Hoces del río Duratón, el espectacular cañón que esconde Segovia
La provincia de Segovia acoge las hoces del río Duratón, un paisaje esculpido por el agua y el viento que puede recorrerse a pie o en kayak. Sus paredes de roca y bellísimos meandros alojan una interesante fauna y visitas imprescidibles como la ermita de San Frutos
Segovia es especialmente famosa por su Acueducto romano, declarado por la Unesco –junto a su casco antiguo, donde destacan el Alcázar y la Catedral– Patrimonio de la Humanidad. Historia, arquitectura y cultura son excelentes reclamos turísticos en esta ciudad que recibe algo más de un millón de turistas al año. Pero aún hay más si salimos de la capital, porque la naturaleza es otro de los grandes reclamos de la provincia de Segovia.
La opción de seguir recorriendo y descubriendo nuevos lugares puede ser muy enriquecedora con destinos tan espectaculares como el Parque Natural de las hoces de río Duratón, una propuesta que además puede completarse con la visita de dos pueblos medievales: Sepúlveda y Pedraza.
Las hoces del río Duratón se encuentran en el noreste de Segovia y son una joya natural de gran interés y belleza, tanto por su riqueza arqueológica e histórica como por su naturaleza, plagada de espectaculares meandrosy farallones rocosos en los que habitan cerca de 700 parejas de buitres leonados, además de alimoches, águilas reales halcones peregrinos.
El parque comprende más de 5.000 hectáreas y unos 27 kilómetros de recorrido del río Duratón, que nace en la comunidad de Madrid, pero es en la zona de Sepúlveda donde su curso empieza a formar grandes paredes de roca y meandros, hasta llegar al embalse de Burgomillodo.
Cómo llegar
Aunque Sepúlveda es la localidad de referencia y desde allí parten algunas rutas por las hoces, hay que acercarse hasta Villaseca, a 13 kilómetros, para realizar el camino más sencillo y espectacular en este entorno: la ermita de San Frutos. Desde allí mismo, un cartel indica el camino a seguir por una pista de grava de unos 5 kilómetros que nos acerca hasta un parking habilitado. Dejaremos el coche allí para comenzar una breve ruta de apenas 1 kilómetro de ida y otro de vuelta.
El camino está muy bien indicado, y antes de llegar a la ermita un cartel nos invita a hacer un pequeño desvío para acceder a un mirador situado a 300 metros. Desde allí se pueden contemplar las hoces del río Duratón, con sus peculiares meandros, así como la ermita, que después visitaremos, desde otra perspectiva.
Retomamos el camino principal y tras cruzar por un pequeño puente de piedra una profunda grieta, llamada La Cuchillada, se asciende a la iglesia y monasterio de San Frutos, del siglo XI. Además de la ermita se pueden recorrer las ruinas del conjunto monástico y sus distintas estancias, como la cocina y el refectorio, así como un pequeño cementerio en el que se conservan varias tumbas antropomórficas. La capilla, salvo contadas excepciones, suele estar cerrada al público.
El paisaje, con su fauna y flora, es el gran protagonista de este lugar. Los acantilados erosionados por el río a lo largo del tiempo son ahora refugio de buitres leonados y otras aves rapaces, por lo que es muy recomendable acudir con prismáticos para ver sus vuelos e incluso intentar buscar en la roca pistas y rincones dónde anidan.
Esta es una de las rutas más sencillas y concurridas del parque natural, y puede hacerse con niños, siempre con precaución en los acantilados, pero hay otras muchas. Las más largas llegan a cubrir hasta 20 kilómetros de recorrido para adentrarse en el fondo del cañón, y para quien prefiera ir por el río puede hacerlo montando un kayak. Son muchas las empresas que ofrecen este servicio en los pueblos más cercanos.
Convento de La Hoz
Para seguir descubriendo otros lugares y ampliar la visita se puede volver a coger el coche y acercarse hasta Sebúlcor, localidad de referencia para conocer el entorno del Convento de La Hoz. Salimos por la plaza Fragua y giramos a nuestra izquierda buscando la pista de grava que nos lleva hasta el parking que se encuentra a apenas a 100 metros del mirador del convento de Nuestra Señora de la Hoz.
Las ruinas del monasterio se sitúan en una pequeña lengua de tierra junto a un espectacular meandro formado por el río Duratón. Es una de las hoces más cerradas y eso lo convierte un lugar impresionante.
Sepúlveda y Pedraza
Quien disponga de más tiempo y quiera completar esta salida al Parque Natural las hoces del río Duratón puede disfrutar de un viaje en el tiempo visitando las bonitas villas de alrededor.
Sepúlveda está considerada una joya medieval muy bien conservada. Situada sobre una enorme peña que asoma al río Duratón, fue durante siglos un enclave fundamental en la Historia de Castilla. Recorriendo sus calles, la Plaza Mayor, sus iglesias o sus restos amurallados, se puede regresar mentalmente a su pasado medieval. Cabe destacar que en la Edad Media llegó a tener 15 iglesias, y entre las que han llegado hasta nuestros días, destacan la de El Salvador, por ser el edificio románico más antiguo de Segovia, y la Iglesia de Nuestra Señora La Virgen de La Peña, con una cripta bajo el presbítero.
Por su parte, Pedraza es otra de las villas medievales mejor conservadas de la península y cientos de visitantes se acercan hasta allí cada fin de semana para recorrerla por su cuenta o con las visitas guiadas que ofrece el Ayuntamiento. Como ocurre con Sepúlveda, solo con pasear por su calles empedradas da la sensación de que el tiempo se ha detenido en la Edad Media.
Entre sus atractivos destaca la Plaza Mayor; la Cárcel de la Villa de Pedraza, que data del siglo XII; la iglesia de San Juan Bautista; o su Castillo, construido en el siglo XIII en una ubicación estratégica sobre fortificaciones previas de romanos y árabes.
Gastronomía
Para terminar y reponer fuerzas nada mejor que sentarse en uno de los restaurantes de la zona y degustar su gastronomía.
Si hay un plato estrella en el menú segoviano ese es el lechazo asado en horno de leña. Tampoco hay que olvidar los platos de cuchara como los judiones de La Granja, el cocido o la sopa castellana; y en el apartado dulce, la recomendación es un ponche segoviano, un postre tradicional que consiste en un bizcocho humedecido en almíbar, relleno de crema pastelera y cubierto por una capa de mazapán y azúcar glas. Un broche de oro para terminar esta ruta por Segovia.
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