El patrimonio arquitectónico, desde los yacimientos prehistóricos hasta las edificaciones más contemporáneas. Es la temática central de la nueva edición de las Jornadas Europeas de Patrimonio que se celebran a lo largo de todo el mes de octubre y, un año más, Zeanuri participa en la iniciativa para difundir y dar a conocer una pequeña parte de los monumentos y construcciones de gran valor e interés histórico de los que puede presumir esta pequeña localidad arratiana.
La primera cita está fijada para el 4 de octubre con una visita guiada en euskera al taller de herrar y al molino de Errotabarri. Con esta propuesta se pretende recordar dos actividades económicas muy ligadas al pasado del municipio. Por una parte, se va a hacer hincapié en la importancia de los animales, principalmente el ganado caballar y el vacuno, en las labores del caserío. Pero, desde hace ya décadas, la implantación de procesos de mecanización ha supuesto la desaparición paulatina de algunos oficios manuales relacionados directamente con el mundo rural.
Es el caso del herrador. Constan Etxezarraga, ya fallecido, fue el último representante de esta profesión en Zeanuri y recordaba en vida que, hacia finales de los años 50 del siglo pasado, existían en el pueblo unas 113 parejas de bueyes. Como consecuencia de ello su jornada laboral comenzaba con las primeras luces del día y se extendía hasta el anochecer.
Ese modo de vida será este año reconocido en el programa local de las Jornadas Europeas de Patrimonio con un recorrido por el taller de herrar (perratoki) de propiedad municipal. El investigador Jon Urutxurtu explicará a los asistentes las diferentes instalaciones que lo componen, y en qué consistían y como se realizaban las labores de herrado.
Desde esa infraestructura, los participantes acudirán después al molino de Errotabarri, situado en la Cofradía de Otzerinmendi y fue el último de los construidos en la localidad, en el año 1785. Es de funcionamiento hidráulico, tiene 3 piedras y, a diferencia del resto de infraestructuras de este tipo de la localidad, la presa y la antepara están comunicados por una compuerta y no por medio de un calce. Dejó de trabajar en abril de 1975 con Andrés Aldekoa, ‘Ane’, como último molinero. Y fue restaurado en 2015 por la familia Manterola, propietaria de una infraestrutura que se abre al público y se pone en funcionamiento todos los años en el mes de mayo, cuando la asociación Joko Alai organiza la Marcha de los Molinos de Zeanuri.
Conjunto de Eleizondo
El experto Jon Urutxurtu también dirigirá, el 11 de octubre, la salida guiada a Eleizondo, una barriada que reúne un interesante conjunto monumental religioso conformado por tres elementos. Por un lado, la imponente parroquia de Andra Mari, construida en la primera mitad del siglo XVIII sobre otra iglesia del siglo XVI. Se rehabilitó entre los años 1994 y 2000 y en su interior sobresale el retablo, uno de los más bellos de Bizkaia.
A pocos metros se encuentra la singular ermita humilladero de la Piedad, por cuyo pórtico pasaba el antiguo camino real, y donde aún se pueden ver los restos de esta antigua calzada. Y frente a la ermita se halla la encina que, desde hace 67 años, los vecinos de Eleizondo miden durante la jornada festiva del día de San Valetín.
El complejo se completa con la cruz conmemorativa de Nestor Basterretxea, una escultura realizada en acero corten y erigida con motivo del centenario de la cruz de Gorbeia.
El salto hidroeléctrico de Barazar
La tercera y última actividad del programa de las Jornadas Europeas de Patrimonio en la localidad arratiana de Zeanuri está fijada para el 25 de octubre un pone el foco de atención en restos arqueológicos del salto hidroeléctrico de Barazar. En este caso, el arqueólogo y profesor de historia Josu Santamarina Otaola guiará a los asistentes por una ruta circular de unos 5 kilómetros de distancia para conocer el sistema de embalses de Undurraga y Ullibarri-Gamboa. Creado entre 1947 y 1959 por Altos Hornos de Vizcaya (AHV), fue la mayor obra energética llevada a cabo en el País Vasco hasta ese momento.
En Barazar (Zeanuri) se construyó una gran central subterránea destinada a producir fluido eléctrico para las industrias del Gran Bilbao. Los trabajos implicaron la destrucción de casi una decena de pueblos en el norte de Araba, pero también estimuló la llegada de cientos de familias trabajadoras. En los barrios zeanuritarras de Undurraga e Ipiñaburu aún se conservan restos de sus precarias viviendas y otros elementos arquitectónicos de este paisaje de la energía.