Duración: 51 minutos. 9 de juego real.
Saques: 2 de Martínez de Irujo y 3 de Titín III.
Pelotazos: 267 pelotazos a buena.
Tantos en juego: 18 de Martínez de Irujo y 5 de Titín III.
Errores: 9 de Martínez de Irujo y 2 de Titín III.
Marcador: 0-1, 1-1, 6-1, 6-2, 8-2, 8-5, 9-5, 10-5, 10-7, 11-7, 11-8, 12-8, 12-12, 14-12, 14-17, 22-17.
Incidencias: Gran entrada en el Adarraga de Logroño.
bilbao. Tan demencial, por vistoso, por arriesgado, por trepidante, y tan valioso, por todo lo anterior, es el juego de Juan Martínez de Irujo, divino en la cuerda floja, donde se encuentra tan plácido, por gozar de una capacidad de concentración extraordinaria, y donde se acoda con la duda, con la incógnita. Y es que cuando el cuero se acerca a sus fauces, voraces, de gesto perdido, de chico acelerado, nada de lo anterior importa. El tiempo se detiene, los astros se alinean -o entran en el caos, según la versión del delantero- y amanece un remate tan espectacular como arriesgado. Negocio de funambulista. "Al principio todo me salió bien, por eso seguí arriesgando", declaró al término del duelo el navarro. En su hoja de servicios, las conclusiones: 18 tantos, 2 saques y 9 fallos; en su casillero, el primer punto. Así, vestido en ocasiones de santo y, en otras, de diablo, Juan cuajó, con un temple inmenso y con una ayuda más que notable de Patxi Eugi, su botillero, un triunfo de mérito. Por otro lado, Titín, en otro tiempo el adalid del remate, dio toda una lección de sobriedad. El de Tricio tiró de inteligencia para elevar sus posibilidades.
A toda velocidad, sin resquicio para respirar, Juan amaneció en el Adarraga. Mirada al frente, ojos desorbitados, músculos en tensión, concentración máxima; en las gradas, La Rioja apoyaba a su ídolo. Irujo, mientras, amasaba el cuero. Abrió fuego el caracolero. Cortada al ancho. Después, vendaval Irujo. 6-1. Lección del delantero navarro, que parecía que iba a arrollar en casa de su contrincante, pero nada más lejos de la realidad. La aceleración del de Ibero empezó a causar estragos en su juego. No en vano, la propuesta del campeón manomanista se debe, en gran medida, a la intensidad y ayer no fue una excepción.
Asimismo, resonaban sus palabras del jueves en la elección de material. "Augusto parece que está acabado pero nunca lo está". Titín, tras solicitar un descanso ante el gran momento de su contrincante, salió espoleado, endiablado. El de Tricio se aferró a su defensa y las distancias comenzaron a caer. Irujo, centrado, empezaba a ver cómo se removían los cimientos de su juego. La cuerda, sobre la que avanzaba, flojeaba demasiado. Augusto sacó su raza, su valía, su pundonor y le arrebató todo. Del 6-1 se pasó al 14-17, fundamentado en gran medida en la dualidad del de Ibero, pero, otra vez, demencial, acelerado, intenso, arriesgado, divertido, espectacular, libre y cargado de tensión apareció Irujo. Tacada. Ocho tantos. Un abismo. Una genialidad. Gran duelo.