N mis años de doctorado en Nueva York, lejanos ya pero siempre presentes, leí Habits of the Heart, un libro de Robert Bellah publicado en 1985 que describía las virtudes y los retos del individualismo estadounidense. Era la primera vez que leía un texto en el que podía comprender con claridad algunos de los riesgos y amenazas a los que se enfrentaba la democracia norteamericana.

El riesgo principal consistía en que las tendencias individualistas, promovidas por la racionalidad del homo economicus, pudieran prevalecer con el tiempo sobre tendencias opuestas hacia el comunitarismo y el compromiso social. Bellah utilizaba la religión para desarrollar su argumento, pero el sentido y la importancia de su mensaje se podían entrever también en aspectos de la sociedad americana distintos de la religión.

No resulta una coincidencia que Bellah concibiera su libro en los comienzos del neoliberalismo, con Reagan y Tatcher en el poder, y su genio consistió en saber ver, mucho antes que la mayoría, hacia dónde podría conducir ese camino que se iniciaba entonces.

Los primeros pasos, como sabemos, consistieron en liberalizar y privatizar, y en comenzar a configurar e imponer una ideología que acabaría causando los mayores niveles de desigualdad socio-económica y exclusión social en un siglo.

Cuando Bellah escribió Habits of the Heart, la racionalidad neoliberal no difundía todavía de forma efectiva el modelo del mercado a todos los dominios y actividades, ni configuraba a los seres humanos como actores del mercado, siempre y en todo lugar como homo economicus. No funcionaba todavía como una forma de racionalidad social ni una forma de gobernanza, como ha llegado a ocurrir después.

Esta transformación más reciente del neoliberalismo es el foco del análisis de Wendy Brown en Undoing the Demos (2015), que puede leerse como una confirmación de los temores de Bellah. Aunque aparentemente no exista conexión substantiva entre ambos libros, Undoing the Demos refleja plenamente la crisis de la democracia estadounidense que Bellah ya atisbaba como posibilidad. Así, Brown argumenta de forma convincente que el neoliberalismo erosiona gravemente la racionalidad democrática apoyada en la evidencia acumulada en el tiempo de la que no disponía el autor de Habits of the Heart.

Es importante subrayar que la obra de Brown nos permite ver los problemas de las democracias como un problema de economía política: no como una consecuencia de carencias en la esfera de lo político exclusivamente, sino fundamentalmente como resultado de los desequilibrios ocasionados por la evolución del sistema socio-económico capitalista en su versión neoliberal.

Desde el ángulo del análisis del impacto de la tecnología, Evgeny Morozov desarrolla un argumento similar de economía política: no basta con reformar a las "cinco grandes" (Amazon, Apple, Facebook, Google, Microsoft); es el capitalismo -y en particular el capitalismo financiero - lo que hay que cambiar si queremos regenerar la democracia.

El fracaso neoliberal nos permite desacreditar algunas ideas de Hayek y Friedmann, en particular aquellas que inciden en el isomorfismo entre capitalismo y democracia y que proclaman la ausencia de alternativas viables. En efecto, la situación que se empieza a dibujar en nuestros días permite concebir democracia y capitalismo como dos variables relativamente independientes. Este planteamiento lo avanzaba ya otro libro que me acompañó en mis años de recién llegado a Nueva York y que ha recobrado su vigencia: Capitalist Development and Democracy, de Dietrich Rueschmeyer, Evelyne Stephens y John Stephens, publicado en 1992.

Además del efecto corrosivo del neoliberalismo, hoy los fundamentos mismos del sistema democrático liberal se ven amenazados por el ascenso de los populismos, los riesgos de ser gobernados por criterios algorítmicos decididos por élites no sujetas a controles democráticos, los flujos informativos carentes de calidad y las fake news, la polarización, el extremismo y el tribalismo, extendidos como actitudes políticas y societarias demasiado frecuentes.

Amenazan también a las democracias el constante ascenso de la dictadura China, el declive relativo de Estados Unidos, la crisis institucional y de identidad de la Unión Europea o la actitud agresiva y las maquinaciones de los dirigentes rusos contra los valores y prácticas occidentales.

En esta situación, que no me parece exagerado calificar de preocupante, nos ayuda poder contar con la publicación muy reciente de numerosos análisis que contribuyen sin duda a esclarecer causas, mecanismos y consecuencias de la crisis (o las crisis) de las democracias. Comentaré aquí muy brevemente unos pocos libros que se centran en el impacto de la tecnología en el demos.

Tanto Tom Nichols (The Death of Expertise: The Campaign Against Established Knowledge and Why it Matters) como Cass Sunstein (#Republic: Divided Democracy in the Age of Social Media) tratan de explicar en sus obras (ambas publicadas en 2020) cómo Internet, en una era con acceso amplio a la tecnología y unos relativamente altos niveles educativos en grandes segmentos de la población, fomenta tanto actitudes narcisistas como un equivocado sentido del igualitarismo intelectual y ambos socavan gravemente las democracias como sistemas informacionales.

Los errores cognitivos, por ejemplo los sesgos de confirmación (que Daniel Kahneman identificó en varias obras célebres), empeoran la situación y fomentan el tribalismo y la polarización. Nichols, profesor en Harvard, sugiere que nos incitan a prestar atención a aquella información que viene a darnos la razón y a ignorar la que supuestamente nos contradice, aunque pueda aportar elementos novedosos y enriquecedores.

Sunstein, profesor en Chicago, sugiere que el diseño de las webs podría hacerse de forma que los algoritmos nos suministraran información distinta o contraria a las tendencias que han identificado en cada persona, con el fin de fomentar actitudes pluralistas y no polarizadas.

Ambos autores hacen una defensa muy intensa de la necesidad de recobrar la legitimidad y la autoridad del conocimiento experto como única forma de contrarrestar la "ignorancia racional" que se expande con el acceso a información en Internet sin los necesarios criterios, filtros y guías.

Weapons of Math Destruction, de Cathy O'Neil (2016), advierte que el diseño actual de los algoritmos perpetúa y agrava los desequilibros socio-económicos existentes y puede llevar a decisiones que perjudiquen a los más desfavorecidos y empeorar así los problemas de pobreza y desigualdad.

O'Neil, matemática y científica de datos, argumenta que esto se debe a que (al menos en Estados Unidos) los algoritmos responden a sistemas de incentivos establecidos con criterios de mercado exclusivamente. Si el perfil de una persona no favorece, por ejemplo, la recepción de un préstamo bancario, el algoritmo confirmará la negativa sin ninguna posibilidad de cierta flexibilidad para encontrar alternativas.

El libro The Age of Surveillance Capitalism. The Fight for a Human Future at the New Frontier of Power (2018), de la filósofa y profesora emérita de Harvard Shoshana Zuboff, denuncia una arquitectura global de modificación del comportamiento humano a través de los nuevos "mercados de futuros del comportamiento" en los que las predicciones sobre nuestro comportamiento son compradas y vendidas.

Esto es consecuencia del "capitalismo de la vigilancia" regido por las grandes compañías tecnológicas, en lo que resulta quizá una contraparte occidental del totalitario sistema de "crédito social" impuesto en China por el Partido Comunista. En el capitalismo tecnológico de la vigilancia, la arquitectura del poder está transformándose rapidamente por medio de gigantescas concentraciones de información y conocimiento no sometidas a control democrático alguno.

Los problemas y los retos de la democracia liberal no se limitan a las transformaciones impulsadas por las nuevas tecnologías, Internet y los sistemas de algoritmos. Y los retos tecnológicos que amenazan la democracia no pueden exponerse en unas pocas líneas. El esbozo anterior simplemente presenta de forma somera algunas ideas que podrían incitar al lector a continuar explorando estos debates.

* London School of Economics y Massachusetts Institute of Technology