bilbao- A sus 82 años Sir Chris Bonington gasta sonrisa pícara, una humildad desbordante y ojos llenos de vida. Recibe hoy el Premio WOP por los valores que ha transmitido en la montaña y en su trayectoria vital.

¿Por qué ha tenido esa pasión por la montaña?

-Voy al monte porque me gusta el paisaje y me gusta disfrutar de hacer rutas nuevas. Hay sitios y montañas que ya han sido escaladas, pero es mi primera vez en ellas y eso es también bonito. La montaña, además, te permite utilizar tus habilidades para enfrentarte al lugar al que vas. Estás en una situación que es potencialmente arriesgada, pero tú estás ahí para desarrollar tus habilidades, enfrentarte a eso y llevarlo lo mejor posible. Siempre me ha gustado ir solo o con muy poca gente. Cuando en una expedición hay demasiada gente, se generan demasiados compromisos y problemas. Cuando hay mucha gente salen mal demasiadas cosas.

¿Con la edad cambia la manera de percibir y sentir la montaña?

-Cambia con tu experiencia y con tu condición física. Cuando yo era joven era muy ambicioso y muy echado hacia delante. También era muy competitivo. Con los años uno pierde eso porque ve que no va a ganar. Pero la base del amor a la montaña y la pasión siempre sigue igual, aunque la fuerza física baje.

¿Prefiere alcanzar una cumbre o abrir una nueva ruta?

-Realizar el primer ascenso de una roca en Inglaterra o ser el primero en hacer cima en una montaña del Himalaya. Siempre es importante hacer un primer ascenso. La alegría de hacer un primer ascenso no es el hecho de hacerlo, sino el hecho de que nadie lo ha hecho antes. Es lo que me gusta a mí, ser un explorador. Todas las expediciones que hice al Himalaya han sido primeras ascensiones, con la excepción del Everest.

¿De dónde ha sacado la motivación para seguir haciendo expediciones tras perder amigos en la montaña?

-He perdido muchos amigos en expediciones y en la montaña. Al final es algo que te gusta. Me gusta escalar y acepto que es un deporte peligroso.

¿Sigue manteniendo Gran Bretaña esa tradición de aventureros y exploradores de la que ha hecho gala a lo largo de su historia?

-Gran Bretaña es una isla pequeña y siempre ha tenido esa vocación de explorar y expandirse más allá de la isla. Pero es algo que también han hecho otros países como Francia, España o Portugal. También han sido cuna de exploradores. Ellos descubrieron América y fueron más allá. Lo que sí valoro del alpinismo británico es que ha sabido mantener la tradición de la escalada utilizando pocos clavos, tratando de respetar la pared y mantenerla limpia. Ese estilo en Gran Bretaña todavía se mantiene. Tristemente, en otros sitios todo esto no se cuida.

¿Reconoce el alpinismo de hoy en día como el de su época o ha perdido magia?

-Hoy en día hay muchos alpinistas que están haciendo cosas increíbles. Los franceses son un ejemplo de esto. Están haciendo barbaridades en estilo alpino en grandes paredes, en sitios nuevos. Admiro ese trabajo que están haciendo hoy en día. Luego están las expediciones comerciales. No me gustan mucho, pero hay que reconocer que eso comenzó en los Alpes, en el siglo XIX, cuando los guías empezaron a funcionar con los clientes. De ahí empezó todo. Hoy en día todo eso se ha trasladado al Himalaya y allí te encuentras un millar de personas en el campo base del Everest, una cuerda fijada hasta la cima y con más de cien personas al día enganchadas a esa cuerda. La reflexión es que todo esto es la evolución lógica de lo que empezó en los Alpes hace 150 años. Lo veo como algo natural. No es una crítica. Si no quieres coincidir con esa masificación de gente en el Himalaya, allí mismo hay un montón de montañas y cimas en las que no te vas a encontrar a nadie.

¿Quedan retos en el alpinismo o se han alcanzado todos los límites?

-Quedan muchísimos límites. Todas las generaciones tienen nuevos retos. En todos los deportes pasa lo mismo. Por ejemplo, en una carrera de atletismo de cien metros lisos todo dependerá de una milésima de segundo. Pero en el alpinismo hay un campo muy abierto para todavía hacer cosas nuevas. Las nuevas generaciones están haciendo cosas muy buenas en estilo alpino, tanto en grandes paredes, como en grandes montañas. Hay mucho por explorar y muchos retos.

¿Cómo es su relación hoy en día con la montaña?

-Hace dos años, con 80 años, escalé el Old Man of Hoy. Después he tenido problemas de espalda y cadera. Me operaron y estos dos años están siendo de recuperación. Estoy empezando a entrenar y escalar de nuevo. Sigo entrenándome para volver al monte dentro de mis limitaciones.

¿Teme el día en que no pueda tener contacto con la montaña?

-Me da miedo el día en que tenga una enfermedad o lesión que me impida escalar. Todos vamos a morir, pero por el momento estoy gozando y disfrutando de la vida. Camino todos los días con mi pareja, Loreto, e incluso escalamos los dos juntos. Nunca es tarde.

¿Le ha quedado alguna espina por no haber subido a alguna cima?

-La verdad es que no. En el Himalaya tuve dos retos en los que no llegué a alcanzar la cima, pero no por ello me siento insatisfecho. En aquel momento lo intentamos con todo lo mejor que teníamos, no lo conseguimos y ya está. No me ha quedado ninguna espina por no haber completado algo. Continúas el camino y ya está.

¿Cómo ha visto el alpinismo vasco?

-Es enorme la afición y la dedicación de los vascos a la montaña. Nunca he tenido la oportunidad de coincidir con algún alpinista vasco en una expedición, pero sí he coincidido en campos base con ellos. Admiro su profunda tradición de montaña.

¿Existen vínculos entre los pueblos que tienen pasión por la montaña?

-He estado en comunidades como Francia, Japón? El amor por la montaña es universal. Encuentras el mismo amor en todos los alpinistas.

¿Qué supone para usted recoger el Premio WOP en el Mendi Film?

-He podido conocer a Mentxu Mendieta y Mikel Renteria, fundadores de WOP. He visto el trabajo que hacen y he quedado enganchado y prendado del proyecto. Me siento privilegiado de recibir este premio y lo hago con humildad, con mucha admiración del trabajo que hacen. Me siento un privilegiado.