EL aire golpeando en la cara y la sensación de avanzar por las calles dejando atrás cada uno de los obstáculos. La velocidad produce una felicidad enorme a Urtzi González. Una sonrisa de oreja a oreja que ilumina su cara cada vez que corre por las calles montado en su silla de ruedas empujado por su padre, Alberto. Juntos disfrutan cada vez que van de un sitio a otro, intentando llegar lo más rápido posible y aprovechando cada ocasión para acelerar. Primero fueron los paseos, luego pequeñas carreras y mañana afrontarán el gran reto, correr la EDP Bilbao Night Marathon. Harán la distancia de media maratón acompañados por miembros del Astrabudua Taldea. Un grupo al que pertenece Alberto y que se ha volcado para que su joven vecino con parálisis cerebral pueda vivir con ellos la emoción de correr una prueba tan multitudinaria.
El principal problema de Urtzi para poder disfrutar al máximo de su pasión era la silla de ruedas con la que salían a correr su padre y él. De paseo y sin las necesidades básicas para poder hacer largas distancias. “La silla de paseo tiene dos ruedas pequeñas, puede volcar y es más peligrosa. Además, para empujarla es mucho más cansado porque no coge inercia y tiene mucho peso. Son todo contras para correr. Para hacer cuatro kilómetros se puede hacer en un patinete si hace falta, pero para hacer veinte se necesita un mínimo”, explica Alberto.
Carrera a carrera, Urtzi y su padre salían a correr, pero faltaba la silla adecuada para afrontar un reto de esta características y el Astrabudua Taldea no tardó en entrar en acción. Pusieron un precio en la inscripción de la carrera que organizan anualmente y decidieron sacar varios dorsales para que la gente pudiera colaborar en conseguir una silla adecuada. Y el barrio se volcó. Dorsales colocados en todos los comercios, la gente colaborando sin parar y movilizándose para aportar su granito de arena. Se necesitaban 2.873 euros, se consiguieron 4.425. “No nos esperábamos algo así. Nos generó la duda de si íbamos a meternos en esta historia y luego no íbamos a llegar, estábamos mirando el dinero que teníamos nosotros por si no llegábamos. Pero en el barrio tuvo una acogida enorme y nos desbordó. Astrabudua es pequeño, al final nos conocemos todos y fue una pasada cómo se involucró”, relata Txema Negro, presidente de Astrabudua Taldea. El dinero recaudado no caerá en saco roto si no que irá destinado a mejorar la silla del día a día de Urtzi.
La nueva silla no necesitó demasiado para ser del agrado de Urtzi. Una carrera, probar la sensación de velocidad y ya tuvo claro cuál de sus dos medios de transporte era el favorito. “Está encantado. Todos los días quiere montarse en ella porque sabe que eso significa que va a salir a correr”, afirma Alberto. Correr siempre ha sido la pasión de Urtzi desde muy pequeño. Nadie tuvo que descubrirle lo que era moverse de un sitio a otro a toda velocidad y él mismo fue el que empujó a su padre a salir corriendo con la silla: “Tiene la ilusión por salir a correr. Cuando era pequeño andaba con un andador y estaba todo el rato corriendo por la calle. Se luxó la cadera y le tuvimos que operar. A partir de ahí, como quería correr, le llevaba con la silla corriendo. Es increíble cuando está corriendo, es pura felicidad”.
Cada vez que salen a correr, Alberto debe empujar a Urtzi y tenerle todo el rato bajo control. Aparentemente un esfuerzo extra, pero que está lejos de ser la más mínima carga. “Para mí es todo. Es mi hijo. Si él es feliz, yo soy feliz”, afirma el padre, que sabe que cada vez que sale a correr no lo hace solo, lo hace en equipo y con un apoyo enorme, con mucho más efecto que cualquier preparación física: “Urtzi no para de apoyarnos a mí y a todo el mundo. Va saludando a la gente. Ves la cara de felicidad que tiene y no te importa seguir sufriendo, ahí no sufres. Solo quieres seguir corriendo”. Esa simbiosis será clave para completar con garantías los 21 kilómetros de mañana. Los momentos malos pueden llegar, pero Alberto tiene claro que “Urtzi no nos va a dejar que paremos”.