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Nadal interminable

El tenista balear gana a Djokovic en una gran final y se lleva su 13º Grand Slam

Nadal interminablefoto: efe

BILBAO. Se dejó caer y lloró, sobre el cemento de la pista de Arthur Ashe, después de atrapar su decimotercer Grand Slam mientras 25.000 personas ovacionaban uno de los mejores partidos que hayan visto sus ojos. Rafa Nadal es interminable y su colisión en una pista con Novak Djokovic ha elevado el tenis, como dicen los americanos, a otro nivel, a un terreno en el que la excelencia técnica se mezcla con una exigencia mental que solo ellos dos pueden aguantar. Cuando la última bola del serbio se fue larga tras 3 horas y 21 minutos de juego, se confirmaron los malos presagios de los agoreros durante aquella ausencia de siete meses: Nadal nunca volverá a ser el mismo. Efectivamente, Nadal es ahora mejor jugador, más completo, más agresivo, más leyenda, en el año más extraordinario de su carrera, con 10 títulos, solo tres derrotas hasta ahora y ninguna en superficie dura.

Desde que el de Manacor plantó sus pies en Norteamérica para iniciar la gira que desembocaba en el Abierto de Estados Unidos, ha exhibido quizás el mejor tenis de su carrera y con su segundo triunfo en Flushing Meadows se ha situado a un Grand Slam de alcanzar a Sampras. Nadal ha puesto el muro en el lado de Djokovic, que ha cedido cinco de sus seis últimos choques ante el balear. Y los dos resumieron una final estratosférica, sobre todo en los tres primeros sets, con un propósito: "Jugar mejor la próxima vez". Ambos saben que lo necesitarán en el siguiente capítulo de la rivalidad más repetida de la historia, si es que eso es posible.

En el trigésimo séptimo duelo entre Nadal y Djokovic, el primer set cayó del lado del balear por 6-2 después de unos juegos iniciales en los que los riesgos eran escasos. El serbio no encontraba ángulos con su derecha y desde el centro de la pista Nadal logró controlar el juego hasta el 6-2 después de 14 errores no forzados de <em>Nole</em>, enemistado con el viento.

La final tenía que ser larga y volcánica en cada tiro que cruzaba la red, en ocasiones desafiando las leyes de la física y la geometría. Djokovic empezó a restar como solo él sabe y a buscar con insistencia un agujero en el revés de su rival. El sexto juego del segundo set, cerrado por Djokovic después de un intercambio de 54 golpes, supuso la primera ruptura del saque por parte de Nadal. Otro se habría hundido, pero el de Manacor se sobrepuso y recuperó la igualdad en el juego siguiente.

Sin embargo, el número 1 del mundo estaba desatado y quebró el servicio de Nadal, que solo había cedido uno en todo el torneo, en tres juegos consecutivos que le llevaron a hacerse con el segundo set y a colocarse con ventaja en el tercero. Pero pongan obstáculos a Nadal, que los saltará todos. Con 4-4 y 0-40 en contra tras haber sufrido una caída y en medio de una tormenta de golpes que llegaban del otro lado, el mejor tenista del año se rehizo porque "eso he entrenado toda mi vida: la cabeza, no el tenis". Rafa Nadal protegió su servicio y rompió el de Djokovic para llevarse el tercer set, ese que nunca había parecido a su alcance.

Metidos en el terreno mental, el de Manacor descubrió el camino hacia el título. Djokovic desperdició otras dos bolas de ruptura en el primer juego del cuarto set y dejó que Nadal se fuera hasta el 0-3. Precipitado, aunque con golpes de genialidad, el serbio acumuló errores no forzados -53 en total- y regaló dos turnos de saque mientras su rival hacía lo necesario sin perder la calma. Cuando la bola viajó tras la línea de fondo en el último golpe de Novak Djokovic, la leyenda de Rafa Nadal se hizo interminable. De siete meses de lesión, volvió un tenista mejor. "Lo que me emociona no es haber ganado, sino cómo he llegado hasta aquí", proclamó un deportista ejemplar.