Bilbao- El milagro ya estaba hecho. Se había recuperado y había conseguido competir en los Juegos Paralímpicos de Sochi solo seis meses después de someterse a una operación en el talón de Aquiles. "Hacer una puesta a punto tan rápida ha sido gracias a los doce años que llevamos juntos Miguel y yo", explicaba ayer Jon Santacana en Sochi. Lo hacía después de triunfar en el descenso, de volver a ganar una medalla olímpica que revalidaba su oro conseguido cuatro años atrás en Vancouver.

Santacana y su guía Miguel Galindo, además de enfrentarse a la incógnita de su estado de forma tras una recuperación tan precipitada, tenían que luchar con el inconveniente de competir en segunda posición, sin las referencias de la mayoría de participantes. La pareja decidió arriesgar en el descenso y la apuesta les salió bien. Su tiempo fue de 1:21.76, solo 30 centésimas mejor que el primer participante, con un pico de velocidad de 120,7 kilómetros por hora. Una vez completada su actuación llegó lo peor: esperar a que terminaran todos los rivales y comprobar si el tiempo firmado era digno de medalla.

Galindo era el encargado de informar a Santacana de cada tiempo. Poco a poco iba quedando claro que finalmente tendrían una medalla, pero hasta que llegó a meta el último participante no pudieron celebrar un oro que tiene un sabor especial para el guipuzcoano. Jon Santacana suma así su séptima medalla en unos Juegos Paralímpicos tras los conquistados en los Juegos de Salt Lake City y Vancouver. También participó en los Juegos de Turín, pero una lesión le hizo llegar muy justo de forma y no pudo competir a su nivel. Parecía que en Sochi se podía repetir la historia tras la lesión en el talón de Aquiles que se produjo en Australia a principios de septiembre, pero contra todo pronóstico Santacana ha sacado su versión más competitiva para volver a ganar.

"Hemos sufrido un montón. Miguel me iba narrando lo que iba pasando porque hemos salido en segunda posición", explicaba Jon Santacana, "la competición es un juego, tienes que arriesgarte y nos hemos arriesgado. La pista es complicada porque hay varias zonas en las que te despegas, saltas y pierdo a Miguel, pero hay que confiar en lo que sabes hacer. El segundo día de entreno Miguel ya me dijo que no íbamos a hacer nada que no supiéramos ya hacer".

Su inseparable Miguel Galindo, que apenas podía contener las lágrimas de emoción, confesaba que "han sido unos meses complicados. Estar aquí era como un premio, pero cuando llegas y ves que puedes hacerlo bien vas subiendo tu exigencia, pero ni en el mejor de los guiones podíamos pensar en esto". El guía del esquiador vasco explicaba su sorpresa al comprobar que nadie era capaz de mejorar su tiempo: "No me lo creía cuando el último bueno que competía iba a más de 70 centésimas de nosotros en el intermedio. Hemos salido a muerte, a dar todo lo que teníamos y ha salido muy bien". Los dos volverán hoy mismo a la acción en la prueba del supergigante.