SUs carreras a lo largo y ancho del terreno de juego, su incansable físico y su capacidad para el desmarque sorprendieron a propios y extraños durante la última campaña. Emulando a Speedy Gonzales, aquel ratoncito mexicano que a tantos y tantos jóvenes -también a muchos adultos- nos sacaba una sonrisa en cada una de sus apariciones televisivas, Óscar de Marcos se ganó la confianza de Marcelo Bielsa y el cariño de la grada por su sacrificio. Un físico incansable ha hecho de él su principal seña de identidad.

Alejado de la banda, donde despuntó en el Alavés y en la posición en la que en 2009 Joaquín Caparrós le hizo debutar en San Mamés, el de Biasteri se hizo mayor la temporada pasada. Aquel futbolista que en más de una ocasión llegó a reconocer que sus actuaciones con el Athletic no podían considerarse como buenas porque "no" había "conseguido regatear a nadie", se convirtió en uno de los jugadores revelación de la Liga la pasada campaña.

Su oportunismo y capacidad para la sorpresa le convirtieron en un fijo en el centro del campo de un Athletic que maravilló a media Europa. De Marcos, como el resto de sus compañeros, estuvo a punto de alcanzar la gloria, pero las puertas del Edén se les cerraron de par en par. Para el recuerdo de aquel fantástico viaje por el viejo continente quedó su gol en Old Trafford. En el teatro de los sueños, con el pase a cuartos de final de la Europa League en juego, el de Laguardia espoleó a sus compañeros, así como a las casi 8.000 almas rojiblancas que se desplazaron hasta Manchester, gracias a un tanto de gran belleza que sirvió para refrendar la remontada y poner el 1-2 en el marcador.

Después llegaron los varapalos, las grandes desilusiones. Pero de todo se aprende, especialmente de las derrotas. Su sacrificio por el equipo y su esfuerzo siguen siendo los mismos que la temporada pasada y, de momento, pese a la mala racha del equipo, sus números son mejores. Todavía quedan muchas carreras de De Marcos en San Mamés.