Las entrañas de la tierra son el refugio de seres aterradores, que paralizan con solo mirarlos y que causaban pavor a quienes se asomaban a sus feudos subterráneos. Uno de ellos es una descomunal serpiente que habita en el inframundo y se asoma a la superficie por determinas cuevas y dólmenes ubicados a lo largo y ancho de Euskal Herria: se trata de Sugaar.
Una de las moradas de este ser aterrador es una cavidad que se ubica en el interesante complejo kárstico de Indusi, en tierras de la localidad bizkaina de Dima, y que hoy proponemos conocer.
Aparcamos junto a la ermita de San Francisco de Olabarri, en Indusi, y comenzamos el paseo cruzando el río por un puentecillo frente al templo para dirigimos hacia unas casas. Alcanzamos un desvío a la izquierda, en dirección a las cuevas de Baltzola y caserío Gibeltar, volviendo a cruzar el arroyo.
La pista asciende hacia este baserri y donde termina vemos un sendero que desciende hacia la derecha y que debemos seguir. El karst se nos presenta en su máximo esplendor, un paraje de alto interés ecológico y geológico,que le llevó a integrarse en los límites del Parque Natural de Urkiola. Un auténtico laberinto de galerías subterráneas que hacen las delicias de los espeleólogos.
Tras cruzar una portezuela, el sendero se mete en el bosque y cruza un arroyo antes de subir una cuesta, donde encontramos el primer elemento mítico del recorrido: el puente de los jentiles, Jentilzubi. Un arco natural que, al parecer, fue la entrada de la cueva de Baltzola, que se localiza próxima. La cavidad llegaría hasta este punto, pero se derrumbó esta zona, quedando tan solo el arco de acceso.
La mitología nos cuenta que los gigantes míticos vascos, los jentiles, lo utilizaban como puente para pasar desde un lado a otro de la montaña. Precisamente en uno de los laterales del puente se ubica el yacimiento arqueológico de Axlor, hacia el que nos dirigimos. Para ello, pasamos bajo el arco de piedra y seguimos subiendo; trazamos una pronunciada curva en el camino y salimos a un rellano con indicaciones hacia Axlor. Una estrecha senda, donde hay que extremar las precauciones, nos llevan al yacimiento.
Depósito paleolítico
Una verja salvaguarda este importantísimo depósito arqueológico, que descubriera don José Miguel de Barandiarán en 1932 y excavado por el propio sabio de Ataun entre los años 1967 y 1974, para retomar las excavaciones en el 2000 y 2007. Data del paleolítico Medio o Musteriense, -150.000-40.000 a.C.-. En las excavaciones se estudiaron tanto restos humanos, como industrias líticas y óseas, residuos de fauna de gran y pequeño tamaño, sedimentos, pólenes y carbones. Es uno de los pocos yacimientos peninsulares que albergan restos de neanderthales; su secuencia de niveles más reciente está datada por la técnica del carbono 14 en torno al año 42.000 a.C.
Retornamos al cruce señalado y continuamos ascendiendo por la pista, que se suaviza pasados unos metros. Llaneamos por ella 500 metros, dejando de lado un cruce a la izquierda que baja hacia la cueva de Baltzola y que tomaremos al regreso, hasta un precioso rincón junto al río que invita a descansar un rato. Cruzamos el regato por un puente y ascendemos hasta el barrio de Baltzola. Esta barriada, perteneciente igualmente a Dima, presenta un bonito conjunto de caseríos y la ermita de San Lorenzo. Retornamos por el mismo camino hasta el desvío que hemos evitado a la ida y que desciende hasta la caverna. Pero antes de acceder a la morada de Sugaar, podemos desviarnos unos metros a la derecha y disfrutar del espectáculo que es el llamado túnel de Abaro. Un paso horadado en la roca por el regato, que forma un curioso túnel natural.
Ahora sí, llegamos hasta la entrada de la cueva de Baltzola, una de las moradas de la descomunal serpiente Sugaar. Genio conocido con otros nombres como Sugar, Suarra, Sugarra o Sugoi, tiene sus habitáculos en varias cavernas, como Suggarzulo en Balerdi, Kuutzegorri o Arrateta; en las simas de Agamunda en Aralar, o en el dolmen de Lalastra en la localidad alavesa de Salcedo, además de en este paraje en que nos encontramos. Una conocida leyenda nos habla de esta caverna:
El Sugoi de Baltzola
“Dos hermanos vivían en un caserío de Bargondia, en la localidad bizkaina de Dima. Un día vieron a Sugoi en la cueva de Baltzola, que se localiza en aquellos parajes. El menor de los hermanos, le cortó la cola a Sugoi de una pedrada. El mayor, más compasivo, no aprobó esta conducta de su hermano. Más tarde hallándose, este último sirviendo como miliciano en tierra de moros, afectado por sentimientos nostálgicos, fue transportado instantáneamente a la cueva de Baltzola por un hombre misterioso. Al despedirse en la boca de la cueva, su bienhechor le dio una caja llena de oro para él y un ceñidor rojo para su hermano. Este no quiso ponerse el ceñidor y lo ataron a un nogal y no quedó en su lugar más que una sima profunda.”
La entrada es espectacular; un paso entre las rocas a la izquierda da paso a una enorme sala, donde es habitual ver a escaladores desafiando la gravedad.
En esta cueva mora igualmente la diosa Mari, de la cual es marido el propio Sugaar. Tienen dos hijos: Atarrabi, representante del bien y Mikelats del mal. Desde el mismo vestíbulo, vemos a la izquierda una salida, que tomamos y que nos devuelve a la pista por la que retornamos al punto de partida siguiendo la ruta de la subida.
FICHA PRÁCTICA
- ACCESO: El punto de partida del paseo será la ermita de San Francisco de Olabarri, a la que llegamos por la carretera BI-2543, que une Dima y Otxandio. Desde cualquiera de los dos pueblos, tomamos esta vía hasta dar con un cruce, donde señala el desvío hacia la propia cueva de Baltzola y barrio de Indusi. Nada más tomar la bifurcación, encontramos la citada ermita.
- DISTANCIA: 4,2 kilómetros
- DESNIVEL: 130 metros
- DIFICULTAD: Media