En la Grecia clásica, la cuna de nuestra civilización occidental, con toda su mitología empezamos a comprender que había diferentes niveles de poder. Los dioses del Olimpo como Zeus, Afrodita, Hermes, Poseidón o Apolo disponían de la vida y el destino de los hombres como si fuesen marionetas, dependiendo de sus caprichos. Cuando se mezclaban con los humanos en sus frecuentes cameos, bien por amor, lujuria o violencia, daba como resultado los semidioses como Hércules, Perseo, Teseo o Aquiles por nombrar solo algunos. Estos semidioses eran poderosos, y estaban siempre dotados de algún poder especial. Pero, por ser también descendiente de humanos, eran mortales. Era importante saber quién era el progenitor.

Parece constatado que en la prehistoria los grupos humanos siempre tenían un líder, bien sea por su fortaleza, sabiduría o experiencia. Estos liderazgos no siempre eran hereditarios. Entre los aborígenes australianos, con sus tradiciones, los jefes eran elegidos de alguna manera basados en el conocimiento espiritual o con el reconocimiento y prestigio ganado a lo largo de los años. Por ese motivo siempre se representan los jefes como ancianos. En los pueblos originarios de Australia, estos liderazgos no se adquirían por herencia, era más bien una sociedad, con muchos subgrupos, descentralizada. Por el contrario, en Nueva Zelanda sus jefes eran cargos hereditarios, con una estructura mucho mas jerárquica. En tiempos de guerra podían llamar a alguno de sus guerreros y nombrarlo jefe de guerra mientras durara el conflicto. En los periodos de paz, el liderazgo volvía a lo que podríamos denominar poderes civiles.

Si damos un salto cualitativo y cuantitativo en la evolución de las sociedades, nos adentramos en la historia medieval con toda su regalía de pequeños reinos, ducados y todos esos reinos de taifas de la Europa medieval. Los conflictos y guerras entre ellos dieron lugar a mayores reinos y mayores guerras. Creyéndose ungidos por la gracia de Dios, transmitían el poder a sus descendientes que en su mayoría eran varones. Con la anuencia de los Papas, que además de ser infalibles, afirmaban representar a Dios en la tierra dejaban tras de sí buenas descendencias como lo relata la saga de los Borgia. Así lo hicieron creer durante siglos. Los nobles que eran aduladores de los reyes se beneficiaban de las dádivas y las concesiones otorgadas a cambio de la soldadesca con el apoyo de sus finanzas si era necesario. Todos los nobles transmitían sus títulos y riquezas directamente a sus descendientes. La nobleza, la alcurnia y, con ello, los poderes terrenales se transmitían por la sangre.

La ilustración y la revolución francesa de 1789 impulsaron algunas ideas que son piedras angulares de las democracias occidentales, entre ellas, que todos los hombres nacen iguales, con los mismos derechos e iguales ante la justicia. La revolución francesa fue también la base de la constitución con la que se fundó los EE.UU. En Estados Unidos siguen con la primera república, en Francia van por la quinta. En España, hemos tenido dos, que terminaron con las guerras carlistas del siglo XIX y la guerra civil de 1936-1939. Dicen que a la tercera va la vencida. Veremos.

En el libro La agonía de Francia de M. Chaves Nogales se relatan las causas a las que se atribuye la rápida derrota de Francia ante el nazismo en 1940. Criticaba la debilidad del gobierno, la desorganización del ejército y la indiferencia de la clase media. Según Chaves Nogales, fue la crisis de valores de la sociedad francesa y su apatía lo que permitió la claudicación tan rápida del país ante Hitler y, por otra parte, la consolidación del régimen de Vichy del general Petain. Como colofón, en su libro predecía el colapso de las democracias ante el avance del totalitarismo. Afortunadamente no fue así.

Durante muchos años la cara que nos mostraba Francia era la resistencia heroica ante el nazismo. Un relato que ha durado muchos años, dejando de lado el colaboracionismo con los nazis en el holocausto o los campos de concentración para los exilados españoles de la guerra civil. Los franceses han tardado décadas en reconocer su lado oscuro. Todavía les quedan flecos. Es, en parte, esta parte oscura de sus historia lo que ha contribuido a sus delaciones en reconocer el Estado de Palestina hasta hace unas semanas. Los esqueletos en el armario de la historia francesa son numerosos. Nos han dejado la marsellesa, ese himno patriótico de lucha contra los invasores y reconvertido en todo un símbolo.

Las continuas crisis de los gobiernos de la postguerra dieron lugar al nacimiento de la cuarta república. Tanto en la tercera como en la cuarta república, el presidente y el primer ministro tenían poderes limitados, con lo que Asamblea Nacional hacía y deshacía gobiernos constantemente. La nueva crisis constitucional de Francia llegaría en 1958 con las guerras de independencia de Indochina y, sobre todo, Argelia. Cruentas guerras que dejaron varios millones de muertos como lo recoge el film La batalla de Argel o La crónica de los años de fuego, dirigida por Mohammed Lakhdar-Hamina, que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1975. La única película africana con ese premio.

La constitución de Gaulle

Así que, ni corto ni perezoso, el héroe de la segunda guerra mundial, el general Charles De Gaulle, sometió a referéndum una nueva constitución. En 1958 fue aprobada y dio lugar al nacimiento a la quinta república. Esta quinta república otorgaba un mayor poder al presidente, que era elegido por un consejo de mayores electores para evitar el bloqueo del Senado y la Asamblea de la cuarta república. En 1962, en otro referéndum, se introdujo el principio de elección por sufragio universal directo a dos vueltas del presidente y otorgando muchos más poderes a la presidencia de la república. El movimiento revolucionario de mayo de 1968 no terminó con la quinta república, pero si con la presidencia de De Gaulle que fue obligado a dimitir. Desde entonces, varios presidentes tuvieron que gobernar con primeros ministros de diferente ideología política como lo hicieron Francois Miterrand y Jacques Chirac, lo que se denominaba cohabitación. Ambos presidentes, también con su lado oscuro de ilegalidades, incluyendo el hundimiento del barco ecologista Rainbow Warrior en 1985 por los servicios secretos franceses. Pagaron los platos rotos los buceadores que colocaron los explosivos pero nunca los que dieron las órdenes. El Estado francés, reconocido culpable, pagó una indemnización de 8 millones de euros.

El presidente Macron ha sido el único presidente reelegido por segunda vez consecutiva. Lleva ya tres primeros ministros que han pasado a la historia por su brevedad. Francia se halla envuelta en una gran crisis política, social y económica a pesar de ser el primer país en recepción de turismo, tener una de las más grandes economías y formar parte del G7. Las tensiones sociales, con huelgas continuas, el mal funcionamiento de los servicios públicos, el déficit fiscal presupuestario y el aumento de la deuda publica están convirtiendo al país en un polvorín. Las protestas iniciadas por la sociedad civil son constantes. Sin olvidar los territorios de ultramar, antiguas colonias que les siguen dando quebraderos de cabeza al gobierno. La extrema derecha sigue su auge, tal vez porque nunca ha gobernado, pues bien es sabido que el poder desgasta. Debajo de la nueva piel de cordero de Marine Le Pen se esconde el lobo, aunque se distanciara de su padre, el fundador del Frente Nacional, abiertamente racista y xenófobo, por emplear solo adjetivos cariñosos.

De continuar así las cosas en Francia, podría tal vez abocar en una crisis mas profunda, una crisis estructural del régimen aunque el país siga funcionando con cierta normalidad. Algunos hablan ya de que la V República está moribunda y se necesitan cambios de profundidad, quién sabe si esta crisis permanente dará lugar al nacimiento de una sexta república. Una crisis que no favorecería nada a Europa. Una Europa que Mario Draghi, como el predicador Simón en el desierto, ha abogado por una mayor inversión y una mayor unión contra una extrema derecha que incita a la desunión y la xenofobia. Momentos difíciles.

En un reciente film titulado Le fils de... nos muestra una critica mordaz de la clase política, parodiando los políticos en el ejercicio de poder en Francia, una comedia ligera, con dosis de humor y cargas de profundidad sobre el sistema político, sarcástica, parodia, con algunas dosis de amor y alguna escena de sexo, como no podían faltar en las películas francesas. Una critica ácida de los que ejercen el poder en el Estado. Todo esto contado en algunos planos con la secuencia y la tensión de un thriller político.

En Francia sigue siendo importante ser el hijo de alguien. Vayan a verla, pasarán un buen rato.