José Abellán, cardiólogo invitado en el podcast "The Wild Project", abordó un tema que preocupa tanto a médicos como a autoridades sanitarias: ¿es mejor vapear que fumar tabaco?. Su respuesta fue clara: “Yo prefiero vapear que fumar. Parece que todos los datos apuntan a eso también, a que el potencial perjudicial de vapear es menor que el de fumar”. Con ello, defendió la idea de que el vapeo puede suponer una reducción del daño en comparación con el tabaco tradicional.
El especialista reconoció que, desde un punto de vista práctico, sería positivo que los fumadores migrasen al vapeo: “A mí me parecería perfecto que la gente que fuma de repente toda vapeara. Van a disminuir su riesgo”. En términos clínicos, explicó que un fumador tiene muchas más probabilidades de acabar en una mesa de intervencionismo cardiaco que un vapeador. Sin embargo, dejó clara su postura profesional: ni el corazón ni las arterias quieren ninguna de esas dos opciones, ya que ambas implican riesgos para la salud.
Los datos hablan
Más allá del debate médico, Abellán puso el foco en un fenómeno social que preocupa: el aumento del vapeo entre los jóvenes. Citando cifras del Instituto Nacional de Estadística, reveló que el 48 % de los adolescentes entre 14 y 18 años han vapeado en el último año, y un 38 % lo ha hecho en el último mes. Estos números, advirtió, reflejan que una práctica concebida como alternativa para reducir daños en fumadores adultos se está convirtiendo en una puerta de entrada al consumo de tabaco entre los más jóvenes.
El cardiólogo fue tajante al señalar la paradoja que se ha generado: “Hemos convertido una alternativa menos perjudicial del tabaco en una puerta de entrada al tabaco. Entonces es posible que estemos dañando más de lo que creíamos que íbamos a reducir el riesgo”. Su reflexión invita a considerar que el vapeo no solo debe analizarse desde la óptica de la reducción de daños en adultos, sino también como un fenómeno social que podría multiplicar problemas de salud a medio y largo plazo.
Los estudios actuales coinciden en que vapear implica menos tóxicos que el tabaco convencional, pero también subrayan que no es una práctica inocua: los líquidos contienen nicotina y sustancias químicas capaces de dañar pulmones y sistema cardiovascular. Para Abellán, el dilema es claro: entre dos males, el vapeo puede ser menor, pero no debe presentarse como una opción saludable, sobre todo cuando los adolescentes lo están adoptando masivamente.