Un chaparrón de astillas devolvió la actividad al vetusto coso taurino junto al río Oria. Allí Donato Larretxea se embolsó los 24.000 euros de la apuesta pactada con Mikel Mindegia sobre un horizonte de veinte rodajas de 60 pulgadas. La experiencia y el ritmo constante del veteranísimo cortador de Ezkurra topó de bruces con la explosión inicial de Larretxea, que, mediada la tarea, su ventaja ya ascendía al minuto y 54 segundos. La alta exigencia de la madera se volvió en contra de su depositario. Mindegia respiró con dificultad. Le faltó aliento para alcanzar a su rival que paró el reloj en 1 hora, 21 minutos y 34 segundos. A sus 60 años, mantuvo tintineante el hacha durante 1 hora, 25 minutos y 36 segundos. Ese es su gran mérito.

Desde primera hora de la mañana los aledaños del recinto tolosarra fueron un hervidero de aficionados y curiosos que no querían perderse ni un solo detalle de la enésima apuesta del siglo. "Todas las apuesta tienen su aquel", dice Josemari que ha dejado en casa a su esposa Lourdes con un cabreo de "tres pares de narices". Una hilera de paraguas hacía cola junto a la puerta número cuatro para adquirir el codiciado papel. "Con este tiempo de perros y la dichosa crisis, media entrada no estará mal", espeta Domingo, que aún se emociona al recordar aquellos legendarios duelos que Latasa, Polipaso o Luxia protagonizaron ese mismo escenario y en la vieja plaza de poros de Donostia ante miles de personas.

José Ignacio acude como cada año desde el Valle de Ezkurra por lo que huelga nombrar a su favorito y se expresa categórico: "Mindegia es mundial". Impaciente, eleva la mirada al cielo que no ha alterado su aspecto plomizo en las últimas 48 horas. En ese instante, interceden en la conversación partidarios de Larretxea rememorando anteriores apuestas de ambos contendientes. La memoria colectiva no falla. Mindegia había vencido en sus cinco últimos desafíos, el más cercano a Josemari Olasagasti en 2006. Por su parte, Donato cuenta diez desafíos a sus espaldas de los que ha ganado siete, cuatro contra Olasagasti. Entre ellos se han visto las caras en dos ocasiones durante los ochenta con un triunfo para cada uno. Karmelo, urnietarra "de pura cepa" pero residente en Tolosa, rememora aquella apuesta. "Fue aquí mismo hace veinte años. Larretxea era muy joven pero ganó. Si no recuerdo mal fueron cuarenta kanaerdikos, una auténtica barbaridad".

A las 11.40 horas, la mayoría de los aizkorazales habían tomado posesión de su localidad, preferentemente a resguardo de la incesante lluvia, bajo la húmeda balconada de los tendidos. Las primeras filas fueron reservadas para los más valientes. De pie, paraguas en ristre y con la cartera medio llena. Son los apostadores que prefieren el trato directo con el artekari. Seis de ellos recorren el estrecho callejón buscando la complicidad de la grada. La intendencia otorgaba una ligera ventaja a Mindegia, sin embargo, los primeros momios salieron a la par. Hasta la cuarta pieza el murmullo fue favorable al de Ezkurra. Pero a partir de ahí la cosa se decantó por Larretxea (60 a 100) y superado el ecuador de los trabajos los corredores cayeron en un mutismo general.

En el patio de cuadrillas los rivales intercambiaban hachazos de calentamiento mientras los primeros gritos de ánimo de la grada fueron para el viejo, apelativo cariñoso que emplean los aficionados para referirse a Mikel Mindegia.

A pesar de la tempestad que se cernía sobre la plaza, en torno a 1.300 espectadores pasaron por taquilla a razón de 40 euros por barba. A Bernardo le contemplan 72 primaveras y cincuenta las pasó trabajando en el monte. El suyo es un ejercicio cuasi-filosófico. "Este deporte ha sobrevivido al paso de los años gracias a los desafíos. Sin duda, una de nuestras costumbres más arraigadas y forman parte de la idiosincrasia de nuestro pueblo".

Su discurso lo interrumpe para tributar una solemne ovación a los deportistas, que, pasados nueve minutos de las 12 del mediodía, iniciaron una pugna que no llegaría a la hora y media de duración.

Al término de la prueba, la afición se apresuró para invadir el albero encharcado de Tolosa. En la carrera fueron despojándose de chubasqueros, cámaras fotográficas, puros habanos y demás adminículos que dificultarían fundirse en un abrazo con sus ídolos.

Entre la marabunta, Larretxea reveló cuáles fueron las claves de su preciado triunfo: "La cintura me ha respetado y he podido mantener un ritmo majo hasta el décimo tronco. A partir de ahí, he visto que Mikel no me recortaba y al final he podido terminar más tranquilo".