BILBAO. Óscar Freire (15-II-1976, Torrelavega), matador de carreras, ejecutor de compases finales, estilete del pelotón, se educó en el arte ganando: 41 victorias en juveniles, 17 en aficionados, 12 clásicas como profesional y hasta un coloso de 3 mundiales. Jugoso palmarés. Pero el estoqueador, los últimos 9 cursos defendiendo al Rabobank, el último de ellos le hizo divagar sobre su retirada. En los pasillos de alboroto siempre aparecía alguien más rápido; el esprinter se enredaba entre piernas más fuertes. Y así hasta casi cumplirse un año de secano. Lejos quedaba para este clasicómano su último pedazo de gloria, tan distante como el 24 de febrero de 2011, cuando la Vuelta a Andalucía le vio vencer en la etapa -ganó dos en dicha edición- que podría haber sido el postre de una dilatada por megalómana carrera. Pero Freire, reciente protagonista de su año menos fructífero, soñador, animado por la posibilidad de dejarse caer en unos últimos Juegos Olímpicos, ensimismado, aceptó la seductora aventura del Katusha.

Resulta que Freire, inquilino de hogar ruso pero con multitud de representantes estatales como Purito, Dani Moreno, Losada, Ripoll, Vicioso y Florencio, ha encontrado allí un cojín para su fantasía londinense. Ayer, en el Tour Down Under, la primera cita del calendario internacional, en su cuarta etapa, revirtió la confianza depositada en su veteranía y precisión para ampliar su currículo, para reencontrarse con sus orígenes.

Entre los 130 kilómetros que separaban Norwood de Tanunda, Freire era uno de los 48 supervivientes que sostenían el pulso al Movistar de Alejandro Valverde, que arreó en la cota final laminando al pelotón. Una sangría. "Sabía que tenía una buena oportunidad para ganar porque fue una jornada muy dura y eso me venía bien", visualizó el cántabro. Para Greipel, por ejemplo, fue un muro. Se dejó 7 minutos y el liderato que heredó Kohler.

Entonces, ante la montonera, se abrió el corredor para Freire, su pasillo. Armó sus extremidades. Desenfundó furia, rechinó dientes y bailó con Ciolek y Bennati; Rojas quedaba rezagado tras la estajanovista labor de su séquito, que dejó a Valverde a 12 segundos de la cabeza de la general. El cántabro fue quien se volvió nítido. Entró el primero casi un año más tarde.

La prueba puede decidirse hoy con la quinta etapa, la reina con sus 151 kilómetros, con salida en McLaren Vale y un desenlace picado en el alto de Old Willunga, un repecho de 3 kilómetros que se superará dos veces. Kohler partirá con dos segundos de renta sobre Matthews y el propio Freire, que, reencontrado, reverdecido, puede soñar con los Juegos.