A Guada Sánchez le encanta ayudar a las personas, sobre todo a las mujeres que lo necesiten porque han sufrido situaciones dolorosas en su vida, a conectar consigo mismas. “Muchas de las heridas surgieron con las cosas más simples y cotidianas, y por eso muchas veces no saben de dónde vienen. Cada interacción es una gotita que va llenando el vaso. Una gotita más de invalidación, de distancia o de desconexión que cae a diario y va formando la realidad”, explica esta psicóloga y sanitaria por la Universidad de Castellón y conocida en redes como @eyaspsicologia, donde ofrece una psicología sin tabúes para las mujeres. Por ello, se decidió a escribir Yo me transformo, un libro que busca ayudar a las mujeres a conectarse de nuevo con ellas mismas, emprendiendo un viaje profundo para entender cómo funciona su sistema nervioso, cómo se construyen las emociones, cuáles son los diferentes estilos de apegos, qué es lo que te regula y desregula, y cómo conectar con tu conciencia para aprender a ser tu mejor aliada, tu mayor cuidadora y tu propia cultivadora de autoestima.
Quién es
Guada Sánchez es licenciada en Psicología por la Universidad de Valencia, Máster en Psicología Aplicada por la Universidad de Castellón y sanitaria por la Universidad de Castellón. Se formó en Italia, Estados Unidos, México y Alemania. También ha colaborado, desde non profits, en México, para Save the Children; y en distintos centros de investigación, en Alemania, Australia y en Vietnam. Dirige el canal de divulgación de psicología y salud mental para mujeres @eyaspsicología, así como el pódcast homónimo, con más de 370.000 seguidores.
Las mujeres acuden, por lo general, a consultas de salud mental en un porcentaje mayor que los hombres. ¿Por qué suele ocurrir?
En general hasta hace poco tiempo no había una cultura popular de ir al psicólogo. Desde la pandemia del Covid se ha comenzado a hablar mucho más de la salud mental en las redes y en los medios. Y las mujeres hablamos más de las emociones. En este sentido, tenemos entre nosotras una mayor cultura que los hombres. Cuando las mujeres llegan a consulta hay más conversación que con ellos. Las mujeres nos abrimos más con nuestros sentimientos.
"Se ha comenzado a hablar más de la salud mental en las redes y en los medios"
En el libro Yo me transformo utiliza el femenino. Es un libro evidentemente a favor de la autoestima de la mujer, ¿pero no es en contra de los hombres o sí?
Para nada. Uso el femenino, pero también le doy la bienvenida a cualquier género que esté al otro lado leyendo. Mi paciente es mujer porque hago la terapia grupal con ellas. La relación terapéutica que se crea entre mujeres es muy bonita y esto se convierte en una parte fundamental en los procesos terapéuticos.
Tradicionalmente las mujeres han estado secundarizadas, un paso atrás. ¿Esto nos obligaba a interpretar roles que no eran mi yo misma?
Sí. ¡Claro, a muchos niveles! No era una cuestión solo cultural porque tenemos una cultura de la invalidación, no solo por el rol que te tocaba como mujer. Yo hablo mucho con mi madre y con mujeres de su generación; la mayoría de ellas se casaron con su primera pareja o, como mucho, con la segunda. No había un cuestionamiento de lo que iban a hacer, porque lo que les tocaba era casarse y ser madres; además, a nivel interno, no podían ser muy ruidosas ni salirse de la rigidez de lo femenino. A todos los niveles tenían que comportarse dentro de lo esperado, sin una crítica y sin tener esa sensación de estar fuera y de incomodidad. Debían comportante según lo esperado sin posibilidad de crítica alguna.
¿Poner máscara a la propia personalidad es una buena forma de sobrevivir siendo mujer? ¿O mejor quitarse máscaras y vivir tal cual eres?
Es una muy buena pregunta, porque creo que durante mucho tiempo sí lo ha sido. Hay que diferenciar lo funcional y lo sano. Porque muchas veces lo funcional es dañino, pero es lo que nos funciona en ese momento. Depende en qué situación estés, el ponerte una máscara te puede ayudar a sobrevivir. Pero lo que más te va acercar al bienestar es estar en conexión contigo misma y poder seguir con tus necesidades y límites en el momento en que están apareciendo; esa información como una manera de vida.
Propone un viaje instrospectivo al propio yo. ¿Es siempre positivo este viaje? ¿O podemos encontrarnos con algún yo no tan agradable?
Por supuesto, nos podemos encontrar con algún yo no agradable. Creo firmemente que parte del viaje interno va a implicar momentos de incomodidad; a mi modo de ver, puede ser uno de los momentos que más jugo o información nos dé sobre lo que no está funcionando bien. Lo que ocurre es que hay que decir a la lectora que esta incomodidez está formada en bienestar y merecerá la pena.
Desde el punto de vista fisiológico. ¿El fluir de emociones es igual en hombres y mujeres?
Desde el punto fisiológico sí. No hay estudios, a nivel emocional, porque las emociones son un inconsciente complejo. No se puede reducir a la genética y tampoco a la fisiología.
Desde el punto de vista familiar, social, educacional, ¿es muy diferente entre ellos/as?
Ahí es donde estaría la diferencia, la diferencia del mundo emocional entre la mujer y el hombre. La parte cultural va a hacer que su mundo interno sea distinto. Por otro lado, depende de las generaciones, aunque esto está empezando a cambiar, en tanto exista una cultura de género diferente, sea para lo que sea, esto vendrá de forma distinta, influido por la cultura.
Estimula para que cada una sea su propia mejor aliada y cuidadora. ¿Pero el aspecto social-comunitario ellos/as no interviene (para bien y para mal) en nuestras emociones?
Claro que interviene. Parte del gran desafío es que tenemos la imagen de hacer lo que en realidad todos quieren que hagamos. Se trata de cuestionar el estatus quo social con respecto a los roles de género. Nuestras abuelas vivieron en una dictadura y en ella estos roles estaban muy marcados; somos nietas de eso. Mi generación ha luchado contra eso y las que vienen detrás también, porque siento que eso está ahí. Es muy difícil, casi absolutamente imposible, estar fuera de tu contexto cultural. Parte del trabajo es crear un texto emocional, cultural cada vez más validante y funcional para todos y todas, teniendo en cuenta la diversidad. Vivimos en una sociedad en la que vamos a seguir influenciados por los roles de género. Yo creo que poco a poco tenemos que ir creando un sustrato emocional y cultural que nos permita cada vez estar en contacto con nuestra idiosincrasia, con nuestra parte única y encontrar el equilibrio ahí. Aunque estar fuera de nuestro contexto cultural es prácticamente imposible.
"La autoestima es una palabra que está muy devaluada"
Cultivar la propia autoestima está bien, ¿pero hasta cuánto? Porque conozco a personas con una autoestima/ego que si se caen de él se matan.
La autoestima es una palabra que está muy devaluada. Hay conceptos abstractos muy complejos que se utilizan mucho en los medios de comunicación y en las redes sociales y que al utilizarse tanto cada vez nos emborronan más. La palabra autoestima es una de ellas. Si definimos la autoestima como la capacidad para valorarse a una misma es muy funcional, aunque todo puede tener un punto no funcional. Si me valoro por encima de, en comparación a, usando estándares también puede ser disfuncional. Y es algo que hablo a menudo. Yo propongo más la autocompasión que el autovalor; autocompasión entendida como la observación del estado interno sin juicio.
En un mundo tan cruzado por el qué dirán, los memes y las redes metetes. ¿Es posible vivir sin máscara, sea él o ella?
Sí, es posible. Tampoco sería disfuncional que yo en un momento del día no enseñe cien por cien mi yo. Por ejemplo, en una interacción con alguien que está siendo muy maleducado, me sale ahora decirle ciertas cosas. A parte de que en ciertos momentos podamos intuir y medir si me está haciendo funcional sacar todo mi yo, estamos en un mundo que uno puede vivir sin máscaras siendo auténtico y satisfecho. El caso es el cómo. Hay que tener herramientas para saber exponerte ahí fuera sí, porque la invulnerabilidad te puede dejar en un lugar incómodo. La pregunta es ¿tengo herramientas para navegar sin incomodidad? El poder se puede.
¿A quién dirige su libro, solo a mujeres, a jóvenes, adultas, solteras, viudas… profesionales, amas de casa?
A todos, porque es un libro que te da la paz del autoconocimiento. La paz la implementaría en la escuela desde que somos pequeñitos, porque son las bases del apego, de cómo funciona el cuerpo; se lo recomendaría a todas las personas, incluidos los hombres.