Bilbao. Ramón Agirre (Donostia, 1954) dejó en cuarto la carrera de Arquitectura para dedicarse a la bohemia, la interpretación. No se ha arrepentido nunca del paso que dio. Está contento con su trabajo, aunque reconoce que es un oficio que siempre está en precario, y con la crisis aún más. Ha trabajado en numerosas series en Madrid como episódico, pero lo que más le agrada es poder interpretar textos en euskera: "Legitima mi trabajo, yo lo siento así. En euskera hay mucho por hacer", asegura.

¿Cómo está el trabajo de actor en Euskadi?

Como siempre en precario, así que imagínatelo en tiempo de crisis. Hay poco dinero y para cultura menos. En Goenkale hay trabajo para unos cuantos actores, pero que solo haya un audiovisual en ETB es poco, una sola ficción resulta escaso. Pero es lo que hay y habrá que esperar y ver si todo esto se arregla.

En estos momentos 'Goenkale' multiplica casi por cinco la media de audiencia de la cadena.

Ha empezado muy bien. Sobre todo, cuando uno entra de nuevo parece que tienes cierta responsabilidad en el arranque.

En 'Goazen' hacía de fraile, ahora hace de malvado.

El fraile también tenía su mala leche. Este es un malo con mayúsculas. Es un empresario sin escrúpulos, tiene sangre fría. Es un malo clásico. También tiene su parte tierna, está su hija. Todos los malos tienen su corazoncito, pero mi personaje ha empezado con bastante maldad. Es un papel agradecido.

¿Le gusta?

Mucho, los malos son personajes muy atractivos para un actor.

Da la sensación de que ha hecho usted más cine que televisión.

En ETB he hecho poca televisión en los últimos diez años, pero en Madrid he estado en bastantes series. Creo que al revés, he hecho más televisión que cine porque he hecho muchos episódicos.

En Madrid el salto económico es muy grande, ¿no?

En la proporción lógica que tiene el mercado. Allí se hacen muchas producciones y hay más competencia. A la hora de trabajar no hay mucha diferencia, pero sí en el número de producciones. Como decíamos antes, ahora mismo en ETB solo hay una producción de ficción. A la hora de interpretar es lo mismo, salvo que cambia el idioma.

¿Le resulta más cómodo trabajar en euskera que en castellano?

Me gusta más trabajar en euskera, para mí tiene un atractivo mayor. En castellano tienes la sensación de que lo que estás haciendo ya lo ha hecho mucha gente, es más repetitivo. En euskera es lo contrario, la sensación que tengo es que hay mucho terreno virgen y estoy descubriendo cosas. Trabajar en euskera es poner tu granito de arena en el desarrollo de la cultura vasca. Todo lo que haga uno para ayudar a la cultura vasca en euskera está bien porque la fortalece. Legitima mi trabajo, yo lo siento así. En euskera hay mucho por hacer.

¿Añora los tiempos en los que se hacía mucha más producción en euskera?

Hubo tiempos mejores. Ahora en ETB estamos en mínimos. Siempre ha habido algo más que Goenkale. Hemos tenido series semanales. Ahora no, estamos bajo mínimos, tendría que haber más producciones.

¿Ha seguido 'Goenkale' o ha tenido que ponerse al día en los argumentos de la serie?

Últimamente sí que veíamos algo más la serie porque a mi hija le gustaba y la veía con ella. Pero yo creo que a todo el mundo le ha pasado lo mismo, la ha visto por temporadas. Sé que hay incondicionales que no se han perdido ni un capítulo desde que empezó. A veces ves una cosa o dejas de verla por motivos familiares. Hay ocasiones en las que un miembro de la familia se engancha a algo y arrastra a los demás. La gente va y viene. Siempre hay una cantidad de espectadores que hacen posible que siga una serie. Eso está demostrado en Goenkale.

Está considerada un fenómeno en cuanto a duración.

Parece que es todo un fenómeno en Europa, creo que es la tercera que lleva más tiempo en emisión.

Cambiemos de medio. ¿El teatro también está bajo mínimos?

Tampoco el teatro está muy boyante que digamos. La crisis afecta a todos los sectores, y a la cultura especialmente. Siempre se quita el dinero de la cultura porque parece que nadie va a protestar. Parece que en estos momentos lo más prescindible es la cultura. El sector está desvertebrado y tenemos que arreglarlo. Tendríamos que vertebrarlo con la enseñanza, el teatro en las escuelas. Hay que vertebrarse como han hecho los bertsolaris en los últimos años. El resultado lo podemos ver. El bertsolarismo goza de una salud espléndida. Ahí hay que llegar.

¿Cómo nace su vocación como actor? ¿Es temprana?

Fue tardía, yo estaba estudiando Arquitectura. Estaba en cuarto curso, tenía la mili en medio, me quedó un curso que no pude retomar. Me fui a París, estuve un año y empecé a coquetear con el cómic, me metí en temas de la bohemia, el teatro. Hice un curso de pantomima y volví un poco revolucionado. Me fui metiendo un poco más en el teatro y alejándome cada vez más de la carrera. Siempre decía: "El año que viene me vuelvo a matricular", pero me enganché y hasta ahora.

¿En su casa dijeron algo?

Pues no les hizo mucha gracia, pero acabé dejando Arquitectura. Al final, llegó un momento en el que no sabes nada de cemento, ni lo que es un ladrillo. Fíjate, mi vocación llegó con veintitantos años.

¿Se ha arrepentido alguna vez de no haber acabado Arquitectura?

No porque encontré una cosa que me gustó tanto o más, y seguramente estaba más dotado para ser actor que arquitecto. Pero tampoco me ha arrepentido de los años que estuve en Valladolid haciendo la carrera. Está la experiencia en la universidad y los amigos que has hecho. Por ahora, no me arrepiento de nada.