El vasco-venezolano Ernesto Gainza reconoce que aún no ha superado el miedo que pasó cuando logró en Dubái la pasada primavera un atrevido récord del mundo: saltar desde un avión con el paracaídas más pequeño jamás fabricado. “Llevaba una visera negra porque no quería que la gente me viera la cara de susto...”, admite este experto paracaidista de 35 años.

El pasado 5 de abril descendió desde 4.500 metros a 140 kilómetros por hora con un paracaídas de 3,1 metros cuadrados y llegó a soportar una fuerza de gravedad de 6,5 G, similar a la que se enfrentan los pilotos de aviones en vuelos acrobáticos. “Hay muchas cosas que realmente pudieron haber salido mal a pesar de que iba equipado con lo mejor de lo mejor, incluso con una computadora que abría el paracaídas de reserva en el caso de que me desmayara en el aire”, asegura Gainza.

Sin embargo, todo salió bien. Nada más tocar tierra un representante del libro Guinness de los récords entregó al paracaidista el correspondiente certificado con su marca, que anteriormente estaba en manos del brasileño Luigi Cani, quien le ayudó a superar la prueba.

Gainza, vicegerente del centro Skydive Dubái, que permite hacer saltos sobre la impresionante isla artificial de La Palmera, practica el paracaidismo desde 2003, cuando, tras lanzarse al vacío dejó aparcada la tabla de surf. “Siempre me ha gustado la velocidad y soñaba que caía muy rápido. Hacía surf en Venezuela y un amigo me recomendó el paracaidismo. Entonces vivía en Inglaterra, y una de las veces que estaba bien de dinero lo probé y realmente me gustó, fue un enamoramiento inmediato”, señala.

Radiografía sobre su vida El paracaidista nació en la ciudad venezolana de Valencia, su padre es vasco y residió durante seis años de su vida entre Madrid y Barcelona. Pese a estudiar Derecho en Maracay (Venezuela), optó por dedicarse a lo que verdaderamente le apasiona: enfrentarse al espacio entre un avión y la tierra con un pequeño trozo de tela. Hoy mantiene que puede ingresar lo necesario para vivir bien gracias al elevado nivel profesional que ha alcanzado, que incluso le ha permitido ser instructor de militares en Venezuela, España y la República Checa. Desde hace tres años reside en Dubái, ciudad que considera como la “más adecuada para las personas que buscan oportunidades y quieren invertir” a medio o largo plazo, y, aunque no olvida Venezuela, desearía volver al Estado español o a Eslovenia, la tierra de su mujer.

Gainza, que ha llegado a aterrizar sobre un globo aerostático y a protagonizar otras hazañas que no puede contar “porque son ilegales”, ya tiene su punto de mira en un nuevo récord. “Es posible bajar la marca entrenando, con mucho esfuerzo y siendo consciente del peligro que se asume. Por cada dos pies cuadrados (0,18 metros cuadrados) que se reduce la superficie, el riesgo aumenta un 15%. No digo que no sea posible, aunque antes de intentarlo tendré que pedirle permiso a mi esposa...”, concluye.