ZARAUTZ. ESTÁ enfadada. Mucho. Acude a la cita con este periódico con una carpeta bajo el brazo. En ella guarda una cantidad considerable de recortes de prensa, noticias de medios digitales, artículos de opinión... que hablan sobre ella y su familia y que todos vienen a decir lo mismo: que ella, Amaia Agirre, y su marido, Emilio de la Hoz, son los dueños de la embarcación en la que tres históricos activistas de ETA encallaron el pasado 31 de agosto frente a la costa de Venezuela. Pero la noticia, defiende, es falsa: el velero, llamado Silver Cloud, fue suyo, pero lo vendieron el pasado mes de julio.

La historia del matrimonio Agirre-De la Hoz arranca en Getaria casi una década atrás. Él, un jardinero que trabaja por libre; ella, profesora de inglés en un colegio. Ahorran, se compran una embarcación con la que aprenden a navegar y, más adelante, compran a un ciudadano alemán un velero grande, de once metros: el Silver Cloud. En 2007 están listos. Sueltan amarras y cruzan el Atlántico. Los próximos cuatro años recorren las aguas del continente americano a bordo del Silver Cloud.

Según cuentan, a finales del año 2010 el matrimonio toma la decisión de volver a la vida normal. Para ello, lo primero es deshacerse del barco. Lo consiguen unos meses más tarde, el 10 de julio de 2011, al vendérselo a dos ciudadanos brasileños a los que conocieron en Cuba. La transacción se lleva a cabo en la República Dominicana, y a partir de ahí, como es lógico, pierden la pista de la nave.

Pero el Silver Cloud, más pronto que tarde, va a reaparecer en sus vidas. La nave encalla el 31 de agosto frente a la costa de Venezuela. A bordo lleva a tres refugiados vascos, históricos de ETA, que son detenidos y posteriormente deportados a Cuba. Una semana después, las identidades de Amaia y Emilio saltan a los medios como propietarios del velero. La historia les pilla por sorpresa, todavía al otro lado del Atlántico.

rectificación El día 12 reciben la visita de la Policía Nacional, y acuden a testificar a las dependencias del Gobierno civil, en Donostia. Tras cuatro horas de interrogatorio, les dicen que pueden marcharse. Pero la "pesadilla", como la califica Amaia, reaparece un mes después. En octubre, diversos medios recogen que el velero sigue amarrado en Venezuela al no haber sido reclamado por sus dueños, "Amaia y Emilio". Escriben cartas a diversos medios exigiendo una rectificación, que queda sin respuesta. "¿Así cómo vamos a rehacer nuestras vidas?", se queja Amaia con amargura. "Queremos despertar de esta pesadilla, trabajar y sacar nuestra familia adelante, que no es tarea fácil". "Nos negamos a que nuestra identidad queda en entredicho. Queremos justicia", reivindica Amaia.