DUDA con el título. Afirmación o pregunta. Apuesto por la afirmación, por respetuosa, legítima y respetable. No es la primera vez que he escrito y reflexionado en parecidos términos que vuelvo a exponer a continuación. Estimo que siguen en pleno vigor y actualidad porque la historia a veces avanza despacio y otras cual fuegos artificiales multicolores imprevistos, impredecibles e imprevisible. Como la rutina de la vida misma, todo sigue igual hasta que todo cambia. Y así me he solido manifestar y me reitero. Manifestaba como ciudadano vasco-demócrata, nacionalista-abertzale y jeltzale-jelkide convencido, que el autogobierno vasco ha de cumplir con precisión tres características, a saber: poder real suficiente para garantizar la identidad colectiva vasca en todas sus manifestaciones, poder real suficiente también para desarrollar el potencial económico de Euskadi y capacidad organizativa suficiente para poder articular una sociedad vasca solidaria, equitativa, incluyente, equilibrada, justa y cohesionada. Y por ello, antes y hoy, apostaba y apuesto a futuro, por un más y mejor autogobierno que permita al Pueblo Vasco responder a estos objetivos nacionales irrenunciables. Y hoy sigo apostando, muy sinceramente, por trabajar por la posibilidad de lograr una relación libremente consentida y lo más amable posible con España, seguramente no la ideal, pero sí la suficiente con la que poder afrontar mejor que nunca, y avanzando respecto a lo existente, con los tres básicos y vertebrales objetivos antes mencionados. Entiendo que se trata de buscar y de lograr no el instrumento ideal y pluscuamperfecto que uno estima merecer(se), pero sí el mejor posible en cada contexto real, una hoja de ruta realista y posible para el futuro bajo la batuta de una autoridad moral, política y sociológica, lo más amplia y transversal posible y de la cual podamos sentirnos orgullosos e identificados una muy gran parte de la ciudadanía vasca.

Más y mejor autogobierno

El futuro pasa, creo, por un nuevo acuerdo “aquí”, una nueva etapa que suponga aún un mayor reconocimiento de Euskadi como nación política, un nuevo avance en el reconocimiento de la existencia del Pueblo Vasco, en su derecho a ser y decidir, y en un verdadero salto cualitativo en el ámbito de las competencias jurídico-político-legislativas correspondientes al Gobierno y Parlamento vascos. Es decir, más y mejor autogobierno, un nuevo estatus jurídico-político que nos vaya acercando en la práctica al derecho a decidir nuestro futuro con todas las consecuencias, pactándolo con instancias y marcos superiores donde, nos guste o no, estamos ubicados, es decir, España, Francia y Europa. Hay que acertar, se trata de acertar por encima de cualquiera otra consideración, y ello por responsabilidad ante los que también apostaron y acertaron el 77, el 36 y en tiempos mucho más remotos a lo largo y ancho del Zazpiak Bat. Tendremos que acertar por responsabilidad ante la sociedad vasca actual, moderna, compleja y plural. Y sobre todo por responsabilidad ante el futuro que será protagonizado por otras generaciones con sus virtudes y sus carencias, con sus potenciales y debilidades, miedos y retos. Se trata de forjar un nuevo eslabón lo más compartido posible entre el pasado escrito y el futuro sin escribir.

Una nueva y mejor etapa. Hablo del hoy y del aquí, de la Euskadi de 2024, del derecho a decidir pactado para ser realmente dueño de su destino, hablo de burujabetza, del derecho a soñar con el Zazpiak Bat moderno. Y ello pasa por acertar de nuevo, por decidir y por pactar, avanzar, acertar, decidir aquí, y pactar allí, no imponer aquí y no impedir allí. Hablo de inteligencia, visión de futuro, altura de miras, corazón caliente y cabeza fría, hablo de acordar el derecho de decisión de los vascos en la Europa del siglo XXI defendiendo un vigoroso y amplio acuerdo político de mínimos, superador del actual status, en la sociedad vasca lo más amplio posible. Hablo de negociar y pactar luego su ejecución y concreción en el Madrid de las dos Españas.

Los mapas que estudiaban los niños hace poco más de cinco o seis lustros son hoy tan obsoletos como la cartografía utilizada en el Tratado de Paz de Westfalia o en el Congreso de Viena. El futuro, lo repito, está sin escribir, lo escribiremos de nuestro puño y letra, con otros y otras. Ciertamente el atlas de Europa siempre se va quedando viejo, y vascos y vascas tenemos de nuevo la oportunidad de apostar, buscar y la obligación de acertar una vez más. Somos un pueblo que viene de lejos, viejo pero nuevo como el agua nueva que mana de la fuente vieja. El mestizaje integrador, incluidas revelaciones arqueológico-lingüísticas, ha labrado secularmente el halo sabio de la supervivencia por encima de todos los avatares. Y así, la necesaria inteligencia del pequeño que en su pequeñez aspira a poder seguir siendo se concreta en el siglo XXI, hoy y aquí, en un futuro compartido. Estoy convencido de que el reconocimiento del derecho del Pueblo Vasco a decidir su propio futuro, convencido de que el compromiso mutuamente adquirido a ejercer este derecho por la vía del pacto y la negociación, y de que este principio de consentimiento y decisión integre las diferentes sensibilidades existentes en Euskadi, pulen la llave que posibilitaría una nueva etapa de más y mejor autogobierno. Hablo de un amplio paraguas cual consenso dinámico resultado de un diálogo multipartito superador de partidismos.

El 5 de marzo de 1949, en plena dictadura franquista y en la más radical clandestinidad, EAJ-PNV se manifestó así: “EAJ-PNV proclama el derecho del Pueblo Vasco a expresar libremente su voluntad y que tal decisión sea considerada como la única fuente jurídica de su estatus político. Lo que entraña el deber correlativo de respetar ésa”. Pues bien, sin negarlo jamás, reafirmándome diaria, viva e intensamente en todo lo que tiene de sentimiento y compromiso político presente, me intento acoplar a los tiempos que corren, piso tierra firme y concibo Euskadi y sus símbolos como mi patria y mis símbolos, pero también consciente de participar en un proceso de procesos en una historia singularizada por variables específicas. Y me sigo sintiendo vasco a secas y por nacionalista-abertzale. Hoy como ayer, creo, se trata de conseguir la capacidad para la realización de un proyecto elaborado en beneficio del conjunto de la sociedad vasca en la que merezca la pena vivir y favorecer así vidas individuales libres, creativas, solidarias, inclusivas, prósperas y armónicas.

No se trata pues de competir en radicalidad, ni de renunciar a ningún principio, ni de blandenguería ideológica. No, al contrario, se trata, creo, de, siendo firmes en los principios, ser flexibles ante la aldea global que nos viene y ante una sociedad compleja en evolución. Ni el corazón y ni el cerebro, ni los principios y los procedimientos, ni la gran política y la praxis diaria deben ser excluyentes entre sí. Pienso que en la Euskadi de hoy la única interpretación pragmática y realista de la soberanía y la territorialidad debe, sin renuncias ideológicas a nada, responder exquisitamente a la voluntad ciudadana, a los marcos cambiantes en cada momento y a las nuevas realidades, necesidades y retos que se nos conforman. Están ahí mismo, delante nuestro.

Opino, lo creo honestamente, que somos un Pueblo con identidad propia en el conjunto de los pueblos de Europa, somos depositarios de un patrimonio histórico, social y cultural singular que se asienta geográficamente en siete territorios actualmente articulados en tres ámbitos jurídico-políticos diferentes ubicados en dos estados. Somos un Pueblo en definitiva con voluntad de seguir siéndolo. Estimo que Euskadi tiene derecho a decidir su propio futuro, tal como se aprobó por mayoría absoluta un 15 de febrero de 1990 en el Parlamento Vasco en conformidad con el Derecho de Autodeterminación de los pueblos, reconocido internacionalmente en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Así lo manifiesto, creo y pienso, sabiendo de antemano que para los gustos se hizo precisamente la multicolor gama política del arco iris. Y de ahí el mayor de mis respetos a quienes, radicalmente, todo, mucho o poco, discrepen de estas líneas. Termino: en este empeño apasionante y superador de más y mejor autogobierno para Euskadi le deseo toda la suerte del mundo al nuevo y octavo lehendakari de Euskadi, Imanol Pradales. Zorte on Imanol. Somos una nación. Aurrera.