MUY campechano y de gran corazón. Así recuerda a Xabier Arzalluz el responsable del batzoki de Indautxu, Iñaki Barcena Sarria. De él conserva miles de brillantes frases. “Era un tío con un par de narices. No le importó no ser políticamente correcto”, lanza. Barcena tampoco olvida el menú que más pedía: sopa de ajo y merluza con pimientos. “Iba a comer a Valparaíso, se sentaba en la mesa y al cocinero que estaba le decía: sácame el menú mío”. Así era Arzalluz, genio y figura. “Le admiraba”, admite.
La noticia de la muerte del dirigente jeltzale ha calado en la sociedad vasca; en los batzokis que ayer visitó DEIA no hubo ni uno que no alabase su fortaleza, su fuerza y su tesón. “Es insustituible. Como él no habrá nadie”, repetían. Iñaki destaca que Arzalluz ha sido un personaje único, orgulloso de ser vasco y muy culto que defendió a Euskadi en España, siempre con la cabeza alta. En su homenaje, el batzoki de Indautxu ofrecerá hoy ese menú que tanto pedía Arzalluz. “Era un monstruo que nos dio tantas lecciones. Solía decír: Si las cosas están bien para qué cambiarlas. Hay que cambiar lo que está mal. Todo lo contrario a lo que se hace. Mañana (por hoy) comeré su menú en su honor”, lanza emocionado Iñaki.
Los silencios de un líder
“Un animal político, con carácter, con argumentos y las ideas claras. Un hombre que huyó de ser protagonista y que solo quiso trabajar por conseguir lo mejor para Euskadi”. Piru Azua compartía ayer confidencias con algunos de sus amigos en el batzoki de Abando. Así, recuerda un mitin que en plena clandestinidad ofreció Arzalluz en los Jesuitas de Deusto. “Yo era muy joven”, comentó. Para Piru, Arzalluz no solo valía por lo que decía, sino también por lo que callaba. “Los silencios eran brutales. Era un líder que sabía qué decir y cómo decirlo. Conseguía que la gente pensara, reflexionara con cada una de las cosas que decía o que no”. Azua agrega que, cada vez que Arzalluz daba un mitín, ofrecía un máster: “El mitin se hacía corto. Para cuando te dabas cuenta ya se había acabado y encima lanzaba miles de frases y mensajes magníficos”. Entre esas frases en el recuerdo hay una que Piru conserva con especial cariño y que considera clave para ser aplicada en las negociaciones con Madrid. “Arzalluz siempre decía que nunca hay que chocarse contra la montaña. Siempre hay que rodearla aunque te cueste dos meses”. Paciente y constante eran otras dos virtudes que destaca Piru de Arzalluz. “Los vascos le debemos mucho. Sin él, sin todo lo que hizo no tendríamos estatutos y otras tantas cosas de las que podemos presumir”, destaca.
Culto y elegante
Iñaki Sedano y Marisol Soriano leían las páginas que DEIA dedicó ayer a Arzalluz mientras tomaban un txakoli en el bar El Aralar de Bilbao. Esta pareja destacó las cualidades de Arzalluz e hizo hincapié en la pérdida que supone para Euskadi y la política en general. “Ha sido un referente en la política vasca y en el pueblo vasco, era una persona culta, elegante y excepcional”, dijo Sedano. Marisol confesó admirar a Arzalluz: “Me veía todos los debates. Me encantaba. No ha habido, ni habrá nadie igual”. Fue en el Alderdi Eguna de hace tres años cuando Marisol e Iñaki estuvieron con Xabier. “Estaba con dos de sus hijas, en Gasteiz. Esa fue la última vez que estuvimos con él. Nos encantó verle”. Iñaki y Marisol también destacan el nivel negociador de Arzalluz.
Foto sin dedicar
La bilbaina Bego Taranco se confiesa abiertamente arzullizta y clementina. “No soy muy mitómana pero siempre he dicho que soy fan de Arzalluz y de Clemente”. Aunque ella es afiliada al batzoki de la calle Tenderia -su madre también lo fue-, ayer Begoña tomaba un café en el batzoki Rekalde. “He leído DEIA desde la primera página hasta la última”, destacó. Taranco le conoció en un recorrido que realizaron a pie desde el batzoki de Tenderia hasta Basauri con la ikurriña. De aquel momento conserva una foto con el dirigente jeltzale que guarda como oro en paño. “La pena que tengo es que no está dedicada”, lamenta.
Durante un tiempo, decidió llevar la foto encima por si coincidía con Xabier y se la podía dedicar. “Un día me lo encontré. Iba con sus guardaespaldas y le saqué la foto y le pedí que me la firmara, pero ninguno llevábamos un bolígrafo. Ni yo, ni los guardaespaldas, ni Arzalluz... nadie”, recordó Taranco. Nunca más volvió a coincidir con él. “Cada vez que le veía en la tele me acordaba de la foto. Me quedo con el recuerdo y con el orgullo de haberle conocido”.