Viajar a otros países, especialmente fuera de Europa, implica exponerse a climas, microorganismos, alimentos y hábitos de higiene muy distintos a los que nuestro cuerpo está acostumbrado. Por eso, la mayoría de los casos de enfermedades del viajero se dan en personas que viajan a regiones tropicales, subtropicales o zonas con condiciones sanitarias menos controladas.
Es más frecuente en quienes se desplazan a países de Sudamérica, Asia, África o incluso Centroamérica y Caribe, donde las enfermedades transmitidas por insectos o alimentos contaminados son más habituales. Lugares como India, Tailandia, Indonesia, Vietnam, Perú, Brasil, Senegal o Kenia son ejemplos comunes donde estos riesgos sanitarios deben tenerse muy en cuenta.
Enfermedades más comunes fuera de casa
La diarrea del viajero es la afección más común y afecta a millones de personas cada año. Suele estar provocada por bacterias como E. coli o parásitos presentes en agua o alimentos contaminados. Aunque normalmente no es grave, puede provocar deshidratación, debilidad y arruinar buena parte del viaje. Se da sobre todo en países con escasa seguridad alimentaria o saneamiento.
En zonas tropicales y húmedas, los mosquitos son vectores de enfermedades potencialmente peligrosas como la malaria, el dengue, la fiebre amarilla, el virus del Zika o la chikunguña. En África occidental y partes del sudeste asiático, estos virus están muy presentes, y algunas vacunas o medicamentos profilácticos pueden ser obligatorios o muy recomendables.
También hay que prestar atención a enfermedades transmitidas por contacto con agua contaminada, como la esquistosomiasis, o por animales, como la rabia en zonas rurales de Asia o África. En muchas ocasiones, un simple baño en un lago puede suponer un riesgo si no se conocen bien las condiciones del entorno.
Preparación básica para evitar sorpresas
Para prevenir este tipo de problemas, lo mejor es preparar el viaje con tiempo. Es muy recomendable consultar al menos un mes antes en un centro de vacunación internacional. Algunas vacunas como la de la fiebre tifoidea, la hepatitis A y B, o la fiebre amarilla, pueden ser obligatorias para entrar en determinados países o simplemente muy aconsejables si se va a zonas rurales o se piensa consumir alimentos locales.
Además, llevar un botiquín básico de viaje puede evitar muchas complicaciones. Incluye productos para el estómago, antidiarreicos, analgésicos, protector solar, repelente de insectos, pastillas potabilizadoras y tiritas. También es importante tener suficiente medicación en caso de tratamientos crónicos y llevar una copia en papel o digital de la receta y el historial médico por si hiciera falta acudir a un centro sanitario en el extranjero.
Higiene, precaución y sentido común
Una vez en destino, aplicar medidas básicas de prevención e higiene puede marcar la diferencia. Hay que tener especial cuidado con el agua del grifo, los alimentos crudos, el hielo, los zumos naturales sin embotellar o los platos callejeros mal cocinados. Siempre que se pueda, conviene lavarse las manos con frecuencia, usar gel desinfectante y evitar tocarse la cara sin haberlo hecho.
El uso de ropa clara y de manga larga, sobre todo al amanecer y al anochecer, puede proteger frente a picaduras de mosquito en zonas de alto riesgo. Dormir bajo mosquiteras tratadas con insecticida en lugares donde no hay aire acondicionado también es una recomendación habitual.
Si aparece fiebre, dolor abdominal, náuseas, vómitos persistentes o cualquier síntoma fuera de lo habitual, es importante descansar, mantenerse hidratado y consultar a un médico en el lugar si el malestar no cede. En ocasiones, el cuerpo puede tardar días en reaccionar tras el contacto con la infección.
Cuidado tras volver a casa
Hay enfermedades que no se manifiestan de inmediato y cuyos síntomas pueden aparecer varias semanas después del viaje, sobre todo si el destino fue una zona de riesgo. La fiebre prolongada, la diarrea persistente, los dolores articulares o el cansancio extremo sin causa aparente pueden ser signos de una infección adquirida durante el viaje.
En estos casos, conviene acudir al médico y comentar todos los detalles: el país visitado, si se estuvo en zonas rurales, si se tomaron medidas de prevención, si se sufrió alguna picadura o accidente. Esto facilitará el diagnóstico, especialmente en enfermedades como la malaria, que puede evolucionar rápidamente si no se trata a tiempo.