bilbao. Un día cualquiera de marzo, Christian Horner (Reino Unido, 1973), el jefe de Red Bull, la bebida energética, la del toro, que da nombre al equipo que rivaliza con Ferrari y McLaren por el título Mundial, habla sobre Sebastian Vettel como un maestro lo haría de su aprendiz, orgulloso, pleno de satisfacción. Alaba su trayectoria, evoca al chiquillo que crece y se convierte en un joven "muy maduro", en un piloto que en su tercer año en la Fórmula 1 -el de 2009, cuatro victorias- realiza una temporada "fantástica" y pronostica que es sencillo pensar que lo pueda volver a repetir. Ayer, tras la tanda de calificación del Gran Premio de China en la que el alemán logró la pole por delante de su compañero Webber para perpetuar el poderío de Red Bull en lo que va de temporada -es la cuarta vez que el equipo del toro encabeza la parrilla, la tercera de Vettel-, el orgullo de Horner hacia su pupilo se barniza de admiración, casi incredulidad. "No sé de dónde sacó las dos últimas vueltas. Ha tenido problemas todo el tiempo y ahora está ahí, es mentalmente muy fuerte", dice obnubilado el jefe de Red Bull, el equipo que, de no mediar imponderables en forma de desastres mecánicos, marca el ritmo del Mundial.

Y el límite. De momento, nadie es capaz de adelantar a sus dos coches en circunstancias normales. Ni siquiera la grandiosa combinación entre la megalómana Ferrari y la pasión, el fuego de Fernando Alonso, su virtuosismo al volante, que ayer, al menos, le sirvió para situarse por delante de Rosberg, Button, Hamilton y su compañero Massa, pero en el límite infranqueable de la segunda línea, tercero por tercera vez esta temporada, circunstancia que hace reflexionar al doble campeón del mundo, que concluye, resignado, que "la tercera posición es lo máximo a lo que podemos aspirar en la calificación". "Estamos más cómodos en condiciones de carrera, nos sentimos mejor con más combustible y tandas mas largas. A vuelta única siempre maximizamos el potencial", descubre el asturiano, para nada abatido ante la carrera de hoy en la que aspira a recuperar el liderato del Mundial que ostenta su compañero Felipe Massa. "Tengo buenas vibraciones", alertaba Alonso acabada la calificación en la que nada pudo hacer ante la "fantástica" última vuelta de Vettel, que le dio la pole, y el ritmo incontestable de Webber, rapidísimo durante todo el día. "Estamos demostrando que tenemos un buen coche, sin importar la clase de circuito", reivindicó el alemán.

A los Red Bull les queda ahora refrendar su superioridad en carrera, algo que no depende en exclusiva del pilotaje de sus dos portentos, ni siquiera de la salud del monoplaza. Como toda la parrilla, el equipo de Christian Horner vive ahora pendiente del cielo, que amenaza con desplomarse sobre el circuito de Shangai. Hay un 98% de posibilidades de que eso ocurra, algo que voltearía completamente el desarrollo de carrera, obligaría a un replanteamiento de la estrategia, sublimaría el talento al volante de los pilotos... "Va a haber lluvia, veremos cuándo. Lloverá, la duda es si en toda la carrera o en una parte. Tengo buenos recuerdos en mojado del año pasado, es mejor estar en primera línea porque seremos los que mejor visibilidad tendremos", apuntaba Vettel, con quien coincidía Alonso en un escueto análisis sobre la presencia del agua, "que todo lo puede cambiar", a la par que Michael Schumacher, que saldrá noveno, ve asomar por la hipotética cortina de agua un rayo de luz que le permita destapar su genio, extraño aún en el Mundial.