Taconeos por los pasillos, música a tope, gritos, timbrazos... “Los conflictos más habituales entre los vecinos son las molestias por ruidos, que van in crescendo y en algunos casos se han tirado lejía a la ropa por el patio y han llegado incluso a las manos”, afirma Elena Fernández-Markaida Goitia, psicóloga y mediadora que gestionó durante diez años el Servicio de Mediación Intrajudicial del Gobierno vasco.
Por más encontronazos que se tengan, pese a que la situación parezca enconada, las disputas entre vecinos pueden desatascarse con la ayuda de un mediador, ya sea un psicólogo o un abogado. “La mediación lo que hace, como mínimo, es iniciar el diálogo entre las partes. Quizás gente que nunca se hubiera sentado a hablar se sienta a hablar y, aunque luego vayan a juicio y no haya un acuerdo, por lo menos sí ha habido un primer contacto y siempre va luego bastante mejor e incluso llegan a acuerdos antes de entrar en sala. La mediación siempre hace efecto, haya acuerdo o no”, señala la psicóloga.
“Los conflictos de lindes son terribles porque el motivo son las lindes, pero detrás hay que tu padre y el mío se odiaban”, dice la mediadora
En caso de que un exceso de decibelios en la vivienda contigua le traiga a uno de cabeza o no pueda pegar ojo por el ajetreo nocturno de un vecino, hay medidas para paliar las molestias. “A veces uno insonoriza y hay una demanda civil de reclamación de cantidad. He insonorizado mi casa porque tú haces ruido y pueden llegar a un acuerdo para pagar la citada insonorización. También algo tan sencillo como andar con zapatillas en casa. A mí me tocó un caso de una mujer que zapateaba desde la mañana, pero se solucionó. Son cosas muy del día a día, como no pegar esos timbrazos en el piso de arriba si llegas tarde porque se oye en el de abajo, o sea, una serie de medidas cotidianas que hacen que se facilite la convivencia”, explica.
Los acuerdos pueden contemplar también cómo se comportarán cuando, por ejemplo, coincidan en el portal o en una reunión de vecinos. “Se puede determinar cómo será el trato en la comunidad, de saludarse, de respeto, otros quieren ignorarse, cada uno lo que prefiera. Yo los casos que he conocido no han vuelto, por lo que alguna solución han encontrado”, saca como conclusión.
A pesar de que muchas veces basta con respetar unas simples normas de educación, el trastorno causado, cuando no se hace, es considerable. “Son cosas sencillas, pero que destrozan una convivencia”, certifica esta mediadora, que explica en qué consiste el proceso. “Primero nos reunimos con ellos individualmente y les informamos de lo que es la mediación, que es voluntaria. Luego se reúnen las partes y se hace la mediación”, detalla y añade que “cada mediador tiene sus herramientas”. “El psicólogo gestiona bien las emociones que aparecen en el proceso, que son muchas, y eso es un plus, sin detrimento de la abogacía. Como mediadora, creo que en todo conflicto el letrado debe tener conocimiento exhaustivo de todo lo que se diga. Su papel es fundamental”, destaca.
Insultos por las lindes
En su larga trayectoria profesional, la experta en mediación del Colegio Oficial de Psicología de Bizkaia ha presenciado alguna que otra falta de respeto, aunque son las menos. “Yo solo he conocido una vez insultos. Tuve que invitar a que se fuera de la sala al que insultaba por un tema que es terrible, el de las lindes en los caseríos. Eso es complicado”, asegura. La razón, que “el motivo del conflicto son las lindes, pero detrás hay que tu padre y el mío se odiaban o que mi tío no sé qué. Hay siempre algún tipo de relación personal”.
En estos casos, dice, “el número de acuerdos es menor, pero luego tampoco con la sentencia se quedan tranquilos porque no están de acuerdo las dos partes y se le da a uno. Hay sentencia y la incumplen, y vuelta a recurrir. No es fácil, hay casos que entran y salen continuamente del juzgado”, relata.