POR fin llegó el día. Tras varios meses preparando este momento, hoy a las 11.00 horas, Herri Krosa cumple 30 años. La carrera patrocinada por DEIA lleva tres décadas haciendo de cada edición una fiesta del atletismo popular, así que esta vez no iba a ser menos. Miles de corredores han aceptado su invitación para convertir a la capital vizcaina en una marea blanca que paseará a ritmo de trote por los enclaves más característicos del botxo. Sin embargo, detrás de tanto participante, marcharán los héroes silenciosos. Aquellos que hacen posible que cada año Herri Krosa se lleve a cabo sin incidentes ni sustos, aquellos que se han esforzado para que la prueba bilbaina esta mañana apague treinta velas. No son miles, como los atletas que se calzan las zapatillas; pero si centenares. Son los voluntarios que junto a la Policía Municipal, la Cruz Roja y Protección Civil forman un perfecto engranaje de organización e infraestructura. En total, son más de 300, pero de ellos, 250 son colaboradores desinteresados.
Ellos son los encargados de hacer germinar la gran consigna de los organizadores: el deporte seguro. “Sabemos que esta mañana de domingo invadimos un poco las carreteras y las calles, por eso queremos convivir con todos y si es necesario parar al participante para que pasen algún ciudadano o alguna ambulancia, por ejemplo, pues se para”, explica Javier Iturbe, uno de los impulsores de Herri Krosa. Ese es el trabajo de los voluntarios, hacer que todo fluya, velar por el buen desarrollo de la carrera y, además, que la cita con el atletismo popular no enturbie demasiado el festivo de los transeúntes. “Somos conscientes de que tenemos que compartir las calles con el ciudadano que el domingo sigue haciendo su vida”, reconoce el organizador.
Por eso, cuando se le pregunta por las funciones del voluntariado, Iturbe se encoge de hombros y dice: “De todo, desde poner vallas y quitarlas, hasta ayudar a alguien a cruzar la calle o estar en el avituallamiento... De todo, la verdad”. Y es que el organizador sabe que sin la ayuda desinteresada de esos centenares de personas, Herri Krosa no haría treinta años. Gracias a ellos, todo está ya preparado para la fiesta. Solo queda la cuenta atrás y el pistoletazo. Solo queda el: 3, 2, 1. ¡Ya!