ECORDEMOS las primeras noticias del coronavirus procedentes de la ingesta de murciélagos en China; el virus natural del animal mutó a las personas, así nos lo hicieron saber, así se propagó y así nos lo tragamos cual San Pascualito muerte o San Pascualito Rey, nombres que evocan en la cultura indígena mexicana y guatemalteca al santo pagano de la buena muerte, representado como un esqueleto con capa.

Según nos cuenta la historia, en 1650, un guatemalteco indígena estaba muriendo de una fiebre epidémica llamada cucumatz. Pascual Baylón, fraile canonizado en 1690 y santo popular venerado en Guatemala y México, prometió que intercedería para llevarse el azote de cucumatz si la comunidad le adoptaba como patrón y veneraba su imagen. Como prueba de su identidad, predijo que en nueve días el hombre enfermo moriría y que la epidemia terminaría. Cuando el hombre falleció en el periodo anunciado y la epidemia pasó, el rumor de la visión comenzó a correr. Las imágenes de San Pascualito se hicieron populares a pesar de su prohibición por la Inquisición española.

Hay un grupo musical mexicano del mismo nombre, San Pascualito Rey, que en una de sus canciones revela algo de lo que pasa: "Hagamos de cuenta, que no pasó nada, que no hubo mordidas ni miradas, hagamos de cuenta, que no nos vimos, que no nos acostamos, ni nos extrañamos. Hagamos de cuenta, que no existimos, que nunca nos conocimos. Es imposible cuando ayer nos tocamos, cuando ayer nos robamos y nos tragamos".

Los integrantes de la banda musical mexicana consideran que hay un entorno difícil para desarrollarse en todos los aspectos de la vida cotidiana en su país. "Todos los ciudadanos nos enfrentamos con la muerte, lo cual es lamentable€ De este gobierno esperamos acciones concretas para disminuir este entorno de inseguridad", afirma Pascual, vocalista de la banda.

Y así estamos en este tiempo de proliferación pandémica de la histeria, del miedo y de la total inseguridad como psicosis colectiva que ejerce de parapeto para cualquier animosidad que se precie.

Las medidas estrictas del confinamiento de ciudades y el "quédate en casa" son para evitar y minimizar el riesgo de contagio y bajo esas premisas de compromiso y responsabilidad, los ciudadanos respetan la orden aprobada. Los hospitales están colapsados y la población, resignada. El colectivo de mayores es el más afectado y la previsión de colapso del sistema se convierte en emergencia mundial.

Y si al inicio de la epidemia se decía que el origen estaba en la mutación del murciélago al humano, en la expansión pandémica cunde el desánimo y se extiende la impresión de que todo fue creado desde un laboratorio en Wuhan. ¿Con qué intención? No se sabe. Pero, si el patrón fue China, aquí y ahora en el estado de alarma actual de que lo peor aún está por llegar, nos llega también la buena información positiva de que en China se aminoran los casos y que lo peor en el país asiático ya ha pasado.

Así pues, aunque Europa ahora en estado de emergencia, es el epicentro de la pandemia, la impresión es que pronto llegará desde China el antídoto que nos devuelva poco a poco a la normalidad. Con lo cual, aquellos que nos trajeron el problema, nos traerán la solución y así serán los salvadores y los nuevos patrones del mundo, el patrón a quien daremos las gracias por darnos una salida triunfal a la pandemia. En fin, la salud unido a la economía, guerra tribal de potencias por liderar el presente-futuro. En esta guerra de patrones, primero se crea el estado de alerta, luego se activa el pánico social, la visión apocalíptica, y más tarde se muestra un antídoto para la solución o, lo que es lo mismo, una plataforma de rescate. China como patrón oriental universal que liderará el mundo frente al poder occidental liderado por Estados Unidos, y Europa a rebufo de todo sin pintar nada.

Estos podrían ser los desmanes del capitalismo avanzado y la indignidad del capitalismo financiero que todo lo nubla. Estados Unidos y China, tanto monta, monta tanto, creando un problema y buscando una solución para cada problema. Imperios que contraatacan y Rusia, ojo avizor. Así estamos, en la sobreabundancia y en el vacío, y en los signos de la destrucción para seguir creando.

Y me pregunto, ¿no es raro que en el gran territorio chino, y más específicamente en Wuhan, ya no haya contagios y que en Rusia más cerca que Europa apenas haya tocado el coronavirus?

La semana pasada el Gobierno español aprobó 200.000 millones de euros. Y poco antes había hablado con el presidente de China y con la realeza de Arabia Saudita, con lo cual, estamos bien protegidos porque llegará ayuda. ¿A cambio de qué? Eso es otro cantar, pero es obvio que Europa es una triste anécdota en la escala mundial.

Un amigo nacido en Nueva York, comercial de una gran empresa española, que estuvo hace ahora seis meses en Shanghái, vino asombrado por lo avanzado de la sociedad china -"nadie se tocaba, todo robotizado" y recuerdo su comentario: "En poco tiempo nos van a engullir como si fuéramos su mejor alimento preferido". Ahora, después de enviarle mis reflexiones, me comenta: "Es obvio: te apuñalo pero luego te coso las heridas".

Es evidente que en estos momentos, lo importante es cortar la expansión del virus y salvar vidas pero, por seguir preguntando en este tablero sin respuestas donde todo sigue siendo una incógnita, el encargado de negocios de la embajada de China en España, a la pregunta de ¿se sabe cómo surgió?, dio una respuesta lacónica: "Eso no importa". Y esa respuesta lacónica aún nos llena más de dudas.

Se anunciaban tiempos de desaceleración económica; evidente que esto acelerará la perturbación y la bancarrota de muchos y acarreará un debilitamiento del sistema y un aumento de la desigualdad social. Mientras, a los ciudadanos de a pie, títeres en este cuento maligno, nos toca aprender a vivir y sufrir en esta situación de incertidumbre mundial y amenaza donde estaremos una y otra vez sometidos a poderes capciosos invisibles pero reales en esta carrera por la supremacía universal.

En las crisis precedentes ya hemos visto que, a pesar de que se hundieron empresas y sufrieron en sus carnes grandes colectivos sociales -ejemplo, la última crisis de 2008- hubo quienes ganaron ingentes cantidades de dinero. También aumentó considerablemente la desigualdad. Y a pesar de que nos hablaron de las armas químicas en Irak y de que la intervención de Estados Unidos originara miles de muertos, a pesar de los que pasó y pasa en Libia y en Siria, en nadie ha recaído las responsabilidades derivadas de tanta muerte y destrucción.

Esta podría ser la parodia o el cuento del murciélago convertida hoy en tragedia humana. Difícil de entender, pero posible de comprender. Ojalá no sea cierto todo esto.

* Músico