Bilbao - Acuciado por una deuda de 22,4 millones de euros y, lo que es peor, tras haberse quedado sin representación en el Parlament de Catalunya y el Congreso de los Diputados, Unió Democrática de Catalunya (UDC) baja la persiana. Un juzgado mercantil de Barcelona puso en marcha la maquinaria para la liquidación del partido tras constatar que no tiene viabilidad económica, con lo que el comité de gobierno de la formación decidió poner “punto y final” a casi 86 años de trayectoria política.

El secretario general, Ramon Espadaler, tuvo que pasar el trago de anunciar a los 4.000 militantes que le quedan a Unió la irremisible desaparición de las históricas siglas. Lo hizo con una carta que “nunca habría querido tener que escribir”, según aseguró. “La apertura del proceso de liquidación, por razón de quiebra económica y decretada por el juez mercantil, pone punto y final a nuestra trayectoria como partido político”, suscribió en la misiva de despedida de la formación en la que reconoció lo “doloroso” del proceso de defunción para el que UDC ha ido cerrando progresivamente su andamiaje administrativo -con la rescisión de los contratos de sus trabajadores- y el político -rompiendo amarras con la fundación Coll Alentorn (Inehca) y deshaciendo sus órganos territoriales y sectoriales- para certificar su disolución.

Fundado en noviembre de 1931 y pieza clave en los gobiernos de la Generalitat por su exitosa federación en CiU -junto a Convergència Democràtica de Catalunya-, los últimos años de su existencia han sido traumáticos para UDC. Espadaler, no obstante, tampoco quiso escurrir el bulto. La pérdida de presencia parlamentaria continuada, la escisión de una parte del partido para fundar en 2015 Demòcrates de Catalunya y la reducción de cargos públicos fueron algunos de los argumentos que esgrimió para explicar el derrumbe de las siglas de tendencias democristianas que ha liderado durante su capítulo final. A esas tres razones se puede sumar la ruptura con Convergència -también en 2015- por los desacuerdos surgidos en torno al procés soberanista que ya entonces empezaba a brotar con mucha fuerza en Catalunya.

batacazos electorales Pese a mantener la figura de Josep Antoni Duran i Lleida como principal estandarte, UDC fue perdiendo apoyos de forma progresiva. Víctima de los malos resultados electorales en las autonómicas del 27-S, donde perdió su representación en el Parlament, y la posterior cita del 20-D, en la que se quedó a las puertas del Congreso, institución en la que durante años tuvo un notable poder de influencia. Durán decidió hacerse a un lado para que fueran otros quienes pilotaran a un partido necesitado de una profunda rehabilitación. Espadaler se puso entonces al mando del timón, pero no pudo reflotar un barco que iba a pique sin remisión. “Es momento, y así quiero hacerlo de forma explícita, de pedir perdón a todos los que consideráis que la gestión de este proceso no se ha hecho con la celeridad, la pericia o el tacto exigibles”, asumió sin ambages.

La quiebra económica de UDC era una opción que se barruntaba desde septiembre de 2016, cuando presentó un concurso voluntario de acreedores al admitir una deuda de 22,4 millones de euros y unos activos de solo 5,8 millones de euros. Las negociaciones mantenidas para salvar el partido han resultado infructuosas. “Unió ha llegado al final del camino”, aseveró Espadaler, quien sin embargo llamó a sus seguidores a continuar trabajando “desde el catalanismo” en favor de “un nuevo marco de relaciones con España”. Esa tarea, en todo caso, se basará en el respeto “a la legalidad” a la hora de plantar cara “al inmovilismo del Gobierno español” ante el proceso soberanista.