Para Oskar Matute (Barakaldo, 1972), la investidura de Pedro Sánchez es el inicio de una legislatura que EH Bildu entiende como una “oportunidad histórica”. Este tiempo político, que está por escribir, se asienta a su vez sobre un trabajo tejido en los últimos cuatro años.

En el debate de investidura expresaron su confianza en que Pedro Sánchez sabrá “aprovechar esta ocasión”. Y su réplica les satisfizo.

—Fíjese hasta qué punto creemos que estamos ante una oportunidad histórica, que de alguna manera se percibió en muchísimas de las intervenciones. En concreto, por ejemplo, el propio portavoz del PNV, Aitor Esteban, señaló que viendo cómo estamos ahora, no sabía si habría sido mejor una ruptura que la Transición. Todas ellas denotan que estamos en una encrucijada histórica. Sánchez tiene que ser muy consciente, y parece que lo es, porque habilidades tiene para sobrevivir a escenarios adversos, de que no tiene otra posibilidad para seguir gobernando y desde su óptica seguir transformando el Estado español, que hacerlo de la mano de las fuerzas soberanistas de Euskal Herria y Catalunya. Como bien suele decir mi estimado Gabriel Rufián, tenemos que empujar al PSOE, porque muestra poca voluntad a emprender, salvo cuando se ve obligado o le empujamos a que lo haga.

Sánchez habló el jueves de interpretar la Constitución “con arreglo al espíritu del tiempo vigente”, y de la “capacidad de adaptación” del texto a “una realidad mutable”. Eso es muy amplio, pero cambia el marco.

—Sobre todo mantiene abierta la ventana de oportunidad, tanto para introducir cambios que redundaran en las condiciones de vida de la ciudadanía de Euskal Herria y en nuestra propia articulación como pueblo o nación. Hemos conseguido el concurso inexcusable e imprescindible de las fuerzas soberanistas. Es verdad que esas palabras de Pedro Sánchez cabe interpretarlas en su hondura o profundidad, pero es importante que se hable de la no inmutabilidad de la Constitución española, que hasta hace poco, lo conocemos bien aquí, se nos presentaba como las tablas de Moisés, un texto esculpido en piedra que no se podía tocar. Ahora ya empezamos a reconocer que la Constitución tiene que adaptarse al contexto y a la voluntad ciudadana.

En la interpretación del texto...

—He participado en más de una ponencia de autogobierno en el Parlamento de Gasteiz. Y siempre ha habido posiciones y propuestas que planteaban caminos de refuerzo del autogobierno e incluso de poder articular la expresión la de la ciudadanía vasca mayoritaria dentro de los textos legales. Tampoco va a tener que partir de cero. Creo que hay textos, trabajos y estudios que señalan vías que se pueden transitar. Estamos en ese tiempo y es importante que podamos dar normalidad a ese debate irresuelto por la voluntad de un dictador, que consagró una Transición, la del atado y bien atado, en el marco territorial. Tampoco quisiera transmitir la sensación de que esta es la tarea que tiene esta legislatura únicamente. Tenemos que seguir avanzando en derechos sociales.

¿Cuáles son las contrapartidas a EH Bildu? ¿O no se pueden enunciar? Porque cesiones y condiciones siempre hay en política.

—Lo que pasa es que en política también hay maneras de estar y hacer diferentes. Dijimos que nuestro principal cometido era parar a la extrema derecha, porque se llevaría por delante nuestros derechos y libertades. Pedimos el voto para posibilitar que en el Gobierno resultante quedara excluida la derecha extrema del Partido Popular y la extrema derecha de Vox. Pero también señalábamos que la investidura no era más que el arranque de un proceso en el que va a haber que discutir y negociar, porque no vamos a renunciar nunca a marcar nuestra impronta, y dejar patente nuestro sello, vinculado a la defensa de más derechos sociales, mejoras a la clase trabajadora y avances en el reconocimiento nacional. Va a haber un montón de momentos en los que los 6 votos de Euskal Herria Bildu van a decantar la balanza de la posibilidad de que eso vaya adelante o no.

En la legislatura pasada se produjo el acercamiento de presos. ¿Esta es la de las excarcelaciones individuales y revisiones penitenciarias?

—Tiene que ser una legislatura, y así se lo hemos transmitido al PSOE, en la que se registren avances palpables, contantes y sonantes en paz y convivencia, en derechos sociales y laborales, y en reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado. Esas son las tres líneas en las que vamos a trabajar, y en las que nuestro trabajo tiene que conseguir que los ciudadanos y ciudadanas visualicen lo que hemos avanzado. ¿En una medida u otra, cuando estoy hablando de un proceso dinámico? No es que no me parezca oportuno, es que no se puede, yo no le puedo decir ahora cuáles van a ser las resultantes.

¿El Ayuntamiento de Iruñea está en la ecuación?

—Yo creo mucho en la democracia directa y participativa, y me parece que lo que tenga que suceder en Pamplona tiene que venir de Pamplona. No me parecería la mejor solución que desde una calle Ferraz sitiada o en otro lugar decidiéramos lo que se tenga que hacer en Iruña o en otra institución de Euskal Herria. Tiene que ser desde Iruña desde donde partan, si tienen que partir, esas iniciativas. En todo caso, lo que tendrán que hacer instancias que no son Iruña será respetarlo o no obstaculizarlo.

¿Cree que las protestas ultras en Ferraz se van a agotar en sí mismas?

—Las dantescas y grotescas imágenes que nos está deparando la extrema derecha son dignas de estudio, y probablemente de chanza. Pero hay una parte que no debiera provocarnos tanta risa, y es cómo se exhibe sin rubor y sin tapujos, en un número no menor que hace diez o quince años. Es preocupante. Ese poso denota que el fascismo en el Estado español no desapareció, hibernó, y ahora ha decidido salir de sus cuevas para mostrarse orgulloso de lo que es, y eso hay que combatirlo siempre, no creo que con el fascismo quepa ni la contemporización ni el desdén.

La presión ultra también apunta a la monarquía.

—Todo esto tiene un cierto punto distópico. Ver a la policía pegando a la derecha, a los ultraderechistas gritar “los Borbones a los tiburones”, o las banderas españolas agujereadas.

Conexión histórica con timbre falangista.

—A quienes nos sentimos republicanos no nos vale ningún rey. Yo lo que veo en esta ultraderecha es que ahora parece que no les vale este rey. Quizás anhelan que sea Froilán.

Ya se habla de una ruptura de Podemos y Sumar. ¿Esto puede afectar a la producción legislativa?

—No debiera ser así. A mí no me agrada que la izquierda española siga sin superar su cainismo atávico, porque creo que es bueno que exista fuerte y se puedan tratar de igual a igual con una izquierda vasca fuerte. No me agrada ver el divorcio evidente que se ha producido ya entre Sumar y Podemos. Esto no tendría que llevar a que esta legislatura sea menos productiva en avances y derechos sociales, porque hay peso en las izquierdas soberanistas como para que podamos seguir empujando al Partido Socialista hacia unos mayores niveles de valentía y audacia que los que acostumbra. Porque esas medidas obedecen mejor a los anhelos de la mayoría de la ciudadanía, al menos de las clases populares, para que se dignifiquen sus condiciones de vida, con una intervención decisiva de la política en la economía, para que la primera mande en la segunda.

Pero esta vez Junts forma parte de la suma.

—Y el PNV.

Pero el PNV ya estaba en la anterior legislatura.

—Y tuvimos dificultades con el impuesto a las grandes fortunas o en otros asuntos, pero aun así pudimos hacer cosas. ¿Alguien diría que no hubo una pulsión hacia una ampliación de derechos sociales y laborales? Creo que nadie. Si se pudo hacer, de la mano también del PNV, ¿por qué ahora tenemos que temer lo contrario si se referencian como partidos simbióticos o equivalentes?