Bilbao. COMO siempre sucede en Euskadi, todo surgió alrededor de una mesa. Durante una de las comidas que celebra la asociación Amigos de la Boina de Bizkaia, en el restaurante Currito de Santurtzi los primeros lunes de cada mes, a alguien se le ocurrió la idea de regalarle una txapela al Papa Francisco. "Si al Papa Ratzinger le dieron un tricornio de la Guardia Civil, ¿por qué nosotros no podíamos obsequiarle a este Papa con una txapela, que es uno de nuestros símbolos". Quien hace esta reflexión es Borja Bilbao, el miembro más joven de la asociación y jefe de la expedición que estos días se encuentra en Roma para entregarle una boina a Jorge Mario Bergoglio, el máximo responsable de la Iglesia católica en la tierra.

Hasta la capital italiana se han desplazado diez personas, todas santurtziarras menos una, que es de Zierbena. "Tenemos a todo el pueblo pendiente", dicen. Allí estarán, en primera fila y con una gran ikurriña, los Amigos de la Boina a la espera de que Francisco I se pare para ponerse la txapela, como en su día hizo Ratzinger con el tricornio. El Papa está avisado.

Esta curiosa iniciativa de presentarse ante el Papa con una txapela partió de Borja Bilbao, un joven de 31 años, enamorado de la boina desde que era pequeño, desde que bailaba en un grupo de danzas de Santurtzi. Así que en cuanto tuvo conocimiento de que existía una asociación, se apuntó sin dudarlo, incluso antes que su padre, que también usa boina. "Solo llevo un año en la asociación", dice Borja, "pero me animé a plantear la idea porque el Papa Francisco parece un hombre humilde y bonachón". Cuajó enseguida la idea entre los miembros de Amigos de la Boina. Tanto es así que en un principio se apuntaron más de quince personas. Eso fue hace dos meses. Y desde ese mismo día, Borja se puso a realizar gestiones. "Lo primero que hice", recuerda este joven santurtziarra, "fue escribir al Vaticano para contarles lo que queríamos hacer y me contestaron que tenía que rellenar un formulario y enviar una carta de recomendación".

Carta Rellenó el formulario y buscó el salvoconducto hacia El Vaticano muy cerca de casa, en la parroquia San Jorge de Santurtzi. "El párroco, don Jesús, escribió una carta muy bonita", cuenta Borja. Pero antes de enviar la documentación también se pusieron en contacto con el Obispado. "Les pareció una idea estupenda, pero nos dijeron que ellos no podían hacer una carta de recomendación", señala. "Lo que sí nos ofrecieron", prosigue Borja contando la historia, "es que si no podíamos ir a Roma, desde el Obispado se comprometían a enviar la txapela al Vaticano a través de la valija diplomática". Pero no ha hecho falta utilizar el camino oficial. Un mes después aproximadamente de enviar la petición, Borja recibió noticias de Roma. "Nos contestaron que sí, que podíamos acudir a la audiencia general que el Papa ofrece todos los miércoles en el exterior del Vaticano". Eso significaba que les reservaban sitio o "boletos", como se denomina en la jerga vaticana, para presenciar el paseo que hace el Papa en la explanada antes de celebrar la misa ante miles de fieles. A partir de ese momento reservaron el viaje. "La pena", señala Borja, "es que muchos miembros de la asociación que estaban ilusionados no han podido venir por motivos de trabajo". Quizá por eso, la presencia en la expedición es mayoritariamente femenina, aunque hay que aclarar que ellas también son socias de Amigos de la Boina. Ellas, al igual que los hombres de la asociación, se reúnen una vez al mes en el restaurante Currito. Difieren en el día. Las mujeres lo hacen los primeros martes de cada mes. Así que la expedición santurtziarra está compuesta por Mari Carmen Alcedo, Ana Jaio, Soledad Mendicote, Puri Ruiz Aretxaga, Sara Auzokua, Aurori Obregón, Rosa Gil y Amelia Mena. La representación masculina de la asociación corre a cargo de Borja y de su aita, Guido Bilbao. En casa se ha quedado con pena Pablo Vélez, presidente de Amigos de la Boina de Bizkaia, pero espera que sus compañeros puedan cumplir felizmente el objetivo que se marcaron el pasado mes de octubre.

Ikurriña

El grupo capitaneado por Borja se encuentra en Roma desde el pasado domingo. "Ya hemos estado inspeccionando la zona por donde pasa el Papa", contaba ayer vía telefónica el jefe de la expedición. "Nos vamos a poner cerca de la barandilla con una gran ikurriña para que se nos vea bien", decía. Esperan, por tanto, que al Papa le recuerden que hay un grupo llegado desde un pequeño pueblo de Euskadi que le quiere hacer un singular obsequio. "Tenemos preparada una txapela en plan regalo, en un estuche, acompañado de una llavero, y otra suelta para que se la ponga delante de nosotros". En caso de que no puedan dársela durante la audiencia general, un miembro de la oficina del papa, "un argentino muy amable", le prometió a Borja que se la entregarían después de la misa. Será todo un milagro.