PROBABLEMENTE habrá quien considere catastrofista tanto el título como el contenido de esta reflexión, pero supongo que suscitará unanimidad la sensación de que mires hacia donde mires lo que se observa es que nuestra sociedad, la humanidad en su conjunto, está jugando con fuego en los últimos tiempos.

Haciendo equilibrios por el borde del abismo

Es como si ese instinto autodestructor que nos contagia se empeñase en caminar constantemente por ese borde peligroso del abismo a punto de despeñarnos en él.

Incluso una vez que habíamos salido de ese túnel negro que supuso la pandemia, cuando todos los expertos auguraban un tiempo lleno de luz y prosperidad, con crecimiento económico, incremento del empleo, control de precios de la energía y por lo tanto del IPC, nuevamente lo convertimos otra vez en un futuro oscuro tirando a negro.

Hace unos días, Noam Chomsky, uno de los pocos pensadores que nos queda al menos a la izquierda, señalaba en una interesante entrevista que el mundo camina hacia un momento en el que nos podemos ir despidiendo ya unos de otros. Rápidamente para que no nos pille desprevenidos.

Se refería al cambio climático, a ese maltrato que en los últimos años nuestra sociedad está dando al planeta, que está provocando estas olas de calor anormales, ciclos de sequía que baten récords, o fenómenos climáticos extraordinarios. Pero temo que lo tenemos bastante más próximo viendo la situación de la guerra en Ucrania.

A raíz de ambos hechos recordaba un término que se está mencionado demasiadas veces en los últimos tiempos: Armagedón. Viene de la biblia y aparece en el libro del Apocalipsis refiriéndose al fin del mundo, o fin de los tiempos mediante catástrofes, en este caso provocada por los propios humanos.

Ha surgido como consecuencia de la aparición en la escena bíblica del submarino ruso Belgorod y su famoso misil, o torpedo, Poseidón.

Lo más dramático en esta ocasión es que muy poca gente se está dando cuenta de lo que todo ello significa. Un submarino que puede aparecer en cualquier lugar del mundo con capacidad de destrucción nunca conocida.

Es como si la humanidad se hubiera vuelto insensible a estos peligros que están ahora demasiado cerca de producirse. Como si se hubiera quedado ciega para verlos.

Nuestros dirigentes se comportan de la misma manera. A nadie parece importar que en un momento dado todas esas previsiones se puedan cumplir y acabemos con media, o toda la humanidad.

Se refería en una entrevista de hace unos años el loco dictador Putin a sus miedos de infancia, relatando un hecho que le ocurrió al acosar a una rata que acabó atacándole con fiereza. La conclusión que sacaba era que no se debe acorralar a nadie hasta el punto de dejarle sin alternativas de escape, ya que le desesperación le podía llevar a reaccionar con la máxima agresividad.

Deberían tomar nota nuestros dirigentes occidentales para evitar que esto pudiera suceder en tiempo real.

Los atentados contra los gaseoductos rusos en el mar del Norte y la reciente explosión ocurrida contra el puente que une Crimea a Rusia llevan el sello ucraniano, es probable que con ayuda occidental y pueden llevar a Putin y Rusia a una situación de esta naturaleza.

Él mismo lleva tiempo advirtiéndolo y nadie se lo parece tomar en serio, pero no hay que ser muy listo para entender que es una amenaza real de alguien que posee poder nuclear.

¿Qué le está pasando a nuestros dirigentes para que, sabiendo vamos directos al despeñadero, no hagan nada por evitarlo? ¿Qué le pasa a nuestra sociedad, que permanece insensible a este peligro?

Si de los análisis de los expertos más sensatos se deriva una conclusión de esa naturaleza, ¿no es su responsabilidad evitarlo?

Cierto que Putin es el responsable directo de este drama pero; ¿no es el momento de evitar acorralarle al máximo, llevándole a tomar decisiones que impliquen un peligro de extinción de una parte de la humanidad, o de toda?

La sensatez indica que ha llegado el momento de la verdad, de sentarse a negociar un acuerdo que evite el apocalipsis.

Incluso, aunque suene cruel, obligar a Ucrania a aceptar términos que hace apenas 5 meses estaba dispuesta a hacerlo. Respetar la anexión que ya existía de Crimea a Rusia y negociar un estatus de autonomía para el Donbás anulando a cambio los referéndum farsa recientemente realizados.

En estos momentos, Putin resulta un peligro para la supervivencia de la humanidad, pero Zelensky, también, porque aunque Ucrania es la agredida y Rusia debe acabar con la agresión, tiene que hacer lo posible para acabar con esta pesadilla, también occidente, especialmente EE.UU., que poseen la capacidad para obligarle al acuerdo.

Siempre se dejan pelos en la gatera en una guerra. En una como esta, que puede suponer la destrucción total, más.

Ahora observamos los ataques rusos de represalia contra decenas de ciudades ucranianas, incluida su capital Kiev, a continuación Zelensky amenaza con responder. Acción-reacción hasta la destrucción total.

La sociedad occidental debe movilizarse para forzar a sus dirigentes a evitar que se active el Armagedón. Tenemos que reaccionar para preservar el futuro de nuestros hijos y debe ser una reacción conjunta y contundente.

La alternativa es dejar en manos de locos como Putin y otros el futuro de la humanidad. No debemos consentirlo.

¡Paremos el Armagedón aquí y ahora! ¡Reaccionemos ya ante el fin del mundo al que nos llevan!

Tampoco si miramos a nuestro país la cosa está para alegrías. A los males generales que sacuden especialmente la UE, se le añade la confrontación brutal entre una izquierda en el poder y una derecha que no admite que siendo su estado natural el ordeno y mando, en estos instantes no ocurra así.

En una situación donde sería obligatorio el entendimiento, incluso unos II Pactos de la Moncloa, hasta para una cuestión como la renovación del CGPJ persiste la lucha es a muerte, el morir matando.

Si se tenía esperanza de que un Feijóo sensato al frente del PP podría evitarlo, hemos podido comprobar en la práctica que sigue a pies juntillas la dirección marcada por Isabel Díaz Ayuso.

Además, la luz roja está encendida porque todas las previsiones marcadas por las encuestas indican que 2023 va a ser favorable a esa derecha extrema “echada al monte”, que tiene muy claro que gobernará de la mano de la extrema derecha.

Primero casi Francia, luego Suecia, hace unos días Italia y Gran Bretaña y ahora puede ser España. Un negro panorama para las izquierdas y la parte de la sociedad más necesitada y vulnerable.

Hacemos equilibrios al borde de un abismo inmenso intentando no despeñarnos por él.

Veremos si no acabamos cayendo...

* Exparlamentario y concejal de PSN-PSOE