Bilbao - Jokin Altuna lo tuvo delante todo el tiempo. Lo pudo leer. Veía cómo Mikel se lo decía, cómo, un cuadro o más por delante, le describía su camiseta colorada que era Urrutikoetxea entre las escápulas. El delantero de Amezketa, demudado, sin poder exigir alardes a su juego más que defensa y saber estar ante un vendaval enorme, leía el nombre del campeón, le veía la espalda, le observaba el cogote, a la espera de un nuevo zarpazo, de un clavo más para certificar el billete para la final del Manomanista. Altuna III, desde atrás, solo podía resguardarse y pelear, que lo hizo, pero manifestando síntomas de debilidad ante un pelotari de mayor extensión, largo, pegador, serio y con mucha cabeza. El delantero de Zaratamo, de nuevo retomándose el pulso en los cuadros alegres, le enseñaba la espalda a su adversario para ir sellando las estaciones de un viaje que se le hizo demasiado plácido por su forma de debatir: intensa y sin aristas. Todo erupción. Dejó el vizcaino el arte y el ensayo para momentos de dudas y aplicó la terapia del martillo sobre el amezketarra, anclado al funambulismo en situaciones contadas, sin suerte, y con la conciencia de que desde el seis y medio bastante hacía con defender de aire. El joven de Aspe estuvo romo, estrellándose contra un muro, peleando a la contra, asaeteado por las marejadas de un ventarrón.

Le leyó el nombre Altuna porque Mikel asomó con excedente de chispa. El nervio con las dos manos, de hecho, le jugó dos malas pasadas en todo el desempeño, pero el traqueteo no le causó mella alguna por su querencia a plantear citas maratonianas. La de ayer, más corta, le supo a poco. El físico del campeón, más cercano a Bekele que a Bolt, amargó la tarde a Joseba Ezkurdia en cuartos y le hizo dar un paso más hacia adelante. La hoja de ruta contra Altuna III no podía ser otra que exponer sus cualidades en la pegada y esperar acontecimientos.

Desde el saque le salió de cara la jugada al zaratamoztarra. Cruzó muy bien la pelota para buscar que Jokin entrara con la zurda de aire forzado, entregando o perdiendo pelota, sumando muescas al rifle del campeón, que no se cansó. Además, en uno de los restos, Jokin golpeó con la palma de la mano izquierda la pared y quedó mermado en la liza. Cuestión importante, pero no determinante. El encuentro, ya antes, se le venía derramando como arena entre los dedos.

Urrutikoetxea asomaba en la espalda del vizcaino mientras en el segundo, el tercer y el cuarto pelotazo el todoterreno de Zaratamo no especulaba. Su camino lo forjó con manos de marino mercante y cerebro de matemático. El alma de su juego residió en la fortuna de una pegada nervuda y especial, anclada en el ADN, el trabajo y la certeza de que la amplitud de cancha era su ariete. En el alarde a la perfección del puntillero sobresalió la regularidad en el despliegue, rescatando pelotas arrimadas con una ingeniosa zurda, artificiera, para desarbolar de recursos a un contrincante que esperó un regalo y Mikel solo hizo dos: un dos paredes, por el que Pablo Berasaluze se levantó como un resorte de la silla para corregirle, y una dejada al txoko demasiado alta, pero desaprovechados. Urruti no erró más. No hubo descalabros en su juego, plagado de pelotazos espectaculares. La final del Manomanista del próximo 29 de mayo le llegará, si todo sigue su curso, a un nivel inmenso.

distancias desde el inicio Los primeros compases de la semifinal del Bizkaia marcaron el devenir del partido, fueron un calco de las dos versiones en forma de pelotaris que se dieron cita en busca de la final del Manomanista. La primera bala, un saque de Urrutikoetxea, muy acertado arrimando en el duelo, le pusieron en ventaja. Pero un derechazo en la siguiente liza al colchón superior lateral -el primero de sus dos errores- puso la igualada. Un saque adelantó a Jokin, bien ejecutado, puso la única ventaja del guipuzcoano en el luminoso. A base de derechazos selló el dominio Mikel para ejercer de amo y señor de la contienda en un frontón en el que se siente cómodo. Aunque defendió de volea Altuna, la pegada del vizcaino le abrumó e inició la sangría, ampliada hasta el 8-2. Solo Urrutikoetxea se pudo parar con un zurdazo al colchón superior.

Un saque-remate y un saque dieron cierto respiro a Jokin en el marcador (8-5), pero el partido se desangró con la potencia del todoterreno vizcaino. El campeón buscó el reparto de golpes de nuevo: nada de florituras, nada de saltos sin red. Los saques le dieron vida y se puso 11-5. Una volea desesperada del amezketarra al txoko fue el último estertor de Altuna III. 11-6.

A partir de ahí, una tacada de once tantos regaló a Mikel el camino hacia su cuarta final consecutiva. Tiene piel de leyenda el vizcaino, que metió siete saques a su adversario, acabó ocho tantos, mostró pegada y solvencia de campeón. Jokin se lo leyó en la espalda. La sobriedad, el músculo, la calculadora. Entre las escápulas se lo vio el guipuzcoano, abatido: soy Urrutikoetxea.

Duración: 42:33 minutos de juego; 9:40 de juego real.

Saques: 7 de Urrutikoetxea (tantos 1, 3, 5, 10, 11, 14 y 17) y 2 de Altuna III (tantos 2 y 5).

Pelotazos: 202 pelotazos a buena.

Tantos en juego: 8 de Urrutikoetxea y 2 de Altuna III.

Errores: 2 de Urrutikoetxea y 7 de Altuna III.

Marcador: 1-1, 2-2, 8-3, 9-5, 11-6, 12-6 y 22-6.

Botilleros: Ejercieron de botilleros Pablo Berasaluze (con Mikel Urrutikoetxea) y Ekaitz Saralegi (con Jokin Altuna).

Apuestas: Se cantaron de salida posturas de 100 a 30 a favor de Urrutikoetxea.

Incidencias: Partido correspondiente a las semifinales del Manomanista de Primera disputado en el frontón Bizkaia de Bilbao. Menos de media entrada. 1.050 espectadores.