CASTA y genio, esas han sido nuestras armas”, analiza Oinatz Bengoetxea, el hombre del momento. Todo son loas para el puntillero leitzarra, amo y señor de una final del Parejas que dominó desde el segundo pelotazo hasta el penúltimo -porque el primero fue un saque de Berasaluze II y el último una apertura errada del mismo-, después de un campeonato que ha roto él. Sí. Con todas las de la ley. Acompañado por tres zagueros diferentes, Aretxabaleta, Zabala y Untoria, ha tomado el mando en todas las situaciones: hambriento y sin miedo al fracaso. El leitzarra ha demostrado ser mayúsculo y haber crecido. Más todavía cuando se echa un vistazo al retrovisor de un pasado cercano que ya amarillea.

Se queda solo en el pasado lo que hace un año sucedió en Huesca. El pizpireto delantero de Leitza, un apasionado de la montaña, que suele usar para entrenar, se rompió el tobillo a principios de marzo en una de sus sesiones y tuvo que ser evacuado en helicóptero. Se fastidió además uno de los ligamentos. La cosa apuntaba a complicada. De hecho, tardó cinco meses en reaparecer en las canchas. Y lo hizo alejado de su mejor versión. Oinatz, pundonor y corazón, mostró lo mismo, defensa, pero le costó ponerse y no entró en ninguna de las ferias veraniegas. No era su mejor momento.

Este llegó después, ya avanzado el Cuatro y Medio. Entró en la fase de cuartos de final, dirimida en una liguilla, y mostró que sí estaba en plenas facultades, que el ritmo de los partidos le había llegado en el momento clave, en la competición. El leitzarra metió gas. Físicamente, Aritz Altadill ha trabajado con él para alcanzar este punto. Siempre rápido, suma ahora solidez, cuestión que quizás le falló en algunos instantes. De hecho, en el acotado, estuvo a punto de tumbar a los dos finalistas, Juan Martínez de Irujo y Aimar Olaizola, pero después de un gran inicio, el ritmo le acabó perjudicando.

Pues bien, instalado en la rueda competitiva, todos esos pasos han acabado por traerle a este punto. De aquellos polvos, estos lodos. Le faltó al puntillero fondo de armario en la jaula y ahora es un ciclón. Ha dado un paso detrás de otro. El domingo se echó el duelo a la espalda y no le dolieron prendas. Habla de casta y genio el delantero navarro, pero también habla de “velocidad y darlo todo”, sus señas de identidad.

“Si atacas, el Bizkaia de Bilbao desgasta mucho. Nuestra baza era darlo todo en cada tanto y salir motivados. Lo hemos conseguido. Con su material cambiaba la cosa, pero a partir del 6-8 sacamos el nuestro y nos fuimos directos al cartón 21”, manifiesta el leitzarra, quien agrega que “ya tenía una txapela, pero hace unos cuantos años que no ganaba nada. Para un pelotari, ganar un título es lo máximo”. Ganó el Manomanista de 2008 y, tal y como apunta, su camino ha sido similar: visceralidad. Con el agua al cuello medio campeonato, se vuelve a repetir la máxima del Parejas: los que mejor llegan al último tramo, ganan; lo demás no importa. Y Oinatz es terrible. Enorme.

Manomanista El siguiente objetivo del campeón del Parejas será el Manomanista. No compitió en 2014 por la grave lesión en el tobillo, pero su presencia es sinónimo de lucha y señala a los puestos altos. Hoy se presenta el campeonato y, por no participar, debería iniciar su camino en primera ronda, pero todo apunta a que no será así.