Pueblo cántabro de tradición marinera, famoso por sus palacios y conocido como la Villa de los Arzobispos, Comillas se enganchó a la modernidad cuando su vecino ilustre e indiano Máximo Díaz de Quijano encargó a Gaudí una residencia que hoy funciona como casa museo y es conocida como el Capricho, que transformó a la localidad cántabra en el campo del movimiento artístico modernista con su mezcla de estilos, formas y materiales.

Antes de construir El Capricho, Gaudí ya había trabajado en otras dos obras a instalar en Comillas, pues diseñó los muebles de la capilla–panteón de Sobrellano y los ahora inexistentes kioscos chinescos para los jardines de la Casa Ocejo. El Capricho es una de las obras más reconocibles del catalán tras la Sagrada Familia, el Parque Güell y la Casa Vicens de Barcelona.

Una de las escasas obras de Gaudí situadas fuera de Cataluña, el Capricho de Comillas, que está abierto al público todo el año y cuenta con visitas guiadas, es desde 2010 una casa museo que el arquitecto levantó en su juventud y que se abre al modernismo aunque mantiene algunas líneas del estilo neogótico. Se concibió como una casa familiar tradicional, pero abierta a las corrientes higienistas y naturalistas de la época, levantada para seguir el movimiento del sol y poder captar su luz. Por algo a Gaudí le denominan algunos críticos de arte como “el arquitecto de la naturaleza”.

Además de su torre de inspiración persa, los originales trabajos en hierro forjado y la mezcla de colores y materiales del edificio, en su recorrido exterior e interior te topas con palmeras, alondras, mirlos, laureles y hasta un jardín de invierno, además de múltiples metáforas musicales en sus elementos artísticos, ya que Quijano era un gran aficionado.