Bilbao
Este piolet es más que un utensilio, es parte de mí mismo, una prolongación de mi vida". Esta herramienta, inherente a la figura del montañero, su tercera pierna, ese piolet que compró Maurice Herzog (Lyon, 15-I-1919) con sus primeros ahorros cuando era estudiante -él mismo eligió la piqueta y la madera del mango y se lo hizo a su medida-. Ese es el primer piolet que subió a la cima de un ochomil, al del terrible Annapurna (8.091), aquel 3 de junio de 1950 a las 14.00 horas. Lo sujetaba el capitán de aquella expedición francesa, a él ató la bandera de su patria y con él se sacó la foto en la cumbre, una nada más. En el descenso, en el escalofriante descenso, ese piolet acompañó a Herzog en esa espeluznante bajada. El piolet contribuyó a que llegara vivo. "Una prolongación de mi vida". Ese piolet que estuvo a punto de perder, que estuvo buscando durante dos días con toda la expedición paralizada, para ello.
Se cumplen 60 años desde que el hombre superara por primera vez la barrera de los 8.000 metros de altitud. Fue el Annapurna el primer coloso coronado por aquella expedición francesa comandada por Herzog en la que también estaban Louis Lachenal -serían ellos dos los únicos en hacer cima- Gastón Rebufat, Leonel Terray, Marcel Ichac, Jean Couzy y el médico Jacques Oudot. Además: 200 porteadores, cuatro toneladas y media de equipo y una y media de comida. Francia se despojaba de las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial mientras otra contienda -como lo fue años después la pugna entre rusos y estadounidenses por ser los primeros en pisar la luna- se mascaba por ser los pioneros en las más altas cumbres. Los ingleses no cesaban en el Everest, los alemanes morían año tras año en el Nanga Parbat, los italianos y estadounidenses batallaban en el K2... Y los franceses decidieron apostar por el Dhaulagiri. Sí, porque la montaña blanca el primer objetivo del equipo que reunía a lo mejor del alpinismo francés. Después de tres exploraciones a ese pico, los alpinistas descubren que el mapa que llevaban dibujado era erróneo y tras una reunión general deciden dirigir sus esfuerzos al Annapurna. No es el único cambio de planes al que deben hacer frente, puesto que tuvieron que abandonar la idea de ascender en estilo alpino por una labor de equipo con campamentos escalonados. La aventura fue a contrarreloj por la continua amenaza de mal tiempo -preludio del monzón- y se completó por la cara norte en sólo doce días. "Y si doy la vuelta, ¿qué vas a hacer tú entonces?", le preguntó Lachenal a Herzog en el ataque a la cima. "¡Voy a continuar solo!", le contestó. "Si quieres irte, vete, pero yo voy a subir hasta la cumbre", añadió. "¡Entonces iré contigo!", replicó Lachenal. Y así fue, ambos llegaron a los 8.091 metros de la Diosa de la Abundancia el 3 de junio de hace 60 años. "Una inmensa alegría llena nuestros corazones. La misión está cumplida… Un abismo enorme me separa del mundo. Estoy en otro reino, desolado y desierto, donde no hay vida, todo está gélido y cubierto de hielo, en un reino fantástico donde el hombre no tiene cabida", narra Herzog en su libro Annapurna: primer ochomil, escrito durante su estancia en el hospital.
La felicidad de la cima la engulle sin piedad el cansancio, el frío que se petrificaba en forma de congelaciones y la falta de oxígeno. El descenso duró tres días y rozó la tragedia, con caídas en grietas, avalanchas que casi los sepulta y vivacs sin equipo. Herzog, afectado por gravísimas congelaciones, incluso pide que le dejen morir en la montaña. Milagrosamente, los alpinistas llegan al campo base con vida. Herzog terminó sin sus veinte dedos -perdió sus guantes durante el descenso- y con una fama nacional como héroe de la expedición que le llevó a ser ministro con De Gaulle. Para Lachenal acarreó la amputación de los dedos de los pies, el ostracismo y el final de su carrera como guía de alta montaña en Alpes, hasta su prematura muerte en 1955 al caer en una grieta.
Y ahí terminó una aventura legendaria, esa en la que el hombre dominó a la Tierra -una década después, ya se habían coleccionado todos los ochomiles-. Surgieron después rumores, como que realmente Herzog y Lachenal no hicieron cima -la foto no es de la cumbre-, que hubo discusiones, enfados, diferentes criterios y un exceso de protagonismo de Herzog... Pero la historia ya estaba escrita.