“Los humanos deberíamos comer siempre charlando con otros”© Wijkmarkphoto
En su libro, Inma Borrego ofrece una mirada sobre la conexión entre digestión y emociones. Desde la microbiota hasta la implicación del sistema nervioso o el impacto de ciertos patrones familiares. “Es una guía para quienes están cansados de buscar respuestas sin encontrarlas y sienten que su cuerpo intenta decirles algo, pero nadie les ha enseñado a escucharlo”, comenta.
QUIÉN ES
Inma Borrego es una reconocida especialista en salud digestiva. A partir de su diagnóstico de colitis ulcerosa surgió su vocación por comprender el cuerpo en profundidad y acompañar a quienes viven con síntomas digestivos que nadie parece saber explicar. Formada en psiconeuroinmunología, utiliza su experiencia clínica para explorar cómo el estrés, la alimentación y las dinámicas emocionales influyen en nuestro sistema digestivo, nervioso e inmunitario. Apasionada de la divulgación, comparte conocimiento y consejos prácticos en Instagram y su newsletter a través de la cuenta @inmabosaluddigestiva.
Los animales comen en el pesebre mirando a la pared, los humanos unos frente a otros y charlando. ¿Si hiciéramos como los animales, se resentiría nuestra salud global?
Por supuesto. De hecho, los humanos debiéramos de comer siempre charlando con otros, pero cada día hablamos menos en la comida, vivimos más aislados con el móvil y eso nos perjudica, porque no contactamos con otras personas ni estamos en el modo de digerir bien; comemos leyendo correos, mensajes, viendo redes sociales... Eso, de alguna manera, impide que las secreciones sean las adecuadas para digerir. Si volviéramos a la forma más humana de comer mejoraríamos muchísimo nuestra salud.
¿Las agradables emociones de una buena comida son suficientes para que nuestro intestino no chille, sino que grite de alegría?
Obviamente, la forma de comer tiene muchísimo impacto; siempre se habla de los alimentos, pero la forma y el contexto de una comida tiene gran importancia. No solo en el trasiego mismo del alimento, sino también en nuestro contexto emocional. Si comemos estresados, sin saber lo que ingerimos, totalmente desconectados, eso provoca un impacto similar al de comer alimentos procesados o cualquier comida que nos sentara mal.
Se dice, “la mejor medicina es la buena comida”. ¿Es así?
No conviene reducirlo solo a la alimentación porque, aunque tenga impacto, si simplificamos todo a la comida, a comer bien, podemos tener, y lo veo en consulta, problemas digestivos, de salud en general. Es un pilar importantísimo; una buena medicina, pero no la única.
“El intestino es el que procesa todo lo que nos ocurre en la vida”
Las emociones son patrimonio del sistema nervioso, la defensa del inmunitario, ¿cuál es el rol del intestino más allá de la absorción de alimentos?
El intestino es como nuestro centro de equilibrio y el que procesa todo lo que nos ocurre en la vida, no solo lo que digerimos. Tenemos que ser conscientes, cada vez más, de que todo lo que nos sucede debe tener un proceso de asimilación, de gestión; todo lo que se oculta, sale en el cuerpo estresándolo, pero habitualmente más en el intestino por ser el centro de equilibrio.
"Lo más frecuente es encontrar problemas intestinales iniciados por estrés"
La microbiota es nuestro segundo cerebro. ¿Qué papel juega en las emociones? ¿O son las emociones, el estrés, el cansancio, la depresión… las que condicionan la salud intestinal?
Es una mezcla, porque ambas deben de estar bien. Si una de las dos realmente cojea, ya sea la función mas química a nivel cerebral o la desregulación del sistema nervioso, eso impactará en la variedad y función que tiene la microbiota, con lo cual tendrá impacto directo en el sistema inmunitario. Y si en la microbiota hay muchos patógenos y está debilitada, eso contribuirá a que, a través de sustancias nocivas que libera se inflame primero el intestino y después el cerebro por la conexión directa que hay de neurotransmisores, de nervio vago y de otras vías fisiológicas.
¿Son procesos psicológicos emocionales los que producen la patología digestiva o es al revés?
Es como dilucidar si primero es el huevo o la gallina. Hay que mirar el contexto de las personas porque he visto casos en ambas direcciones. Lo más frecuente es que los procesos acaben impactando más a nivel biológico, pero también he visto casos de alguna infección oculta que va desregulando todo el sistema y repercute, aunque el origen sea digestivo. Pero en nuestro entorno loco de prisas lo más frecuente es encontrar problemas intestinales iniciados por estrés.
La portada del libro de Inma Borrego.
Entre nosotros la fragilidad de la salud mental va en aumento, ¿es causa o efecto del estrés, de las prisas…? ¿Tiene algo que ver con el cambio en la forma de alimentarnos?
Al final la forma de alimentaros ha sido un poco la que ha acabado pagando los platos rotos. Hay personas por ejemplo con una vida un tanto caótica, que trabajan 12-14 horas diarias y comen lo que pueden, lo que pillan y siempre con el ordenador encendido. No sé si donde hay tanta ansiedad de base se debería cambiar radicalmente la alimentación, hay que tener cuidado. Soy partidaria de gestionar primero la ansiedad de base, porque alimentarse de esa forma es un modo de escape consecuencia de su vida ajetreada. Primero regular el estrés, la ansiedad, la forma de vida… para realizar después cambios de forma más natural y mayor tranquilidad; si no, quizá empeoraría la ansiedad.
"Soy partidaria de regular primero el estrés y la forma de vida, para realizar después cambios en la alimentación"
La medicina a veces trata nuestras enfermedades (cardiovascular, respiratoria…) como patologías aisladas. ¿Sería mejor un tratamiento más integrativo de la salud?
Sí. De hecho, lo que planteo en mi libro es volver a unir lo que nunca se debió de separar; aunque en ciertas patologías sea muy positiva la escala micro, no podemos perder de vista el contexto de la persona, porque eso influirá en muchísimas patologías. Endocrino, digestivo... entre especialidades debería haber más relación, porque normalmente casi todos los síntomas están conectados. Aparte de relacionarlos y formar una historia clínica integral habría que acercarse al contexto vital de esa persona. Porque por supuesto que todo tiene impacto. Por ejemplo quizá se empieza a desregular el intestino y eso desregula la tiroides y en la persona lo que se manifiesta es baja energía y la solución rápida suele ser una pastilla para la tiroides.
¿La situación de nuestro intestino es buen baremo de la salud global? ¿Sería conveniente tomar en consideración los gritos de nuestro tubo digestivo?
Una buena salud digestiva te da pistas de una buena salud global. Obviamente, que no tengas nada digestivo no te exime de otra patología, no me gusta caer en esos simplismos. Pero es el epicentro donde con más frecuencia vemos las alteraciones que tiene la mala alimentación y el estilo de vida tan acelerado e inconsciente que tenemos. Frecuentemente encontraremos esa relación, pero si hay otros síntomas aislados habría que analizarlos, aunque digestivamente estuviéramos bien.
Todos tenemos sistema nervioso, inmunológico y digestivo. Pero ¿a quiénes recomendaría con mayor énfasis su libro con y sus recomendaciones de salud integrativas?
Diría que con más énfasis a aquellas personas que, además son las que más atiendo en consulta, están perdidas, agotadas y cansadas de pasar de un especialista a otro sin saber qué más hacer, si tirar la toalla, resignarse o mirar desde otro ángulo. A esas personas, sin duda, este libro les ayudará a mirar todo desde un ángulo que a lo mejor no le habían explicado. También para personas con un diagnóstico, un tratamiento, pero que sienten que no es suficiente; o incluso, si no tienen diagnóstico, pero ven que algo no va bien, este libro le ayudaría muchísimo.