ER a Carlos Iturgaiz en la noche electoral del pasado domingo provocó un flashback en mi memoria. Fue como revivir las sensaciones que en un pasado lejano dejaban la emisión de un arcaico programa televisivo que mi subconsciente recrea con total nitidez. Se trataba de un espacio emitido en los años 70 y que yo aborrecía. Su título, Ismael y la banda del mirlitón. Se trataba de un programa de música popular emitido los sábados por la mañana que lo veías o no había más; era la única oferta televisiva de ese momento. Así que no quedaba más remedio que metabolizar como buenamente se podía aquel espacio en blanco y negro donde el almirez, la botella de anís o las castañuelas acompañaban coplas tradicionales como la que decía "que sí que, que no que, que a mi novia le gustan los albaricoques".

Situar un tubo semejante en una franja horaria de entretenimiento infantil era como poner a un Cristo dos pistolas. Pero como Televisión Española era "la mejor televisión de España" -no había más-, debíamos tragarnos el monopolio catódico, en consonancia con el régimen imperante. Lo cierto es que los culturetas de la época y algunos fans de la etnografía musical popular estarían encantados con Ismael y su grupo "del mirlitón". Ismael era un músico segoviano que encarnaba el alma de aquel programa de armonía folclórica y de raíces rurales. Tenía su valor, no lo dudo, pero a mí aquella puesta en escena, los soliloquios costumbristas, la bandurria, el laúd o el botijo, no me motivaban para nada.

Contemplar a Iturgaiz, recién acabado el recuento y ante el naufragio electoral, afirmar con una sonrisa en los labios que "habían derrotado a las encuestas" me llevó inmediatamente al pasado. A Ismael y la copla castellana de: Por el puente de Aranda se tiró, se tiró. Se tiró el tío Juanillo pero no se mató. Pero no se mató€

Visto desde fuera, parece surrealista. Como si fuese una secuela de La escopeta nacional de Luis García Berlanga, la estrategia de los dirigentes de la derecha española les llevaba a pegarse un tiro en el pie y, a pesar de ello, aparecer contentos. El "tiro en el pie" fue el símil utilizado por Amaya Fernández , la fugaz presidenta del PP tras Alonso, que ha sido la única en hacer autocrítica.

Si los populares han pretendido disimular su debacle, los power rangers de Podemos, no han sabido enmascarar su disgusto. Pablo Iglesias, su gran timonel, reconoció "sin paliativos" los malos resultados y se abrió a hacer una profunda autocrítica. Lo que ocurre es que esas palabras ya las habíamos escuchado anteriormente en desengaños electorales pasados. Y la autocrítica prometida entonces no llegó nunca o, si se hizo, encontró pronto culpables que fueron purgados del universo morado.

La estrategia de campaña llevada a cabo por Elkarrekin Podemos fue desastrosa. Su desapego por la realidad y el permanente sonosonete del tripartito de izquierdas no hizo sino convertir a Maddalen Iriarte en el "voto útil" para muchos de sus seguidores. Un error de bulto que admitiría cualquiera salvo el actual cuadro dirigente de Podemos Euskadi, que desprende soberbia intelectual, una especie de clasismo de élite que les hace vivir en una ensoñación permanente y cuyo divorcio con la sociedad real comienza a evidenciarse. Algo que, además, se une al permanente estado de crisis interno que tal élite alimenta. Un todo que una exdirigente vizcaina de Podemos, apartada de la escena tras una penosa relación tóxica con sus compañeros de grupo, resumía en un tuit de esta manera: "Nadie debería extrañarse de los resultados. Se trataba de sumar y han dividido. Se trataba de trabajar en equipo y han idolatrado. Se trataba de cambiar el mundo y el mundo nos cambió. Poder no sé si pudimos, lo que si sé es que ya no podremos".

Si el PP de Iturgaiz me traía a la memoria a la banda del mirlitón, la retórica de Roberto Uriarte y los suyos, culpabilizando de su batacazo a la abstención y a la falta de estructura organizativa e insistiendo en un tripartito imposible me recordó otro espacio televisivo memorable presentado igualmente por un personaje singular. El programa se titulaba Cantares y el conductor de aquello era Lauren Postigo. Genio y figura extravagante desde el Corral de la Pacheca. Ilustración y clarividencia para entendidos mientras la mayoría del público, llevado seguramente por nuestra mediocridad, abandonábamos la audiencia durante su emisión. Igualito que ahora.

La extrema derecha ha terminado por entrar en el Parlamento Vasco. El requisito electoral de superar el 3% de los votos emitidos unida a la escasa participación (y, no lo olvidemos, al voto de más de 4.700 alaveses y alavesas) harán que la ultraderecha campe en solitario por el grupo mixto de la Cámara de Gasteiz. Ya lo hicieron en el pasado Gorka Maneiro y UPyD en una experiencia nada edificante para el sistema parlamentario. De ahí que resulte conveniente, en la actual perspectiva, establecer un "cordón sanitario" que, sin cercenar los derechos básicos que asisten a cualquier parlamentario, limite el impacto económico y de iniciativa de que disponga la representante ultra. Veremos si alguien se opone a limitar la acción de Vox.

Si el PP y Podemos han sido los principales afectados por la pérdida de apoyos y de sus correspondientes escaños, en el lado positivo se sitúan el PNV, EH Bildu y los socialistas. Estos últimos confiaban en obtener un mejor resultado en las urnas impulsados por el tirón de Pedro Sánchez. Pero ni la imagen del gobernante ni la caída de Podemos ha alimentado su impulso. Quien sí lo han rentabilizado ha sido EH Bildu, que recupera en parte -aun tienen margen- el electorado fugado hacia los de Pablo Iglesias en el pasado. EH Bildu ha cosechado un buen resultado, tanto territorialmente como en el conjunto de la comunidad, alcanzando casi el 28% de los votos y 21 escaños (3 más que en la legislatura pasada).

El PNV, por su parte, también ha podido beneficiarse, en una parte difícil de cuantificar, de la pérdida de posiciones del PP (fundamentalmente en Araba) y su porcentaje de votos en relación a los emitidos se sitúa en el 39,12% y 31 escaños (tres más).

Ambas formaciones se constituyen de esta manera como las vigas centrales del mapa político vasco. Los de Otegi, que consideran que aún no han tocado techo, se aprestan a configurar una dura oposición. Habida cuenta de que si se reeditara el actual pacto de gobierno de nacionalistas y socialistas obtendría la mayoría absoluta en el Parlamento, la oposición de EH Bildu trasladaría su presión a la calle. De ahí el llamamiento de Otegi a constituir "mayorías sociopolíticas soberanistas y progresistas". Como el propio Otegi ha dicho que no cuenta entre los soberanistas con el PNV ni con los socialistas entre las fuerzas de izquierda, ha de entenderse que el llamamiento a la unidad de acción realizada por EH Bildu va dirigida a los principales sindicatos del país de cara a plantear una abierta confrontación con el gobierno saliente de las urnas.

La dureza con la que atacado al nacionalismo gobernante durante la campaña, las gravísimas acusaciones que sus representantes han dedicado y las líneas de análisis que los editorialistas de la izquierda patriótica han apuntado de cara a un escenario a medio plazo, nos auguran un panorama sin tregua ni posibilidad de acuerdo entre las dos primera formaciones políticas de Euskadi. Así lo han establecido los dirigentes de EH Bildu que alentados por los "buenos" resultados cosechados, creen que en los próximos cuatro años llegará el momento de sustituir al PNV en el liderazgo del país. Y para conseguirlo no habrá descanso posible en su acoso.

EH Bildu sabe que para alimentar la confrontación contará con unas circunstancias generales favorables. Con incertidumbre económica. Con incremento del paro y de la conflictividad. Y con una pandemia que lejos de remitir rebrota por la relajación social. Pero tal coyuntura, que alimentaría la preocupación social por el agravamiento de las condiciones de vida, debería motivar no ya la protesta sino la necesidad de medidas que paliaran y mitigaran la crisis. Eso es precisamente lo que el PNV va a intentar. Conformar, lo más rápidamente posible, un gobierno que haga frente a la depresión que llega. Es la gran diferencia hoy por hoy entre el PNV y EH Bildu. Unos piensan en el bien común, en el país, y otros actúan en interés propio, de sus propias estrategias de partido. Todo muy legítimo. Pero cada cual se retrata donde quiere.

* Miembro del EBB de EAJ-PNV