bilbao. Una lesión de cadera dejó a Galán varado en un momento en el que subía como la espuma reconvertido a delantero. Fueron días malos, pero Manu sigue sonriendo. La pala es su gran afición y él le ha brindado todo.
Fue homenajeado en Gijón y Bilbao después de su paso por profesionales, ¿qué siente?
En Bilbao pedí algo sencillo, porque de hecho yo no quería homenaje, pero después, pensando cómo fue la retirada, por una lesión, no sabía si iba a volver o no, dijimos que estaría bien juntarse todos para despedirse de la gente. Además, Bilbao no me pilla muy a mano (risas), pero vengo muy a gusto. ¿Y qué se siente? Tristeza al ver los partidos. En el torneo de Gijón los vi poco porque aún se me remueve algo. Uno se siente agradecido y emocionado porque dejé alguna huella en la gente como pelotari y como persona. En ese sentido, estoy muy contento.
De hecho es muy querido tanto por el cuadro palista profesional como por el público.
Eso te hace sentir más feliz jugando, como más lleno. Haces lo que te gusta, disfrutas, lo haces bien y encima te pagan.
Y además venía de Gijón siempre a jugar. Si eso no es afición...
Sarna con gusto no pica. Si haces lo que te gusta, le quitas importancia a las tres horas de coche de vuelta.
¿Cómo ha vivido estos últimos meses?
De antemano ya sabía que iba a ser muy complicado volver. Tenía la cadera muy gastada y cuando está tan avanzada la lesión es muy difícil volver a un nivel como este. Sigo haciendo mi vida, pero veía que no iba a poder continuar jugando a pala.
¿Ha cambiado su vida desde que se lesionó?
Sí, ahora me sobra un tiempo que antes no tenía: fines de semana, entre semana... Estoy más tranquilo. Entre semana voy a nadar y al gimnasio, pero nada de correr, que lo hecho de menos. Me falta competir. Eso sí que lo echo de menos.
Tiene que ser duro hacerse a la idea de que por algo externo no puede seguir jugando.
Disfruté mucho, llevo jugando desde los 5 años. De aficionado he estado en mundiales, torneos... De hecho, con 17 años, en 1995, ya fui a una Copa del Mundo, digamos que de suplente. En profesional estuve diez años y... ¡qué más puedo pedir!
¿Qué significa la pala para usted?
El momento de desconectar de todo y disfrutar de algo que se me da bien y que me encanta. No sé...
Hablando con otros palistas coinciden en que no hay sensación similar a la electricidad de empalar bien una pelota.
Cuando empalas con la yema, que la pelota sale sola, que no tienes que hacer mucha fuerza, es una sensación muy agradable, sí.
¿Con qué momentos se queda de su vida deportiva, de aficionado y de profesional?
Me han pasado tantas cosas que no sé qué elegir: la gente, los viajes a México, Cuba, Argentina, Madagascar, por España... Hay a veces que se echa de menos eso de la época de aficionado, la camaradería que había. Y de profesional, todo. En aficionados disfruté mucho, pero de profesional, aún más. Me convenció Kiko Casado, que me tuvo que llamar muchas veces. Me decía: "Venga, vente para acá que se disfruta mucho, que es duro, pero es como ir a la NBA de la pala". Y los primeros años, aunque no estaba arriba, lo pasaba bomba.
¿Y momentos puntuales?
De profesional, los campeonatos de Parejas que gané con Esteban Gaubeka y los partidos que jugábamos un trío contra Fusto. Jugábamos todos los jueves el estelar de la semana un trío, conmigo en el medio, y Fusto de rival. ¡Eran unos partidazos! Ahí fue donde subí. Jugar contra Pablo te hace subir de nivel.
¿Cuál es el sabor que le queda de su etapa como palista?
Muy bueno. Aunque tenga que dejarlo por la lesión, lo que disfruté me dio la vida. Me hace sentir alguien. Soy fisioterapeuta, soy coordinador de programas de rehabilitación y demás. Me encanta mi trabajo, pero la pala me hace sentir más, más persona, más importante.