La imprevisibilidad ha sido la última década la tónica dominante en Catalunya. Y lo es incluso ahora que su escenario político puede virar de rumbo. O no. Todo está en el aire a escasas horas de que se abran las urnas y tras una campaña en la que ha quedado evidenciado el riesgo a una repetición electoral ante los vetos cruzados y la fragmentación de un Parlament que puede resultar incluso más ingobernable que durante toda la travesía del procés. El horizonte presenta tres alternativas: una mayoría independentista que esta vez, según los sondeos, no parece predecible; un tripartito de izquierdas donde Esquerra se vería obligada a respaldar a Salvador Illa, a quien todas las encuestas le proclaman ganador; y un gobierno que evoque a la antigua sociovergencia en caso de que Junts avale al PSC, que es mucho decir a expensas de cómo acabe esta batalla electoral tan particular Carles Puigdemont, que lo mismo se gana el derecho a ser restituido al frente de la Generalitat. Bajo el prisma estatal se encuentra la necesidad de Pedro Sánchez de que esta convocatoria caiga de su lado y le refuerce de cara a las europeas, mientras el PP trata de dar el sorpasso a Vox y erigirse en cuarta fuerza, para lo que ha tirado de los mismos mantras que la ultraderecha. Otra derecha radical, que se dice independentista, Aliança Catalana, puede irrumpir como el invitado inesperado en el tablero, al tiempo que los comunes –a los lomos de Sumar y ya no de Podemos– apuntan a pagar el hecho de haber dejado caer el gabinete de Pere Aragonès. A Ciudadanos solamente le queda por firmar su necrológica política pasando en siete años de ser la marca más votada a la extinción.

Puigdemont se dio ayer un baño de masas en Elna. | FOTO: EFE

La amnistía de la que tanto se debatió las semanas precedentes, sobre todo en el Estado, ha quedado apartada de la discusión en el feudo donde más se van a notar sus efectos. Sobre todo en cuanto vuelva Puigdemont, que dijo hacerse a un lado si los números no le acompañaban en las urnas. Arremangado desde la Catalunya Nord, sin entrar a rebatir cara a cara con ningún otro candidato, el president en el exilio ha centrado su estrategia en convertir esta cita en un duelo a dos entre Illa y él, descartando de plano al líder de ERC. Ayer mismo arengó a los suyos con el objetivo de movilizarse para “derrotar al bloque de hierro del 155 formado por el PP, el PSOE y sus aliados” y evitar así un “Govern supeditado”. “El voto de este domingo tiene que servir para decirle a Europa y al mundo que estamos aquí, de pie, que no nos han doblegado, y que, armados con las cuatro banderas de la libertad, la justicia, la democracia y los derechos individuales y colectivos seguiremos por este camino que empezamos para construir nuestro sueño de la independencia para hacer un país mejor”, verbalizó el candidato de JxCat, que reivindicó sin complejos la herencia convergente y dio carpetazo desde Elna entre una gran afluencia de militantes y simpatizantes. “Cada voto independentista que se quede en casa estará favoreciendo y facilitando un Govern presidido por un encargado del Gobierno español, que recibirá las instrucciones de Madrid”, advirtió.

Illa y Sánchez, en el acto de cierre de campaña en Barcelona. | FOTO: EFE

En el programa de Junts, la palabra independencia aparece mencionada 18 veces y financiación, 57. Disponer de una Hacienda catalana y un Concierto Económico a la vasca ha ocupado más espacio incluso que el referéndum en esta contienda donde ERC confía en frenar el golpe, afeando a los de Puigdemont que “se hayan adherido a las mismas propuestas” que llevan ellos haciendo muchos años. “Miran qué hacemos nosotros y, entonces, se apuntan”, recalcó Aragonès, que ha tratado de profundizar en el perfil social de su mandato y de reiterar que son el partido que está “al lado de la gente”. Nombró, en concreto, tres apartados: la negociación con el Estado propugnada por Esquerra frente a la confrontación de Junts; el modelo de financiación “singular” para que la Generalitat recaude y gestione todos los impuestos; o la lupa puesta en el día a día de su gobierno tras ser abandonado por su compañero de viaje en octubre de 2022. Aragonès ha evitado siempre referirse a los pactos poselectorales porque “lo relevante es el qué”.

Feijóo acompañó a Fernández en el mitin de L’Hospitalet. | FOTO: EFE

La carta ultra

Por su parte, la CUP, en plena reformulación interna, y con Laia Estrada al frente, no está dispuesta a prestar su aval, de ser necesario, bajo los mismos parámetros de las últimas ocasiones. “Tenemos muy claro que Aragonès, Puigdemont e Illa se pondrán de acuerdo para que nada cambie”, aseveró ayer, definiendo esa ecuación como “el intento de consolidar la sociovergencia republicana como un modelo de gobernanza para el país y que actúa como un freno clarísimo ante nuestras aspiraciones sociales y nacionales”. Para más inri, la formación anticapitalista ha tenido que esforzarse en diferenciarse de la emergente Aliança Catalana porque “el nuestro es un voto (que contiene también buenas dosis de descontento) antifascista”. “Que entre nuestro diputado significa que no entre uno de extrema derecha, independientemente de la bandera detrás de la que se esconda”, argumentó, de ahí el cordón sanitario que todos los partidos (menos PP y Vox) han suscrito comprometiéndose a no apoyarse en la marca de Silvia Orriols.

En este contexto, Illa persigue la victoria más amplia posible, a diferencia de la anterior vez, para poner sobre la mesa que es la única alternativa. A expensas de averiguar la influencia de aquella reflexión personal de Pedro Sánchez, que se ha volcado en esta campaña y que sirvió para alejar el caso Koldo, el PSC ha ido soltando hipótesis distintas desde el pistoletazo de salida: ha hablado del tripartido, de tantear a Junts y hasta de gobernar en solitario. Tanto, que parece tener diseñado hasta el organigrama, restitución de Trapero al frente de los Mossos incluida. El exministro sostuvo que quien rechaza el referéndum “es la sociedad catalana, harta de divisiones y de pedir que se aborden los problemas reales”. La política de la reconciliación de la que tanto sacan pecho en Moncloa, aunque Illa sabe que solo sumaría aliándose con el soberanismo, del color que sea, que le exigirá otras demandas. “Según todas las encuestas, la opción de abrir un tiempo nuevo me corresponde liderarla a mí“, dijo con aire pretencioso, “y espero que no haya una actitud de bloqueo”. Tampoco Alberto Núñez Feijóo se ha bajado del autobús en su respaldo al popular Alejandro Fernández, que de entrada no era su candidato y que urgió a “abandonar el voto socialista que busca apuntalar el gobierno débil de Sánchez”.

¿Habrá moviola? Es el gran temor que se cierne sobre Catalunya.