Bilbao- Aitzol Atutxa (Dima, 1988) reeditó el título del campeonato de Euskal Herria de aizkolaris el pasado lunes con autoridad. Dio un puñetazo en la mesa. Azurmendi era uno de los favoritos y quedó a seis minutos. El vizcaino continúa en lo más alto.
Comentaba después de ganar la final del campeonato de Euskal Herria de aizkolaris del año pasado que lo más difícil no era llevarse la txapela para Dima, sino mantenerse. Pues bien, consiguió el lunes la segunda en Basauri, ¿qué piensa ahora?
-Siempre es difícil llegar arriba y estar con los mejores, pero lo más difícil es continuar allí. He conseguido mantenerme de año en año y por mi parte estoy muy contento.
Le sacó cuatro minutos a Jon Irazu, segundo, y a Joxe Mari Olasagasti y se le vio tranquilo y relajado, ¿qué sensaciones tuvo durante toda la prueba?
-Tenía claro qué labor tenía que hacer y cómo actuar. Nos conocemos ya. Durante las pruebas del verano hemos visto cómo andaba uno y otro. Tenía, además, la referencia de la Copa de Oro de Donostia, que se celebró el 15 de agosto. Éramos cinco entonces y se sumó Larrañaga. Sabía qué nivel tenía cada uno y usamos como referencia esa cita de hace dos meses. Así, sabes cómo actuar. Quería hacer algo parecido y empezar a imponer la ventaja a mitad de la competición. Salió casi calcado.
O sea, que el guion preparado salió perfecto.
-Eso es, no me tocó improvisar un plan B.
Era el campeón en liza, ¿sintió durante la prueba la presión de tener que ganar por ello?
-La verdad es que sí. Me daban favorito al cien por cien. Eso sí que pesa. Por otra parte estaba tranquilo porque, además, por debajo de los treinta años hay pocos campeones y, menos, de dos ediciones consecutivas. Así que me dije que si no ganaba este año, habría otras ocasiones de hacerlo. Mejor siempre si se gana, porque lo ganado, ganado está.
La txapela que consiguió el curso pasado fue la primera y, por ello, especial, pero cada deportista pone un valor distinto a cada uno de los cetros que consigue, ¿qué tiene de diferente este título para usted?
-La primera es la primera y, muchas veces, es la que más ilusión hace, pero esta segunda para mí significa la consagración, que no es casualidad lo del año pasado, que estamos ahí y que estamos trabajando duro. Que haya sido en Bizkaia ha sido muy bonito para mí, más aún con el frontón lleno a rebosar y la gente animando, que no tiene precio. Es importante también con la tranquilidad con la que fui y la superioridad con la que gané.
¿Y para quién va dirigida o dedicada la txapela?
-Siempre me acuerdo de los de casa, que son los que me acompañan y vienen a todos los sitios la temporada completa. En un día como el del lunes ya sabemos que hay mucha gente y mucha prensa, pero los que te siguen día a día son los tuyos. Además, me acordé de Floren Nazabal. Para mí ha sido un ídolo desde pequeño, siempre me he acordado de él, siempre he andado con él y en los últimos años hemos hecho exhibiciones y entrenamientos. El año pasado no se pudo presentar a la final y este año tampoco. Creo que debería haber estado allí y me acordé de él. Irá un poco para él.
¿El hecho de que la prueba se desarrollara en el frontón de Basauri, en Bizkaia, le supuso más tensión?
-No es lo mismo que en la pelota o en el fútbol, en el que influyen o las condiciones del frontón o que tú estés acostumbrado a jugar allá. Realmente, lo importante para nosotros es la madera. En la medida en la que iba cortando, sí que me fui motivando más al ver que la gente animaba. No es que ayude especialmente al principio, porque mete presión, pero a medida que vas cortando, vas disfrutando.
Además, pudo tener un gesto con la afición que le jaleaba antes de terminar el trabajo.
-Muchas veces me suele gustar parar y disfrutar de ese momento. Son instantes de los que no quieres que se acaben nunca. Quieres seguir cortando y que la gente te siga animando. La última mitad, cuando la gente me animaba y me aupaba, en el que el público cantaba cada hachazo que daba, paré para agradecérselo a todos.
¿Qué tal acabó de manos y de físico?
-Me salió una ampolla y me dio dolor de cabeza al final, pero no nos vamos a quejar, que pudimos sacar la txapela y cuatro minutos al segundo. No obstante, no me dejó disfrutar todo lo que hubiera querido con el hacha.
¿Qué tal fue la celebración del lunes?
-Tuvimos tiempo de sobra para celebrar el cetro desde la mañana hasta la noche. Nos juntamos todos en el restaurante Axpe Goikoa de Dima.
Lo que queda claro es lo que usted mismo recalca, que lo del curso pasado no fue casualidad. Usted, con 27 años, abandera la nueva generación de aizkolaris, ¿no?
-Ya vamos cambiando las generaciones. Quitando a Joxe Mari Olasagasti -56 años-, que no sé ni que apelativos ponerle, porque es un extraterrestre o qué sé yo, estamos la mayoría entre los treinta y tantos.
¿Tiene en la mente alguna apuesta de aquí en adelante?
-La verdad es que, siendo campeón, si lanzo una apuesta pocos vendrían a cogerla. Estoy para escucharlo. Ya me dijo alguno que era raro que fuera doble campeón de Euskal Herria y no haya hecho ninguna. Si alguno me lanza una directamente, la escucharemos.