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LA primera fase: preoperatorio. "En la que tiene que bajarse toda la hinchazón que se produce tras una avería como esta". Rotura del ligamento cruzado anterior, nuevo monstruo entre las canchas. "También hay que mejorar el rango articular, ya que el paciente tiene que pasar por el quirófano en las mejores condiciones posibles", desgrana Iñigo Simón, médico de la prestigiosa Clínica La Esperanza, situada en Gasteiz, y la operadora manista Asegarce. El galeno describe, de esta manera, el primer mes tras la hecatombe, tras el chasquido de dolor que parte el espinazo del deportista, su rodilla, y que supuso la caída de tótems como Aitor Zubieta, Abel Barriola o, el recién recuperado, Aimar Olaizola. Después, las explicaciones, los diagnósticos y las esperanzas. "De seis a ocho meses, si las cosas no se complican". Uno de ellos se gasta hasta que se acaba la inflamación de la zona afectada, necesario para intervenir. El resto, en una recuperación larga y costosa, mimbre construido por los fisioterapeutas, bajo la premisa de regresar a las canchas cuanto antes.

Tras las cuatro semanas de rigor, la segunda fase: operación. Y es que, cuando el ligamento cruzado anterior se rompe, la intervención es obligatoria, ya que el ligamento se destrenza como una cuerda y no es capaz de curarse por sí solo. De este modo, se aplican unas pequeñas incisiones en la rodilla del paciente y mediante artroscopia se coloca en el lugar de ligamento anterior un injerto -que suele ser de la misma articulación lesionada-.

Tercera fase: recuperación. "Después de la operación, tiene que estar otro mes con una rodillera recta en todos sus desplazamientos", señala Simón. A esto se le unen "fortalecimientos con aparataje", con los que desde el gabinete médico se aspira a que se estimule el movimiento pasivo de la rodilla.

A partir de ese momento, dos meses después del momento fatídico. Sesenta jornadas de dolor para el deportista -"lo pasé mal durante los primeros días", ilustra Aimar Olaizola-, que se ven mitigados con la cuarta fase. En la que se empiezan a ver adelantos considerables en el movimiento del paciente. En el caso del delantero de Goizueta, muy asesorado por el equipo de la clínica gasteiztarra, fue Itxaso Sánchez, fisioterapeuta del centro, la piedra angular sobre la que orbitó la nueva andadura del goizuetarra. "A partir de ese momento comienza el movimiento relativo y el trabajo en piscina", afirma el galeno. Entonces, los desplazamientos de la articulación del deportista tienen que pasar por un sistema de adaptación para que el juego de rodilla vaya acoplándose poco a poco.

"Cuando pasa un periodo de un mes, ya se va empezando a fortalecer la masa muscular, adecuando el rango articular, miramos el comportamiento muscular y, después, pasado un tiempo, entramos con los movimientos específicos de carrera suave, frenazos...". Analiza Iñigo Simón la quinta fase, la de la rehabilitación. La más larga, en la que el sufrimiento le convirtió en más fuerte, ya que "es la rodilla la que pone los plazos".

Es en este último momento donde empieza el deportista a conseguir diversas sensaciones que le devuelven a la realidad. Momentos largos, duros, en los que "cuesta mucho conseguir masa muscular en la zona afectada. Si ya cuesta en las personas normales...", afirma el galeno.

volver a las canchas Quemadas las etapas previas a la reaparición a los frontones, el pelotari debe superar, en gran medida, diversos problemas añadidos como la ansiedad por la reaparición o "las complicaciones en la rotura del ligamento, como tuvo Abel Barriola". Pero, transcurridos los cinco o seis meses en los que el injerto de ligamento logra cuajar, lo normal es que la rodilla comience a carburar.

"La última fase es volver a la canchas", señala Iñigo Simón. Y en ella se encuentra el delantero goizuetarra, quien ya atesora dos partidos en su haber y esta tarde, a partir de las 16.30 horas, cumplirá su segunda semana de blanco y su tercer encuentro. Ya está en la sexta fase, en las canchas. El momento de la verdad, sobre todo, con el Campeonato de Parejas en el horizonte.

Sin embargo, el doctor de la operadora manista admite que "es normal que durante los primeros días de juego tenga cierto miedo y le empiecen dolores. Contamos con eso, entra dentro de lo normal, pero podemos asegurar que está a pleno rendimiento". Para evitar que sufra en la cancha demasiado, el galeno explica que "tiene asignados un calentamiento y unos estiramientos específicos", con el propósito de que la rodilla derecha del goizuetarra no vuelva a sufrir una lesión similar y Aimar Olaizola esté siempre en la sexta fase.