban a los transeúntes del Camino de Santiago. Actualmente, en el mes de marzo, se celebran las llamadas javieradas, que son peregrinaciones que se hacen hasta esta localidad navarra. Aquí vienen personas de todas las edades y de cualquier parte de la geografía, por caminos y senderos que proliferan de forma notable en esta zona navarra.

Actualmente, el castillo es un museo de lo más curioso y ameno de visitar. Desde 1986 acoge una excelente colección de pintura española del siglo XV al XX entre cuyos autores podemos mencionar a Murillo, Claudio Coello, Carreño, Maella, V. Bécquer, Lucas, R. Madrazo o Salaverría. Igualmente, expone otra serie de cuadros de kakemonos japoneses del siglo XIX, con escenas de la vida de San Francisco Javier cuando estuvo de misionero en Japón. Entre otras obras, merece la pena destacar un retablo de alabastro policromado con la Adoración de los Magos del siglo XVI; un San Francisco Javier Agonizando, cera flamenca del siglo XVIII, y una talla del santo fechada en 1622. Y en la capilla de la Torre del Santo Cristo, rodeado por unas curiosas pinturas murales góticas que representan la Danza de la Muerte, encontramos un Cristo del siglo XIV que, según cuenta la tradición, sudó sangre cuando San Francisco de Javier agonizaba en China.

Elizondo, al descubierto

Visitar la villa de Elizondo es sumergirse en el corazón del Valle del Baztán. A ambos lados del río Bidasoa, el municipio se extiende mostrando lo mejor de la arquitectura rural, y también señorial, de la Comunidad Foral. Así, Elizondo se distingue por un conjunto de caseríos y palacetes repletos de grandes balcones que impresionarán al turista.

J.Campos Elizondo tiene magia.

En Elizondo, podemos visitar numerosos edificios de interés, como es el Palacio barroco de Arizkunenea, del siglo XVIII, su ayuntamiento o el Palacio de Datue, por ejemplo. En cuanto a su patrimonio religioso, la Capilla de Santiago, además de las ermitas de San Pedro y Santa Engracia, son de obligada visita para el turista.

Es fácil quedarse embelesado por la arquitectura de sus casas blancas y rojizas, con balcones de madera y llenos de flores.

Contagiada por la belleza del Pirineo Navarro, esta localidad destaca por sus construcciones de palacio, basadas en el arte gótico tardío, en el Renacimiento y Barroco. Además, es muy recomendable pasar el día haciendo una ruta por los paisajes verdes repletos de bosques, a orillas del río Bidasoa. Esta localidad destaca por sus tradiciones que perduran en el tiempo. Es fácil quedarse embelesado por la arquitectura de sus casas blancas y rojizas, con balcones de madera y llenos de flores.

En Elizondo se encuentra el museo de Baztán donde se conserva la memoria a través de una recopilación de costumbres de los Pirineos de Navarra; el palacio Datue, una casa señorial del siglo XVII digna de admirar, y su Ayuntamiento, situado en la Plaza de los Fueros. Descubre esta localidad increíble que deja al descubierto toda su belleza natural.