"¿Cuál es la diferencia entre un vaso de absenta y el ocaso?" Se preguntó Oscar Wilde, afamado escritor, siempre lúcido en su mirada y consumidor de absenta. El ocaso del Tour besó la hada verde en Pontarlier, que fue la bodega de la bebida que dio de beber a poetas, bohemios, artistas, pintores y escritores del París de finales del siglo XIX.
Wilde, Van Gogh, Picasso, Degas, Baudelaire, Tolouse-Lautrec, Hemingway, Manet o Pessoa subyugados todos ellos ante su poder evocador, que inducía, supuestamente, a la creatividad e inspiración artística eran consumidores de absenta.
En Pontarlier, Kaden Groves descubrió su musa. El australiano remató sin necesidad de un esprint la fuga. Llegó en solitario después de una actuación prodigiosa, de reputado clasicómano. Festejó la victoria con la gloria colgando de su cuello de boxeador.
Groves, un esprinter puro, una agonía en la montaña, un tipo que se pelea con Newton y la ley de la gravedad, que odia la manzana que cayó del árbol, se impuso en una etapa de media montaña y cerró el círculo de éxitos.
Con el descorche en el Tour, su laurel más brillante, Groves se alistó al club de los triunfos en las tres grandes. A las dos victorias en el Giro, la última la obtuvo en Nápoles, y las siete en la Vuelta, todas ellas logradas al esprint, su especialidad, acuñó el laurel en la Grande Boucle de la manera más extraña.
El futuro es inescrutable, un enigma indescifrable. En estos tiempos, la ignorancia da para alimentar varios miles de ejércitos. Mejor aprender, que nadie sabe qué deparará el futuro.
Tampoco los profetas, brujos y demás ralea que asoma a horas intempestivas echando las cartas o frotando bolas de cristal de tarificación especial. La incertidumbre es un negocio muy lucrativo. Como el futuro es un verso libre, mejor lanzarse a la aventura.
Caída de Romeo
En ese ecosistema Iván Romeo, debutante, apenas 21 años, se subió a la montaña rusa hasta que le expulsó en una caída fea. El vallisoletano resbaló en una curva a derechas a la que entró rapidísimo y en su arrastre contra el asfalto chocó contra un bordillo cuando encabezaba el grupo del que se despegó el vencedor un poco más tarde.
El golpetazo, doloroso, dejó sin opciones al valeroso y desvergonzado, Romeo. En el mismo fotograma a Grégoire le tiró al suelo la mala fortuna. Romeo finalizó la etapa con el costado derecho en carne viva, repleto de golpes y rasponazos. El maillot y el culote desgarrados.
"Hay que correr riesgos si quieres ganar en el Tour. No veía nada con la lluvia y las gafas mojadas. Le pedía al coche que me avisara de las curvas, pero no sabía que esa sería tan cerrada y me la he comido", dijo en meta Romeo.
"Podía haber conseguido mi primera victoria. Me encontraba bien, todavía me quedaban muchas balas. No ha podido ser, seguro que tendré otras oportunidades (...) Tenía una grandísima oportunidad, me estaba encontrando bien, había hecho una selección en la fuga en el repecho anterior y quería arrancar en el último, pero me he caído. Pero al final me he caído. A aprender para la siguiente", cerró el vallisoletano.
Después de las exploraciones médica a las que fue sometido a la conclusión de la etapa, Romeo partirá hacía París para lamerse las heridas.
Las cotas se habían acabado pero el terreno continuaba desafiando los límites de los protagonistas en una jornada estupenda que remitía a las carreras locas de un días en los que suena No future del punk. La belleza de la etapa, indiscutible por emocionante, los ciclistas compitiendo a trallazos, la opacaba su disposición en la cartografía del Tour.
Parecía un apéndice, como si no perteneciera a la cadencia clásica de la carrera francesa. Kaden Groves se envalentonó cunado la pena reverberaba sobre Romeo. El australiano, compacto, musculatura de culturista, se lanzó en un esprint de varios kilómetros hasta que encontró El Dorado.
Su modo de vencer fue una rareza absoluta. Puro exotismo. Conviene saber que la meritocracia no asegura nada.
Tour de Francia
Vigésima etapa
1. Kaden Groves (Alpecin) 4h06:09
2. Frank van den Broek (Picnic) a 54’’
3. Pascal Eenkhoorn (Soudal) a 59’’
4. Simone Velasco (Astana) a 1:04
5. Romain Grégoire (Groupama) m.t.
6. Jake Stewart (Israel) m.t.
7. Jordan Jegat (TotalEnergies) m.t.
8. Tim Wellens (UAE) m.t.
38. Ion Izagirre (Cofidis) a 7:04
83. Alex Aranburu (Cofidis) a 13:17
General
1. Tadej Pogacar (UAE) 73h54:59
2. Jonas Vingegaard (Visma) a 4:24
3. Florian Lipowitz (Red Bull) a 11:09
4. Oscar Onley (Picnic) a 12:12
5. Felix Gall (Decathlon) a 17:12
6. Tobias Johannessen (Uno-X) a 20:14
7. Kévin Vauquelin (Arkéa) a 22:35
8. Primoz Roglic (Red Bull) a 25:30
69. Ion Izagirre (Cofidis) a 3h35:02
81. Alex Aranburu (Cofidis) a 3h49:29
Bien lo sabe Sweeny que lo peleó con valentía o Romeo, mordido por la desgracia de una caída cuando todo lo había hecho bien, salvo la trazada de la curva, a la que entró a demasiada velocidad. El relato de la meritocracia es una consigna capitalista más. Como la de querer es poder.
Mejor estar en el momento oportuno y en el lugar exacto cuando hay premio. Es lo que hizo el sorprendente Groves, al que nadie esperaba de esa manera, a solas, escapado, con tiempo para la emoción, la risa y el llanto de una conquista inopinada, inimaginable.
Eso alumbró la victoria de Groves, camuflado en la foresta hasta que mostró su aspecto de culturista reflejado en el espejo del triunfo con un ataque que nadie pudo cauterizar cuando demarró hacia Pontarlier.
Pogacar, sin problemas
Cuenta el mito, que Van Gogh, ebrio de absenta se cortó la oreja. La absenta se prohibió en Francia en 1915. Con los años se recuperó la producción de una bebida que conecta con la bohemia y la Belle Epoque. La celebró Tadej Pogacar en el descuento hacia París y su cuarta ceremonia de entronización en un día para esculpir una fuga.
Con las grandes montañas colgadas del retrovisor, a modo de un recuerdo lejano, que de solo rememorarlo fatiga, las últimas fuerzas, las migas que restan, se dispersaron en una escapada numerosa sobre un territorio cheposo de carreteras estrechas y vías secundarias.
Resuelto el Tour entre las alturas de los Pirineos y los Alpes, un recorrido de media montaña giró la ruleta para los cazadores de etapas, depredadores del día a día.
Las fugas que nacen en la última semana solo admiten a tipos duros, resistentes y pendencieros. Más si cabe en un trazado con el marco de una clásica que exigía un zafarrancho constante. Sobre ese tablero se inició un ajedrez de pulso relampagueante. Blitzkrieg.
Se corría a toque de trompeta, sin el swing del sonido cool de Chet Baker, melódico, melancólico y frágil. Bello en su vulnerabilidad. El jazz de la Costa Oeste y su toque luminoso para los días largos y las noches suaves de verano eran las notas tempestuosas y rabiosas que remitían a Miles Davis y su empuje de furia, epítome de la Costa Este, del jazz rebelde y reivindicativo de la comunidad afroamericana.
La tempestad, la lluvia ametrallándolo todo, agarró por la pechera a los fugados, un grupo salvaje y desconfiado trepando cotas, lacerándose a la mínima, atacándose en cada rincón.
Cerrado el cielo, abrochada la gabardina, los cuellos elevados y el sombrero puesto bajo el aguacero, la tormenta sacudía los miedos. El instinto de protección se impuso entre los mejores, felices de no contar daños a un dedo del cierre del Tour. Por delante, desatada la locura, un rapto de inspiración empujó al australiano hasta el éxtasis. En la tierra de la absenta, Groves besa la hada verde.