El trágico suceso de la vivienda de la calle Larraskitu en el que un padre ha asesinado a su hija de trece años y posteriormente se ha quitado la vida ha corrido como la pólvora entre el vecindario de Rekalde y las escuelas próximas al lugar.

Una familia que se encontraba en la puerta del portal número 12, según cuenta la madre sin dar crédito de lo que ha sucedido, mantenía un “contacto estrecho” con los residentes en el segundo piso del portal número 22. “No teníamos constancia del movimiento de maletas”, puntualiza haciendo referencia al movimiento que el propietario de un bar cercano al portal ha visto en las últimas horas de, aparentemente, mudanza.

Al igual que las vecinas y vecinos, que conocían en mayor medida a los residentes en el segundo piso del edificio mencionado, su hija pasaba mucho tiempo en la vivienda en la que han tenido lugar los hechos.

En esta dirección, se pregunta qué habría pasado si llega a estar su hija allí ya que eran “como uña y carne”. “Donde estuviese ella quería estar yo”, comenta la menor. En su caso, tal y como narra, se ha enterado de todo estando en el instituto.

Ha escuchado a sus compañeros comentar lo que ha sucedido esta madrugada en el barrio y a través del teléfono móvil ha tenido conocimiento de lo ocurrido. Ha sido un profesor el que le ha invitado a salir fuera para tranquilizarse. Una consternación, la de la menor, que se extiende al barrio a la espera de que concluyan las investigaciones policiales.

Testigo

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Un vecino del bloque que está frente a la vivienda en la que han ocurrido los hechos ha sido testigo de cómo la madre ha abandonado la vivienda para pedir auxilio. Según relata a este periódico, ha visto “a la mujer salir e irse corriendo cuesta abajo por Larraskitu pero no pensé que era por algo así, nunca me lo hubiese imaginado”, asegura.

La mujer conocía a la familia "por un perro que tienen" y le sorprende "que esto haya pasado" porque "nunca había escuchado nada". Otro vecino del mismo portal ha afirmado que sí escuchó ruidos porque "estaba despierto" pero al no escuchar ninguna petición de ayuda ni gritos alarmantes se volvió a dormir. "Siempre que he estado en casa nunca había escuchado una palabra más alta que otra", indica otro.