El gran día de Julián Larrea
Bilbao. En el balcón del valle de Arratia, con el Gorbea como testigo de honor, Julián Larrea vivió su gran día. Uno de los aizkolaris más queridos en la historia de la especialidad escribió un nuevo capítulo de su tardía leyenda y fue agasajado por todo el mundo de los herri kirolak en un emocionante homenaje en el que tomaron parte una treintena de deportistas. Su inquietud, a pesar de sus 80 años recién cumplidos, le impedía ser convidado de piedra.
La guinda a un espectáculo cargado de pericias con las piedras (Perurena, Zelai, Goenatxo, Urdax), hachazos de oro (Mindegia, Nazabal, Ugarteburu, Atutxa II, Bihurri, Zelai II, Txikon, Castro, Garita, Irazabal, Rekondo y Basterretxea), hachazos en miniatura (el nieto Julen Larrea, Jon Guisasola, Ioritz Guisasola y Hodei Ezpeleta) y vaivenes dentados (Intxaurbe, Olibares, Oier y Arkaitz Arana, Kortaberri, Astondoa y Larrañaga) la puso el propio Larrea con su ejercicio sobre una pieza de haya de 2,5 metros de perímetro para el que necesitó un total de 32 minutos y 53 minutos. Empleó media docena de hachas de diferentes longitudes para alcanzar las entrañas de un tronco "más duro de lo esperado". Apenas alteró el gesto hasta dar la vuelta, instante que aprovechó para oxigenar los pulmones. En poco más de 14 minutos y 391 hachazos había llegado al ecuador de gesta. Pero todavía quedaba lo peor. Su esposa Águeda aguardaba impaciente el momento en que el tronco sucumbiría ante las arremetidas del titán que lleva décadas peinando canas. "Siempre ha sido un poco artaburu, ¿qué le vamos hacer?" espeta resignada.
Tras 730 golpes Julián Larrea concluyó la faena. Flanqueado por sus botilleros Amando Larrea y Aitzol Atutxa, saludó al personal con los brazos en cruz mientras el inmortal Freddy Mercury entonaba desde el cielo el inevitable We are the champions. Sin embargo, Julián no tenía claro si el espectáculo había sido del agrado del público. "Me ha costado entrar en calor, pero una vez ahí arriba te olvidas de todo. Cada año que cumplo la cosa se complica más y más. Cuando cumplí los 75 tarde algo más de 27 minutos así que cada uno de estos últimos años me ha costado un minuto extra, es justo, ¿verdad?", sonríe con malicia.
Lo peor estaba aún por llegar. Las temidas sesiones de fotos. No le gusta que le adviertan que el pajarito va a salir de un instante a otro y dirige la mirada a otro lado mientras no para de intercambiar impresiones con los retratados. "Siempre salgo como asustado y poco favorecido así que he buscado una fórmula para que sea más espontáneo", concluye Larrea mientras atiende al resto de invitados a su fiesta.
MÁS RETOS Pero la cosa queda ahí. Julián ya tiene comprometido el 5 de diciembre para reeditar la gesta de Dima. Será uno de los protagonistas del Día del Deporte, en el polideportivo de Fadura de Getxo, donde cortará un tronco de similares dimensiones. La culpa del enredo es de José Ignacio Isla, presidente de la Federación Vizcaina de Herri Kirolak y amigo personal de deportista. "Calculo que rondará los dos metros, tampoco es plan hacerle forzar la máquina aunque con este hombre nunca se sabe. Es un aizkolari único".
Julián Larrea es un deportista con mayúsculas, mejor persona y duro de mollera. Si la salud le acompaña, como así ha sido durante sus primeras ocho décadas, no descarta retos mayores. La receta es simple: una alimentación equilibrada, acostarse con las gallinas y felicidad, mucha felicidad.